¿A cuál época en la historia de Colombia se le podría denominar ‘la Violencia’? En los libros tradicionales de la materia se le inscribe este nombre al periodo aproximado entre 1946 y 1958, entre las presidencias del conservador Mariano Ospina Pérez y la de facto del general Gustavo Rojas Pinilla. Pero esto nos deja por fuera muchas otras violencias que han marcado diferentes hitos en la construcción de la nación colombiana.
¿Es acaso correcto decir que Colombia lleva un conflicto armado de 200 años? Esta y otras preguntas son abordadas a través de un recorrido histórico mucho más amplio, desde las tribus precolombinas hasta el Gobierno del actual presidente Iván Duque, por el historiador y diplomático ecuatoriano Eduardo Durán-Cousin en su libro 'Colombia, el país de los extremos', que salió a la luz hace apenas unas semanas.
La preocupación principal para producir este estudio, explica el autor, es “que le diga y le haga conocer al ecuatoriano lo que es Colombia realmente, un país de gran importancia para el Ecuador, toda vez de que se trata del vecino más dinámico que tenemos nosotros. Ese fue el objetivo, pero al alcanzar profundidad la investigación, se convirtió en un libro que creo que ayudará a los propios colombianos a comprender su historia”.
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Con la violencia política como hilo conductor de la obra y de esta conversación, Durán-Cousin habló con la Agencia Anadolu sobre los distintos periodos de violencia en la historia colombiana y cuáles son esas causas constantes que reviven los conflictos internos en el país, durante más de dos siglos.
¿Cuándo empieza la violencia en Colombia?
La trama del libro arranca, como asegura Durán-Cousin, “en la prehistoria del país”. Los primeros capítulos identifican un origen “en la edad primitiva, entre los cacicazgos, las tribus que habitaban el Valle del Cauca y la parte del Alto Magdalena. Consideremos también como violencia la terrible represión de los españoles a los indígenas, durante el periodo colonial”, una violencia que se le puede llamar “confrontativa bélica de tipo político o represiva”, argumenta el historiador.
Así mismo, vuelve a aparecer durante el nacimiento de la Nueva Granada, un “débil Estado colonial” como lo califica el autor: “El Estado neogranadino colonial ya era un Estado débil que no alcanzaba a cubrir el territorio de Colombia. Incluso, la presencia de fuerzas de seguridad del periodo de la Colonia era débil, a excepción de fuerzas concentradas en Cartagena para la defensa frente a los piratas y alguna guarnición establecida en Bogotá”.
Durán-Cousin describe en esas páginas a la Nueva Granada como “un país pacífico” anterior a las guerras de Independencia, “no obstante su historia posterior y ser un país profundamente fragmentado en su geografía, tener una élite de terratenientes y comerciantes fraccionada, excluyente y ambiciosa y una significativa población campesina levantisca”.
Con ese contexto de fondo, casi que en la extensión de una novela completa, el libro califica al siglo XIX como “el nacimiento de la tragedia”.
La situación de ausencia de fuerzas de seguridad y debilidad de la naciente república “se agudiza con la pobreza generada por las guerras de independencia y lleva a que el Estado continúe siendo gravemente insuficiente durante el siglo XIX. Al carecer del monopolio de la fuerza, la dilucidación del problema del poder a lo largo del siglo será a través de guerras civiles y enfrentamiento entre los grupos políticos. Y esa situación se transfiere al siglo XX”, explica el autor.
Sin embargo, es enfático Durán-Cousin: “No es la misma violencia la de 1810 que la de 1990. Es una violencia que se ha ido reconvirtiendo en el tiempo y que, desde luego, al tratarse como un asunto de una constante, es aspecto fundamental en el trato del libro”.
Las constantes de la violencia en Colombia
Esa debilidad del Estado neogranadino que se transfirió hasta el siglo XX es “el gran telón de fondo de la violencia en Colombia”, explica Durán-Cousin.
“El problema trascendental ha sido la insuficiencia del Estado a lo largo de la historia y continúa siendo el telón de fondo de nuevas violencias. Los procesos violentos simplemente se reconvierten. El Estado colombiano continúa siendo insuficiente en el territorio. Hay análisis que marcan que la tercera parte del territorio colombiano carece de presencia del Estado; muchas veces tiene presencia defectuosa”, asegura el historiador.
Los otros factores que subraya Durán-Cousin a lo largo del libro como determinantes para el surgimiento de las violencias, incluso desde mediados del siglo XIX, son “la situación socioeconómica compleja de extrema pobreza, de baja alfabetización, de carencias culturales del campesinado colombiano” y “la ausencia de una auténtica reforma agraria”.
Esto fue aprovechado por las élites políticas liberales y conservadoras, quienes “empujaron a los campesinos a chocar entre sí a mediados de los 40, en realidad desde el año 46, dos años antes del lamentable asesinato de Gaitán. Sobre todo el mensaje conservador, que decía que los liberales iban de la mano del comunismo y que eran el Basilisco, un monstruo salido de la mitología que quería hacer daño a la sociedad colombiana, etc., (...) obviamente caló en un campesinado de baja cultura, que se asustó, se convenció y desde luego, fue movilizado para matarse entre sí”, explica el historiador.
En este escenario de los años 40 y los 50, los actores fueron cambiando paulatinamente de identidad: “ayer fueron los conservadores versus liberales. Luego los bandoleros y hacia el final de la violencia, se transforman en enfrentamientos guerrilleros, cuando por condiciones específicas, surgen las FARC, el ELN, el M-19”.
El autor deja en claro que este fenómeno se da muy ligado a los factores antes mencionados: “La extrema inequidad socioeconómica que existe en el país ha llevado a la insurgencia guerrillera a tener incluso justificativos morales dentro del punto de vista de que se consolida como una forma contestataria de protesta social, dadas las condiciones de Colombia”.
Narcotráfico y el conflicto de hoy
Durán-Cousin define en el libro al narcotráfico como un “ingrediente mortal” de la violencia en Colombia, un factor que irrumpió y fue una sorpresa para las élites colombianas y los gobiernos de los años 70 y 80, quienes “no se habían dado cuenta de la gravedad del problema que tenían entre manos”.
“Los Gobiernos de [Alfonso] López Michelsen, [Julio César] Turbay Ayala, [Belisario] Betancur y [Virgilio] Barco carecieron de una visión certera y estratégica acerca de los riesgos que deparaba el narcotráfico (...), se limitaron a reaccionar ante las estructuras montadas por las mafias cuando estas ya prevalecían en el país”, cita el libro en el capítulo “Modernización y tragedia: 1962-1991”.
Al no superarse las causas que dieron origen intermitente a la larga sucesión de violencias, “la narcoproducción, el hecho de tener que necesariamente cultivar hoja de coca para poder subsistir nace de la pobreza.
Eso alcanza a los narcotraficantes, a las mafias, a los grupos guerrilleros que quieren aprovecharse de eso, cuaja todo este tipo de situaciones que llevan en forma negativa a agudizar los problemas de Colombia”, comenta el historiador.
En cuanto a este coletazo de reciente violencia de hoy en las regiones, ahora que los líderes sociales están siendo asesinados, Durán-Cousin observa que “estas guerras entre mafias, por un lado, chocan y producen este tipo de masacres por disputas circunstanciales que se dan en el escenario de abandono del Estado y cuando estos grupos quieren establecer un dominio, preponderancia en la zona, ven que el líder social es un estorbo, entonces le eliminan”.
Por eso, insiste en que su estudio, más allá de narrar una serie de acontecimientos históricos, sugiere unas medidas para ser aplicadas “desde el presente y hacia el futuro” para derivar unos cambios en la lógica de la violencia.
“A mi modo de ver, la corrección del problema social en el campo es fundamental para echar abajo en el mediano plazo y quizá más pronto el tema de la violencia y de las importancias históricas negativas en Colombia”, anota el historiador.
Sobre si los Acuerdos para la terminación del conflicto entre la exguerrilla de las Farc y el Gobierno de Juan Manuel Santos le parecen una posible solución a esta constante de violencia, Durán-Cousin opina que, aunque “los Acuerdos no son una perfección absoluta, es un buen principio”.
Siente que a las dos partes, las Farc y el Gobierno, les falta una mayor voluntad política efectiva para su implementación. “Cada uno querría que tenga un punto que está faltando en el Acuerdo”, dice; pero cree que puntos como la Reforma Rural Integral o la democratización del sistema político son positivos, “son factibles de realizar con voluntad y eso permitiría ir quitando piso a la violencia en el país”.
“Yo creo que Colombia puede asistir a un desarrollo político, económico, social si comienza con una real aplicación de los Acuerdos de paz y lleva a una democratización efectiva el desenvolvimiento político en el país”, concluye el historiador.
Por: Agencia Anadolu