Lo dijo Pretelt, presidente de la Corte Constitucional, con el mismo tono con el que Churchill advirtió "sangre, sudor y lágrimas" a los ingleses antes de la guerra; así: trascendente, grandilocuente, grave. Y no, no es un chiste. Lo dijo como si fuera a declarar una segunda independencia, como si el resto de nosotros nos fuéramos a sorprender, a estas alturas, de su inocua solemnidad, de su irónica desvergüenza. ¿que quiere este señor que hagamos? ¿debemos agradecer que a la cabeza del sistema de justicia en Colombia se le ocurra, por fin, decir la verdad? ¿la noticia no debería ser acaso, que dijera alguna mentira? Por que lo que sugiere su triste discurso, es que mentiras es lo que nos han dicho desde siempre, como si la verdad, ese fruto prohibido para los ciudadanos de a pie, como la mayoría del resto de nosotros, nos fuera a condenar.
Amenaza con saña: "si me voy yo, nos vamos todos" con el espíritu pendenciero de los de la "calle abajo", como si la justicia de Colombia estuviera condenada a la cultura de la amenaza del más macho, del jefe de los bandidos que se indigna cuando lo llaman bandido; y piensa uno: al menos Pablo Escobar se vanagloriaba orgulloso de ser el bandido de bandidos, aceptaba la verdad de su condición de asesino despiadado, como no han sido, y no serán capaces de aceptar su falta de entereza, no solo este hombre opaco y ladino de la coyuntura actual, y al parecer algunos de sus colegas de las altas cortes, sino por ejemplo Samper y su amiguete Serpa (que ahora como adalid de la verdad y la ética, sale indignado condenar al señor Pretelt), o como nunca aceptaron responsabilidad alguna los asesinos de la derecha o los asesinos de la izquierda, o los señores de Interbolsa, o Los Picas, o Soto Prieto, o los que se robaron Colpuertos, o incluso los ¨hijos del ejecutivo¨ de antes y de la historia reciente.
En nuestro país se mezcla de forma siniestra esa herencia cultural de pretender ser lo que no se es, digamos ser honesto, ser probo, en este caso, a costa, incluso, del valor mismo de lo que pretendemos ser, y la laxitud de la justicia que nos permite, con facilidad, pasar de ser victimarios a víctimas, de ser bandidos a perseguidos políticos. Decir o probar la verdad perdió importancia, y pareciera que nadie fuera capaz de aceptar que cometió algún error, y mucho menos pagar por el. Y nuestra sociedad, permisiva, ¿enferma?, perdona esta falta de entereza, cuando lo que debería aceptar es el derecho a la redención de alguien que aceptó sus errores y perdonar a quien pagó por ellos.
"Hay que decirle la verdad al país"
Jue, 26/03/2015 - 11:42
Lo dijo Pretelt, presidente de la Corte Constitucional, con el mismo tono con el que Churchill advirtió "sangre, sudor y lágrimas" a los ingleses antes de