Camilo Torres

Vie, 15/02/2013 - 00:00
Es curioso cómo un mismo momento histórico, un mismo origen social y familiar y una infancia y juventud similares pueden dar dos personajes tan opuestos como lo fueron el sacerdote Camilo Torres y e
Es curioso cómo un mismo momento histórico, un mismo origen social y familiar y una infancia y juventud similares pueden dar dos personajes tan opuestos como lo fueron el sacerdote Camilo Torres y el escritor Álvaro Mutis. Los dos nacieron en Bogotá con pocos años de diferencia y en familias bien acomodadas. Los dos pasaron buena parte de su infancia en Europa, experiencia que habría de marcarlos a ambos por igual pero de maneras distintas. Los dos estudiaron en instituciones religiosas en Bélgica, Mutis en un colegio de jesuitas y Torres en la Universidad Católica de Lovaina. De vuelta en Bogotá, los dos estudiaron en la Universidad del Rosario, y ninguno de los dos se graduó, ambos insatisfechos por la mala calidad educativa. Para ambos el regreso a Colombia significó un importante reencuentro con un país del que sólo mantenían el pasaporte, y sin embargo, fue en ese momento en que sus intereses empezaron a divergir insalvablemente. Lo más curioso es que, de los dos, el que regresó a vivir en medio de la realidad rural colombiana, en una finca en el Tolima, en contacto directo con la pobreza y el conflicto, fue el que tomó el camino de la literatura menos socialmente comprometida que se ha escrito en Colombia, y el que en cambio permaneció en Bogotá, imaginando la injusticia del campo desde las aulas de la Universidad Nacional fue el que finalmente le dedicó a la solución del conflicto colombiano la vida entera. La paradoja no es otra que la inherente a toda teoría social: la lucha de clases y la imploración de los pobres por la solución marxista se ven más claramente en las páginas de los libros que en la vida cotidiana de los pobres de verdad. Pero así salieron las cosas, y Camilo Torres descubrió desde muy joven el camino de su vocación, que habría de ser doble, pues a la vez que se ocupaba de mantener vivo el debate social en la Nacional, de planear el departamento de sociología que habría de fundar, y de tomar partido en el comité de la Reforma Agraria, Torres hacía la carrera de sacerdote de la Iglesia católica, a la que seguía fuertemente vinculado. Pero la aceleración del conflicto bajo la cara serena del Frente Nacional y su democracia a medias, llevaron a Camilo Torres a dar un paso más hacia una participación menos académica y más directa en los numerosos problemas del país, fundando el Frente Unido del Pueblo, movimiento de oposición a la coalición liberal conservadora. Sin embargo, el Frente también le sirvió a Torres para librar otra batalla del otro lado de su doble camino, que fue la de la oposición a la sanción papal de la Teología de la Liberación. Desde sus años universitarios Torres había caído bajo el encanto de esta interpretación sudamericana del papel de la Iglesia en la política y la sociedad, que contaba con partidarios en todo el continente y de la que Torres llegaría a ser un importante precursor. La Teología de la Liberación proponía una versión marxista de la acción católica, y defendía la involucración de los sacerdotes en el conflicto rural de una manera más activa, que no descartaba, dado el caso, el apoyo a los levantamientos armados. La propuesta fue derrocada enérgicamente por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, que se opuso a la subordinación de los principios cristianos al marxismo. Pero los Teólogos de la Liberación no se desmotivaron en lo más mínimo, y en cambio se dieron a la tarea de popularizar su teoría a través de las zonas más conflictivas del continente. En Colombia, el Frente Unido de Camilo Torres se ocupó de la tarea, que aunque dio tempranos frutos, se vio frustrada tras el fracaso político del partido en las elecciones presidenciales, en las que incluso el Movimiento Sensual Liberal, motivado por un confuso feminismo, obtuvo mayores votaciones. Entonces Camilo Torres, considerando que la vía democrática era impracticable bajo el Frente Nacional, tomó el camino de las armas, uniéndose a los guerrilleros del ELN. Esto ocurría a principios de los años sesenta, época en que Mutis, ya un poeta laureado, vivía recluido en la cárcel de Lecumberri por jugar al mecenas renacentista con los dineros de una multinacional americana, período del cual salió más gibelino, monárquico y legitimista que nunca. Y al tiempo que Camilo Torres andaba convencido de que si Cristo hubiera nacido en ese entonces, sería sin duda guerrillero, Mutis andaba convencido de lo dañino que había sido para los latinoamericanos el fin de la Colonia española y la huída de sus justos representantes.  Así, en 1966, mientras Mutis llevaba al Príncipe de Asturias en un tour de México, Camilo Torres moría abaleado en Patio Cemento, Santander, bajo las balas de la Quinta Brigada de Bucaramanga del Ejército Nacional.
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