Babel, la famosa torre que quiso construir el hombre para llegar al cielo, se convirtió en su enemiga al propiciar la confusión de lenguas entre aquellos que la estaban construyendo. Dios les castigó su soberbia y codicia enviándoles la diversidad de lenguas.
Si el momento de la aparición del lenguaje es todavía un completo enigma para la ciencia, está admitido que este empezó a desarrollarse hace aproximadamente 2,2 millones de años. Para el eminente escritor Dostoievski, “la lengua es la palabra suprema y definitiva del desarrollo orgánico”. Se calcula que en el mundo se hablan entre tres mil y cinco mil lenguas.
Del cuarto milenio antes de Cristo se tiene conocimiento de los primeros sistemas de escritura. La antropología, la filosofía, la historia y la filología se han encargado de las cuestiones de oralidad y escritura. Antes de la escritura, la oralidad cumplía el papel de mantener vivas las tradiciones, los hechos y el conocimiento de la sociedad. Jesucristo habló pero no escribió; Platón rechazó la escritura alegando ser un objeto, además de pasivo, para destruir la memoria y debilitar el pensamiento.
Sócrates nunca escribió por ser defensor de la oralidad. Gabriel García Márquez alguna vez sentenció que era más importante la palabra que lo escrito y citaba como prueba al canto el caso de un hombre, montando en bicicleta, que desatendió la señal de tránsito que ordenaba PARE, ante lo cual, un testigo de la infracción le grito: ¡PARE! Y el ciclista hizo caso.
En cada instante del ascenso del hombre el habla y la escritura han signado su existencia. Kevin Kelly, fundador de Wired, asegura que en este momento existe más de un billón de páginas de internet. ¿Cuántos usuarios tiene Facebook? ¿Cuántos adictos posee twitter?
En la tabla de los tiempos el hombre, con una edad promedio 60 años, ha hablado el equivalente a dos años; leído durante 250 días y telefoneado 180 días. En Colombia, leemos 1,9 libros anuales por habitante; en 2012 el promedio de lectura fue de 2,23 libros.
La moda es el twitter, para todos “hablar” al mismo tiempo y sobre todo denigrar, maldecir, desinformar, dañar e insultar. Hay que ver el uso que hacen de la red los politiqueros en este país de trinados. Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe se debaten entre pías y gorgojeos mientras los demás, sin atrevernos a bufar. A los escritores les gusta hablar y hablar… ahí se enriquecen, se llenan de ideas, crean frases e historias inmortales, imaginan, sueñan, divagan y después… escriben. Pueden pasar años para ordenar un texto, pero nunca dejan de hablar. El poder de los congresistas es la cháchara; muy raros escriben, la mayoría no sabe leer. De manera que ni oralidad ni escritura.
El banquero nos tiene para que leamos sus contratos leoninos; luego, escribimos el nombre y firmamos la sentencia. La palabra de Dios es malinterpretada; la ambigüedad y la vaguedad son las características del lenguaje. No hay contexto. Las nuevas generaciones no respetan el lenguaje, lo han deformado. El diccionario de un joven cabe en un trino. Un lenguaje pobre es sinónimo de pensamiento pobre; como aquella canción que habla de cabellos largos ideas cortas.
El twitter, como nunca, abrió la autopista de la expresión escrita. Los expertos consideran la inminencia, en pocos años, de la desaparición del manuscrito, que será reemplazado irremediablemente por la escritura digital, con todas sus falencias de tipo ortográfico. El lenguaje oral está conspirando con el buen hablar y causando afectaciones en el oyente. El lenguaje oral prevalecerá en buena hora, pero en mala hora por las deformaciones en la castiza expresión.
Los medios electrónicos (radio, tv) cometen grandes dislates y errores causando un profundo daño en sus escuchas. Es de reconocer que con el paso del tiempo se transforma el lenguaje en los aspectos fonético y semántico. Por eso aparecen dialectos y modalidades lugareñas o modismos. En este mundo moderno regresamos a los símbolos, funcionamos a punta de oído y de oídas. El humor, que es una forma del lenguaje, es ordinario; todo se dice o escribe de manera ligera e irresponsable; se distorsiona.
Las redes sociales, amplificadas por los medios de comunicación, han deformado perversamente el lenguaje y nadie tiene la decencia de corregir.
A propósito de la ligereza de estos medios, Javier Darío Restrepo, anota que así las cosas “Se consolida la práctica del periodismo de rebaño. Se estimula la mala calidad de la información periodística. Se reduce la credibilidad del periódico y del periodista. (…) Y cuando el lector no encuentra diferencia entre los periódicos porque todos publican las mismas noticias, todos se vuelven prescindibles”.
En suma, la sociedad está confundida pensando que todo esto hace parte de la globalización en la comunicación, las redes están destruyendo.
¿Quién ordenará a los ordenadores? ¿Facebook, twitter, internet tendrán algún día un código de autorregulación? Para 2013, se reportan 28 millones de rupturas en parejas por culpa de whatsapp. Por no contestar mensajes las parejas son víctimas de ansiedad. La tecnología tiene su lado oscuro.
¿Estamos en línea o sencillamente off-line en materia de oralidad y escritura? Hemos construido la red de Babel.