Falocracia y carne de res

Sáb, 16/11/2013 - 16:20
“El instinto no se puede eliminar.
Años de civilización pueden volverlo invisible.
La cultura y el derecho nos ob

“El instinto no se puede eliminar.

Años de civilización pueden volverlo invisible.

La cultura y el derecho nos obligan a controlar nuestros instintos, pero nunca están lejos.

Esperan para atacar cuando nadie presta atención."

Herman Koch

El bochornoso hecho registrado recientemente en un prestigioso restaurante de la capital colombiana hubiese terminado como la mayoría de ellos: en el olvido y la impunidad, de no haber sido por la increíble frase del dueño del establecimiento y según la cual, palabras más palabras menos, se justificaba el hecho acaecido dada la actitud provocadora de la supuesta joven violada.

“Estudiemos qué pasa con una niña de 20 años que llega con sus amigas, que es dejada por su padre a la buena de Dios. Llega vestida con un sobretodo y debajo tiene una minifalda, pues ¿a qué está jugando? Está bien, eso es natural. Para que ella después de expiar todos los pecados con el padre diga que la violaron”, fue la triste frase. La infortunada declaración de Andrés, el de Carne de Res, es significativa porque al defender al supuesto violador, deja entrever ese fondo machista que subyace en nuestra idiosincrasia y del que parece difícil deshacerse por más de que se camufle; llegado el momento de los actos estos afloran y como se dice en colombiano “se muestra el cobre”. Los galos tienen una bonita expresión para ello y que aquí encaja como anillo al dedo “Chassez le naturel, il reviendra au galop” (“Ahuyentad lo natural, este se devolverá al galope”) y lo natural parece ser para este empresario de la carne: la falocracia. Las mujeres son culpables de sus desgracias (violaciones, golpes, maltratos etc.) porque se las merecen, las incitan, las provocan. Y que no nos vengan con cuentos de que la malhadada frase no ha debido pronunciarse porque es políticamente incorrecta; eso querría decir que es acertada, pero que es solo la cortesía y el buen proceder lingüístico y de sociedad que impedirían pronunciarla. No, la cosa es más amplia y profunda que ello, tal afirmación/sugerencia es incorrecta de forma y de fondo, y a ese diablazo intolerante y machista, que yace encerrado pero vivito, hay que eliminarlo de palabra, obra y acción, para utilizar terminología cristiana de la que se jactan tantos practicantes y comulgantes en este país, sin que haya coherencia entre palabrería y acción. Pero, de original poco tiene la frase de marras, ¿acaso cuando, Bolillo, el gran director técnico de fútbol arremetió a sangre y matracazos contra su amante del momento, no salió una honorable senadora a explicarnos que las mujeres muchas veces se lo merecían por que daban los motivos? Hey, está grabado en la piel, en las neuronas, en la cultura: las mujeres son culpables de los excesos de sus machos. Estas, desde la bíblica Eva, han tentado al hombre quien inconsciente e inocente sucumbe. Triste confusión ideológica entre víctima y victimario. Recuerda uno el horrendo dicho que se atribuye al mundo árabe: “Cuando llegues a casa, golpea a tu mujer, si tú no sabes por qué, tranquilo que ella lo sabe”. La víctima es por definición y a priori la mujer. ¿Será posible que este restaurante que ya ni colombiano es, en el que se pagan onerosas sumas, vayan los clientes a ser juzgados por su dueño? Si por una minifalda lanzó tamaño mugido que resonó a rebuzno, no quiero ni pensar que dirá de los gays que tanto frecuentan ese establecimiento y que le hacen el permanente favor de enriquecer sus arcas. La sanción y clara advertencia debería ser el dejar de frecuentar (al menos durante un tiempo) ese bazar en donde la tolerancia no es el patrón que guía al patrón del sitio. Menos mal que el señor de la carne de res se disculpó en todos los tonos, ojalá el comunicado expurgatorio que redactó sea de corazón y no solo para salvar su negocio, que tenga real contrición y propósito de enmienda. Es lo menos que puede desearse ante este fastidioso acto. Una de las grandes críticas que se hace del mundo musulmán es justamente la inconsiderada represión que se ejerce sobre la mujer, y de la que con desparpajo dicen creyentes y exégetas coránicos que para respetarlas en demasía se les envuelve en esas terribles mortajas que apenas dejan entrever los ojos, cuando no añaden al atuendo también gafas oscuras. Burkas que cumplen con el cometido de evitar que la mujer, que es provocadora de pecado, tentadora nata y causante de sus violaciones sean preservadas y respetadas. La frase de marras de Andres el de Res no dista mucho de este pensamiento, execrable y reprochable. Otra cosa y otro cantar es ver una chiquilla de 19 años desenvuelta (en estos fríos bogotanos), besuqueándose con la clientela del restaurante e ingurgitando alcohol como soldado en licencia; ahí ya los padres habrán de tener una parte educativa por cumplir; aún así, cualesquiera que sean las condiciones etílicas y vestimentarias no hay dispensa ni justificación para una relación no consintiente y menos de categoría violatoria. Para concluir tan evidente, pero tan incomprendida premisa, no se necesita ser ni religioso, ni feminista, ni nada particular, tan solo fiel convencido del derecho de libertad de los demás y laico cívico por antonomasia. Por supuesto que han de esperarse los debidos peritajes para determinar si en realidad se trató de una violación y como resultado de ellos se entablen las diligencias judiciales que vendrían al caso. Que la justicia determine la veracidad de lo ocurrido, que se imparta condena si es del caso y por supuesto que los padres de familia también hagan su parte porque la ocasión hace al ladrón... y, me reitero, no por tanto es menos ladrón...
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