“Parece que durante la mañana y hasta durante el día el poder de la voluntad de los hombres se rebela con sus más intensas energías contra todo intento de verse sometido a una voluntad y a una opinión ajenas. Por la noche, sin embargo, sucumben más fácilmente a la fuerza dominadora de una voluntad superior.” Hitler (Mein Kampf).
Con mucho desagrado encabezo el presente texto citando a Hitler. No pude evitarlo. Lo tomé del libro de Erich Fromm “El miedo a la libertad” escrito en plana guerra y publicado en 1941 -los cuatro años siguientes fueron terroríficos, espero que no lo sean para Venezuela los que se le vienen luego del fraude colosal en las elecciones de ayer-. Durante el día los venezolanos salieron con fe y con la esperanza de recobrar su país a depositar su voto; en la noche, en donde el maligno se siente a sus anchas, el régimen criminal se burló de ellos, alargó su falso conteo de los votos y hasta ya tarde en la noche, cuando las voluntades se encuentran debilitadas, emitió un resultado absurdo, ridículo, desvergonzado, siguiendo las enseñanzas de Hitler.
Ya estaba pronosticado. Reproduzco un mensaje de un buen amigo recibido por WhatsApp: “Lo dije hace una semana… María Corina y Edmundo son cómplices de seis años más de dictadura. Al participar en elecciones solamente los legitiman. El régimen nunca va a caer a través de sus propias herramientas.”
Inclino mi cabeza y admito que mi amigo tiene toda la razón. Levanto mi cabeza y me digo: No, eso no pude ser. El “Hasta el final” de María Corina es hasta el final y esto apenas comienza. Haber llevado a que todo un pueblo perdiera el miedo a la libertad es un logro extraordinario. Así como haberle perdido el miedo al régimen fortaleció la voluntad individual y colectiva para un enfrentamiento continuo. Viendo lo acontecido se podría calificar de ingenua la posición que he mantenido y que seguiré manteniendo hasta que caiga el tirano, porque esa lucha trasciende lo político llegando a ser una lucha espiritual.
No hay que olvidar que el futuro de Venezuela va a determinar el de la región. Hubiéramos querido que se respetara la voluntad del pueblo y que hoy estuviéramos festejando el triunfo ¡Cómo no! pero, por desgracia el mundo no va por buen camino y lo oscuro y turbio domina, como sucedió hace casi un siglo en los inicios del nazismo. La gran diferencia radica en que esas copias burdas y ridículas, como lo son un Maduro o un Petro, no dejan de ser títeres de poderes en la sombra que mueven sus hilos.
Nadie le podrá quitar a los venezolanos el ejercicio democrático que desarrolló en la campaña y el día de la elección. Sus manifestaciones multitudinarias y pacíficas fueron muestras claras de su anhelo por un cambio fundamental.
No podríamos ver, desde Colombia, con menor preocupación que se termine imponiendo el fraude en Venezuela. Triste destino el nuestro cuando a quien nos gobierna se le dé el campo libre a la ejecución de una estafa democrática con la cual se perpetúe en el poder. Si la comunidad internacional tolera semejante exabrupto no será solo la democracia en la región la que quede herida de muerte sino la del mundo entero. Ver cómo entran en juego distintos intereses que trascienden el ámbito local es motivo inmenso de inquietud.
La lucha de los venezolanos es nuestra lucha y apenas comienza su etapa definitiva. No se debe hablar de una derrota, de ninguna manera, ni mucho menos de un triunfo de quienes han perpetuado semejante estafa. Veinticinco años de tiranía es una eternidad. Su continuidad es el infierno.