Cuenta la leyenda que el padre de Luca Giordano, pintor menor y por tanto obligado a producir mucho en poco tiempo, apuraba a su hijo y asistente diciéndole Luca, fa presto!, (Lucas, apúrate). Años después, cuando Luca ya era un pintor reconocido en Florencia en la corte de los Medici, seguía pintando a las velocidades a las que lo había acostumbrado su padre, y eso le valió por siempre el apodo de Luca Fapresto, o Luca il fulmine, el rayo.
Esa facilidad con que Giordano imaginaba cuadros y los ejecutaba es la responsable de sus más de doscientas obras, cifra considerable teniendo en cuenta que la mayor parte de ellas eran enormes frescos pintados en bóvedas y capillas de iglesias y palacios. Entre las más famosas del período Florentino está la Alegoría de la sabiduría divina, que se encuentra en el techo de la Biblioteca Riccardiana. Debido a esa obra su fama se extendió por Europa y llegó hasta la corte Española, de donde lo invitaron a ilustrar El Escorial y la catedral de Toledo. Como un rayo Giordano viajó a España, y como un rayo terminó las obras encargadas, por lo cual el rey Carlos le encargó varias más, entre las cuales la ilustración del Palacio del Buen Retiro. Se cuenta que en una ocasión, la reina le preguntó por el aspecto físico de su esposa, y Giordano la pintó en un lienzo para enseñársela a la reina en menos tiempo del que hubiera gastado describiéndola con palabras.
De regreso nuevamente en Italia, pero esta vez en Nápoles, Giordano pintó las que habrían de ser sus obras maestras, entre las cuales destaca el fresco de la cúpula de la iglesia de Santa Brigida, en la que posteriormente habría de ser enterrado. Las obras de esa época son importantes porque marcan el paso de la pintura renacentista de Durero y Caravaggio a la pintura neoclásica de Tiepolo, cuya obra está extensamente inspirada en la de Giordano. Sin embargo, hacia el final de su vida, no muchos habían sabido apreciar la importancia histórica de sus obras, y en cambio habían tomado su rapidez con el pincel como signo de afán de lucro y de mediocridad. El mito que lo había hecho famoso terminó, al cabo de los años, por desprestigiarlo, y aunque nunca le faltó trabajo y un relativo reconocimiento, varias décadas pasaron antes de que el criterio general reconociera el talento de Luca il fulmine Giordano.

