Massimo Marchiori, un inventor de nuestro tiempo

Jue, 06/07/2017 - 03:44
La otra mañana encendí el computador a primera hora en la página de Google, como hago a diario, y me encontré con las letras del famoso buscador en forma de velitas encendidas. Cuando quise saber
La otra mañana encendí el computador a primera hora en la página de Google, como hago a diario, y me encontré con las letras del famoso buscador en forma de velitas encendidas. Cuando quise saber más de qué se trataba, sobre las velitas cuyas llamas parpadeaban como pidiendo que algún soplo las apagase, apareció un letrero que decía: “Feliz cumpleaños, Juan”. Era, efectivamente, el día de mi cumpleaños y, en lugar de agradecerlo, la gracia de Google me amargó el día. Seguramente más de uno se sentirá halagado cuando el día de su aniversario, encuentra este detalle en el computador por parte de la gigantesca compañía norteamericana. A mí me pareció inquietante, estamos ya a las puertas de la pesadilla que soñó Georges Orwell con 1984, obra de ciencia ficción en donde la sociedad es controlada por el ojo de 'Gran Hermano' que vigila a todos los ciudadanos y castiga incluso a aquellos que delinquen con el pensamiento. Que la fecha de mi cumpleaños ande por ahí en decenas de documentos me parece normal pues es una actividad casi cotidiana, andamos poniéndola cada vez que rellenamos algún documento. Pero que en el 1.600 de Amphitheatre Parkway, Santa Clara, California, el ordenador estrella de de Google se ocupase de una fecha que solo podía interesarme a mí, a mis familiares y a algún amigo, me pareció demasiado. ¿Y qué más saben? Todo, imagino. Por cual compañía de aviación suelo viajar, en qué buscador compro los tiquetes, qué páginas consulto en Internet, qué tanto por ciento de periódicos liberales o conservadores leo, y así, lo que ustedes quieran… Googleplex, que así se llama el monstruo que realiza este trabajo, debe de tener un perfil completo de este su seguro servidor. Y de usted, amigo lector. Entonces me asaltó la inquietud sobre el inventor de este espanto. Y lo que es peor, que lo aceptamos, estamos subyugados con su existencia y no podemos vivir sin él. Y, —¡oh sorpresa!—, resulta que el moderno Prometeo, el Frankenstein de nuestro nuestro tiempo, es invención de un anónimo profesor italiano que podríamos cruzarnos por la calle camino del supermercado y no repararíamos en su presencia. Seguramente usted, amigo lector, nunca habrá oído hablar de don Massimo Marchiori, un ilustre desconocido gracias al cual muy posiblemente usted ha podido llegar a esta página y leer estas peregrinas disquisiciones. De la mente del señor Marchiori salió el corazón de la bestia, porque él es el matemático que ideó el famoso algoritmo de Google, el secreto que llevó a esta compañía norteamericana a convertirse en una de las empresas tecnológicas más poderosos del mundo. Lo curioso es que este hombre, hoy profesor de informática en la universidad de Padua, presentó su ocurrencia en una conferencia internacional y luego cedió la idea para que la desarrollaran Larry Page y Serguéi Brin. En un momento en que todos los jóvenes relacionados con la tecnología buscaban hacerse millonarios y convertirse en santones de Internet. Y estos dos lo lograron, claro. Page es hoy primer ejecutivo de Alphabet, un gigante que engloba Google, y es uno de los hombres más ricos del mundo. Y Serguéi Mijálovich Brim, un ruso emigrado a Estados Unidos en 1973, tiene una fortuna estimada en 44.800 millones de dólares. Entre tanto, el anónimo profesor Marchiori sigue con sus clases de informática en las aulas paduanas y dice que no se arrepiente: “ganar dinero para una determinada empresa y aumentar mi cuenta bancaria no es lo que quiero hacer en la vida”. No sé si creerle. Por lo pronto me he enterado de que su cumpleaños es el 23 de noviembre. Lo tendré en cuenta para enviarle alguna tarjetita. Al fin y al cabo me cae bien el profesor Marchiori.
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