Carlos Salas
Carlos Salas

Hasta nunca

Se está viviendo un evento de gran magnitud en nuestra hermana Venezuela con el que, es necesario anotarlo, no estamos siendo lo suficientemente solidarios como tampoco con el dolor de los venezolanos. Han transcurrido veinticinco años en los que, en Colombia, con todo y reelecciones, ya han pasado cuatro presidentes que han sido o muy tibios con sus manifestaciones rechazo o realmente cómplices con la feroz dictadura implementada por Chávez y continuada con Maduro. No se podría esperar otra cosa diferente que el claro apoyo que Santos en su momento y Petro hoy en día le han dado al régimen criminal que mantiene sumido en la miseria a todo un pueblo que no merece, de ninguna manera, tan triste destino. Quienes habrían podido mantener una posición clara en contra de la dictadura, como Uribe y Duque, se mantuvieron discretos sin comprometerse a cumplir el pacto tácito entre los países liberados por Bolívar, con el que quedaron unidos por encima de las fronteras, no siendo otro que el de defender las libertades de sus ciudadanos. 

 

El evento al que me quiero referir es el de los pasos de gigante que están dando los venezolanos encabezados por la valiente María Corina Machado previos a las próximas elecciones que cambiarán radicalmente el destino de su país. Tengo que anotar, con inmensa decepción, que no ha despertado en los colombianos el interés debido lo que es un pésimo síntoma de una ceguera que puede traer graves consecuencias en un futuro inmediato cuando la amenaza de que se nos imponga una dictadura está muy presente. Por suerte para Venezuela y para nosotros mismos, está jugándose su destino sin que la ausencia de los apoyos internacionales sean motivo de claudicación. María Corina tiene como lema “hasta el final”, no como el traidor Guaidó que, teniendo las herramientas institucionales y el apoyo de Donald Trump, salió con un chorro de babas. 

 

Esta apreciación que les comparto es claramente emotiva y no lo suficientemente racional, cosa que puede ser motivo de crítica. Considero que así no esté en concordancia con la realidad implacable de estar enfrentando a un régimen totalitario, asesino, capaz de llegar a los crímenes más atroces con tal de mantenerse en el poder, las fuerzas de los sentimientos muestran otra cara, la de cada venezolano que ha encontrado en María Corina el espejo de lo que ella representa, las esperanzas que le fueron arrebatadas. Con tan solo ver una de las decenas de apariciones de María Corina en ciudades y pueblos es suficiente para comprender que algo nunca visto está teniendo lugar, algo que va más allá de la lógica política y que podría entrar dentro del campo de la espiritualidad. 

 

María Corina ha sorteado todos los obstáculos que el régimen le ha puesto en su camino y ha logrado recorrer buena parte de su país. Donde sea que llegue es recibida por miles y miles de personas que parecieran brotar de la misma tierra. Lo hizo para las primarias y lo hace ahora, injustamente inhabilitada, apoyando a su candidato Edmundo González Urrutia. Con solo ver las imágenes de esas manifestaciones podríamos prever un levantamiento popular si Maduro y sus secuaces se roban las elecciones del 28 de julio. 

 

La lucha del pueblo venezolano es política pero también espiritual en la que el enemigo está aliado al demonio, lo que se puede entender de manera simbólica. El régimen criminal y mafioso de Maduro se considera todopoderoso llegando a desafiar a Dios, como nos lo ha hecho saber Norbey Marín en su muy popular programa “Hasta que caiga la tiranía”. Nos cuenta Norbey que, el pasado 15 de junio, Maduro se colocó una estola con un versículo bíblico, en un acto realizado en el Palacio de Miraflores al que designó “morada de Dios y del pueblo” acompañado de unos pocos pastores de iglesias cristianas. En un ritual que podríamos catalogar de demoniaco este genocida de su propio pueblo apelaba a la palabra sagrada para justificar lo injustificable. Mientras encerraba a inocentes partidarios de María Corina tuvo la desvergüenza de escribir en un trino lo siguiente: “Yo he encontrado a Dios en mi camino, lo he visto y he tenido fe y he creído en él”. Imposible no recordar que también veía a Chávez encarnado en un pajarito. 

 

“Este Maduro no sabe en qué se metió”, dice Norbey. “Este tipo no sabe en qué cuento se metió. Se metió en territorio peligrosísimo”, prosiguiendo a leer el versículo en cuestión que es “Jueces, capitulo 9, versículos 8 al 15”: 

 

“8. Los árboles se pusieron en camino para ungir a un rey que los gobernará. Entonces dijeron al olivo: «Sé tú nuestro rey». 9. Pero el olivo les respondió: «¿Voy a renunciar a mi aceite con el que se honra a los dioses y a los hombres, para ir a mecerme por encima de los árboles? 10. Los árboles dijeron a la higuera: «Ven tú a reinar sobre nosotros». 11. Pero la higuera les respondió: «¿Voy a renunciar a mi dulzura y a mi sabroso fruto, para ir a mecerme por encima de los árboles?» 12. Los árboles le dijeron a la vid: «Ven tú a reinar sobre nosotros». 13. Pero la vid les respondió: «¿Voy a renunciar a mi mosto que alegra a los dioses y a los hombres, para ir a mecerme por encima de los árboles?». 14. Entonces, todos los árboles dijeron a la zarza: «Ven tú a reinar sobre nosotros». 15. Pero la zarza respondió a los árboles: «Si de veras quieren ungirme para que reine sobre ustedes, vengan a cobijarse bajo mi sombra; de lo contrario, saldrá fuego de la zarza y consumirá los cedros del Líbano».” 

 

Norbey interpreta a su manera el versículo con la que se puede estar de acuerdo o no, pero, con todo y las objeciones que puedan darse, me parece oportuno su llamada de atención al tirano: que no juegue con el nombre de Dios. Mientras encierra a inocentes no puede estar sino del lado del demonio.  

 

Del “Hasta el final” a un “Nunca más” no hay sino un paso y lo está dando Venezuela lo que es toda una enseñanza para el pueblo colombiano. No sabemos cómo carajos se subieron al poder personajes nefastos cómo Maduro o Petro, pero lo que si sabemos es que, luego de su caída, nunca más nos gobernarán ni ellos ni nada que se les parezca.

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Carlos Salas
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