Rodrigo Lara Bonilla, un crimen sin respuestas

Lun, 30/04/2018 - 15:33
Hace 34 años que el ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla fue acribillado por sicarios del cartel de Medellín por orden de Pablo Escobar. Hoy, como todos los días, su hijo Jorge Lara recuerda
Hace 34 años que el ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla fue acribillado por sicarios del cartel de Medellín por orden de Pablo Escobar. Hoy, como todos los días, su hijo Jorge Lara recuerda la trágica noche que fue asesinado el más férreo opositor al narcotráfico. La noche del 30 de abril de 1984, Jorge estaba en casa jugando con carros de juguete y esperando que llegara su padre. Cuando escuchó el carro llegar salió corriendo a la puerta junto a su hermano Rodrigo, pero la empleada del servicio les ganó la carrera, cuando llegó, vio a través del umbral la camioneta blanca que transportaba a su padre llena de agujeros. "Vi el auto acribillado, los escoltas sacaron el cuerpo de mi papá y lo subieron a otro carro para salir directo a la clínica. Rodrigo tuvo tiempo de ponerse los zapatos y salir corriendo con los escoltas, pero yo quedé en estado de shock", recuerda Jorge. El carro arrancó y se llevó al ministro de justicia a una clínica, él, hasta tiempo después, pudo caer en la cuenta que a su padre lo habían asesinado. Rodrigo Lara Bonilla y su hijo Ahora, rememorando los hechos, le surgen tantas preguntas que no alcanzan las respuestas. ¿Por qué los escoltas no lo llevaron directo a la clínica sin llevarlo a la casa?, ¿por qué un día antes el mismo Lara Bonilla había solicitado el cambio de escolta?, esos fueron los primeros cuestionamientos que le surgieron, pero conforme avanzaba en la búsqueda de una respuesta le llegaron más preguntas.
"Lo difícil no es encontrar las respuestas, sino aceptarlas", dice Jorge.
Las inconsistencias aumentaban. Según la versión oficial, Rodrigo Lara iba en su camioneta por la calle 127, que ahora lleva su nombre, cuando una motocicleta con dos hombres se acercó a la salida de un deprimido y empezó a disparar, con una ametralladora, a través del cristal izquierdo del asiento trasero. [single-related post_id="undefined"] La camioneta escolta le disparó al sicario y más adelante logró atropellar la motocicleta. El primero murió y el segundo, un hombre de 18 años proveniente de Antioquia, fue capturado por las autoridades e indagado tres días después por las autoridades, su versión, era igual a la de los escoltas. Tiempo después, con la investigación de criminalística, se lograría establecer que el testimonio no era concluyente con las evidencias. El asiento trasero tenía múltiples impactos de bala que no habrían permitido que los escoltas, ubicados a ambos lados del ministro, salieran ilesos como lo hicieron. Además, había 14 tiros en el cuerpo de Rodrigo Lara que tenían tatuaje de pólvora, es decir que fueron disparados a menos de 50 centímetros de distancia del objetivo. Esas son las evidencias que no dejan conforme a los hijos del ministro y lo que no deja de cuestionar Jorge Lara. [single-related post_id="863969"] "¿Quién estaba detrás del asesinato?", se pregunta Jorge, "los escoltas no estaban en el auto al comienzo, a lo mejor hubo un frenón y Lara se pegó con la silla del frente y ahí llegaron los sicarios y lo exterminaron", dice por el golpe que presentó el cuerpo en el rostro. "Pero, veamos los fotos, los escoltas no podrían salir de ahí ¿quién les pagó a los escoltas? y, ahí, es cuando se puede saber por qué falló el esquema de seguridad del Estado", reflexiona su hijo. Lo que está claro es que el cartel de Medellín se craneó un asesinato. Ya sabemos quiénes estuvieron detrás del asesinato. Pero a Lara Bonilla no lo quería matar solo la mafia, le habían llegado amenazas de toda parte, lo que pasa es que le pisaba los cayos a varias personas hablando de la filtración de la mafia en el deporte, en la política, grupos empresariales.

El ADN de los Lara

Jorge solo tenía 7 años cuando el cartel de Medellín le arrebató su padre. No tiene muchos recuerdos de él aunque la memoria se desvanece, él conserva los recuerdos más importantes, más interesantes del hombre firme que sacó a Pablo Escobar del Congreso de la República. [single-related post_id="862860"] Esos recuerdos, más que de la memoria se conservan en la sangre, cree Jorge. "Me enseñó que el ADN hala y lo que me hala de él es que en algún momento tiene uno que abrir la boca y exigir, actuar, mostrar el ejemplo. No me voy a quedar quieto porque aquí hay una injusticia, es normal que un hijo busque justicia en el asesinato de su padre". Esa misma herencia genética que llevó a Rodrigo por el camino de la política, ha alejado a Jorge de mundo. "Política no quiero hacer porque eso está re dañado, si me meten al congreso me duermo, yo digo lo que tengo que decir y me voy", dice Jorge recordando otra de las facetas de su padre, del que reconoce, no tiene herencia política. No todos son buenos y algunos se debían a su lucha con el narcotráfico. Recuerda que cuando llegó al ministerio de Justicia arreciaron las amenazas, tanto que él y sus hermanos no podían usar la ruta del colegio. Los otro padres temían que atentaran contra los hijos del ministro y los demás niños, por compartir el vehículo, resultaran siendo víctimas. Pero también recuerda al Lara Bonilla que buscaba el acercamiento con la sociedad. Ese que a sus cortos seis años lo llevó a la cárcel de máxima seguridad de Gorgona para almorzar junto a los presos. Los recuerdos de su padre también son vivenciales. Esas experiencias le permitieron, luego de años de reflexión, conocer al hijo de Pablo Escobar y establecer una amistad con él, dice que se siente mal cuando los hijos de los narcos le piden perdón porque ellos no eligieron dónde nacer. "Ellos tienen una vida en la que tienen que limpiar el apellido que les tocó cargar", asegura Jorge. Hoy dictó, para recordar a su padre, una conferencia junto a la hija de Carlos Ledher, Mónica Ledher, en el colegio Rodrigo Lara Bonilla, porque Jorge cree que la solución está en educar a las generaciones pequeñas sobre el mal negocio que es el narcotráfico y la necesidad del perdón.
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