La noche del jueves 17 de enero de 1974, un grupo de cuatro insurgentes del M-19 hurtaron la espada y otros elementos del uniforme de nuestro Libertador Simón Bolívar, los cuales se encontraban exhibidos en una urna de cristal en el Museo Quinta de Bolívar, casa colonial ubicada al pie de los cerros bogotanos.
Con ese acto mediático a nivel mundial, se dio a conocer el M-19, una guerrilla urbana a la que perteneció por muchos años el hoy presidente de Colombia, Gustavo Petro. Este grupo subversivo se desmovilizó el 8 de marzo de 1990 cuando los resultados de su lucha mostraron que las armas no eran el camino correcto.
Hoy sus exmiembros, muchos en cargos públicos, totalmente válido, quienes tras reincorporarse a la vida civil gracias a un proceso de paz que posee una serie de observaciones de frente a la reparación que debió haberse planteado, pretenden dar lecciones de moral y pacifismo a toda Colombia, al hacer apología del robo de la espada de Bolívar.
En el imaginario del gobierno nacional la acción del robo de la espada consistió en una “recuperación”, concepto que intenta disimular el significado de dicho evento puesto que, la espada se localizaba en un museo, espacio que salvaguarda los tesoros de todos los colombianos; no se encontraba este símbolo en la casa privada de algún mandatario. Aun así, se programaron durante el pasado mes de enero una serie de actividades para conmemorar los 50 años de este hecho transgresivo de la ley.
Para tal motivo, el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, la Casa Museo Quinta de Bolívar y el Museo Nacional de Colombia (MNC) invitaron a la sociedad en general a participar activamente en exposiciones y charlas en torno a los hechos acontecidos en ese enero de 1974.
La sala 11 del MNC, fue el escenario de la exposición a la cual denominaron “Epílogo para un diálogo abierto de paz”, que en su sentido real va más allá de celebrar la reivindicación de la paz, deseaban rememorar el fatídico hecho del hurto del acero del Libertador como un acto contestatario y fundacional de aquella guerrilla urbana.
Esta ideología trae a la mente las letras de George Orwell quien en el libro 1984 escribía: “esta era la más refinada sutileza del sistema: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se había realizado un acto de autosugestión. Incluso comprender la palabra doblepensar implicaba el uso del doblepensar”, un texto escrito hace 77 años que aplica a la Colombia actual, describiendo nuestra realidad no como una profecía sino como una sátira de nuestra historia reciente.
Esta inquietante novela habla de una sociedad en la que se adultera la historia de acuerdo a la conveniencia del partido gobernante, narrada en un mundo agobiado por la hambruna, en un país golpeado por el conflicto y la violencia; y con su desconcertante comienzo, (“Era un luminoso y frío día de abril, y el reloj daba la una de la tarde”), identifica las características típicas de la tiranía moderna.
Que no sea lo expuesto un indicio de la implementación de una doctrina, que a través del uso tergiversado del lenguaje oriente la reinterpretación de los hechos según la conveniencia; tal vez el problema radica en que, a menudo, se ignora la letra pequeña de los términos y condiciones de las elecciones, donde como integrantes de la sociedad estamos sometidos a diario a la arbitrariedad del mensaje sin mayores garantías.
50 años después del robo de la espada del general Simón Bolívar y de 34 años de la desmovilización del M-19, confirman que es preciso escuchar a la sociedad en general para entender no solo el origen, el desarrollo, o el estado actual del enfrentamiento social, y que con un uso diligente de la Carta Magna y no de las armas es como se avanza en la consecución de la tal anhelada paz.
Así, el principal reto que tiene el gobierno es propender por un diálogo nacional alrededor de procesos socio-políticos priorizando las especificidades que caracterizan a cada una de las regiones del país, con un liderazgo propio sin emular esquemas de otros países que han mostrado su fracaso.
Ciertamente, la acción del hurto de la espada de Bolívar sí marcó la historia reciente de Colombia, y es necesario dentro de los procesos de resiliencia que vive el país resignificar estas acciones para propiciar espacios de reflexión en la construcción de una cultura de paz y educación en Colombia, sin embargo, la resignificación debe sustentarse en la verdad de los hechos y no en la desfiguración de los mismos a través del uso de un lenguaje doctrinal.