Analizar con lupa los discursos de los políticos más importantes del mundo es una actividad que para nadie es un secreto. Después de todo, como dice la antropóloga Carole McGranahan, la ciudadanía ya asume que las mentiras de los políticos son una realidad tan tangible como que el agua hierve a 100°C.
Parece que esta información es nueva para el presidente saliente de los Estados Unidos, Donald Trump. Al sentirse vigilado de cerca por el cuarto poder, su estrategia ha sido desacreditar a la prensa y la ciencia cuando se atreve a contradecirlo y revisar sus afirmaciones en términos de forma y fondo. De todas maneras, el trabajo de esos profesionales no se detiene.
Las declaraciones de Trump son el pan de cada día para periodistas de fact-checking, científicos sociales, desarrolladores de inteligencias artificiales y otros científicos incansables. Aquí hay algunos hallazgos y desarrollos que han hecho.
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Trump versus el fact-checking
“Todos los políticos a veces se equivocan sobre algunos temas complicados. A veces ocurre que practican la deshonestidad evasiva. Trump se equivoca todo el tiempo, sin un propósito determinado, sobre casi cualquier tema, y no se molesta en retractarse. Incluso si no está mintiendo a propósito, lo tiene como costumbre. Por decir lo menos, esto sugiere que los hechos le importan muy poco y que se resiste a admitir que no está en lo cierto”.
Estas son las palabras de Daniel Dale, el corresponsal de Washington del Toronto Star, el periódico con mayor tiraje en Canadá. Cuando las escribió, en 2016, Trump apenas era candidato presidencial por el partido republicano. Para aquel entonces, Dale podía contar al menos cuatro mentiras diarias en su discurso. En un día donde estuviera particularmente charlatán, esa suma ascendía a 25 mentiras.
Luego ganó y se convirtió en el líder de una potencia mundial en términos económicos y militares. Tanto poder en manos de una persona de poca credibilidad en sus declaraciones se convirtió en un reto para la prensa, cuyo principal fin es cuestionar al poder. Pese a las afrentas de Trump, un buen número de medios estuvieron a la altura del desafío.
En otras épocas, el periodismo de datos estaba relegado a una actividad de medios independientes o a pequeños apéndices de las grandes crónicas. Hoy en día es el nuevo baluarte del oficio, porque ofrece información verificada en tiempos de desinformación y aprovecha los recursos visuales y archivísticos de la red para ofrecer una experiencia completa a sus usuarios. Esto se hizo todavía más importante en la era Trump.
Varias casas editoriales dedicaron un esfuerzo especial a revisar los discursos del presidente y llevar una cuenta de sus mentiras. Eso incluyó especiales periodísticos de actualización constante y periodistas de dedicación exclusiva.
Trump’s Lies. Esta es una plataforma interactiva desarrollada por el columnista David Leonhardt y el diseñador Stuart A. Thompson, del New York Times. El usuario es bienvenido con una gruesa columna de texto justificado en el que aparecen estos datos: la fecha de la mentira, una cita entre comillas y un hipervínculo a un artículo de fact-checking en el que se discute por qué lo que dijo Trump es una mentira.
Debajo de esta columna hay un análisis gráfico sobre los días en los que Trump dijo en público algo falso, las formas en que sus afirmaciones falsas cambian con el tiempo —y siguen siendo falsas— y el apoyo que recibe de algunos votantes pese a las evidencias. Esta plataforma recogió información hasta noviembre de 2017, y pese a ello su banco de datos es extenso.
The Pinocchio Count. Como su nombre indica, esta plataforma muestra una cuenta de las mentiras que ha dicho el presidente durante su periodo presidencial. Es posible ver gráficas de su comportamiento mentiroso por día y mes, así como el acumulado. También hay un ranking de las mentiras que ha dicho con más frecuencia, con una línea de tiempo donde anotan cuándo y cuántas veces por día las dijo. Hay una nota de discusión para cada una de las 29.508 mentiras que han contado hasta la última actualización, en noviembre pasado.
Este proyecto comenzó en mayo de 2017 y a él se dedican los periodistas Glenn Kessler, Meg Kelly, Salvador Rizzo y Michelle Ye Hee Lee junto con la diseñadora Leslie Shapiro, todos del Washington Post. Actualizan la base de datos cada dos meses.
PolitiFact. Esta iniciativa es una de las más antiguas y complejas. Durante 11 años fue propiedad del diario The Tampa Bay Times y ahora es dirigido por el Poynter Institute, dueño actual del periódico y de una escuela de ética periodística. Llegó temprano a la puja del fact-checking y se nota su experiencia en el tema.
Sus periodistas analizan la noticia, la confrontan con especialistas y le dan una calificación. Por ejemplo, la noticia de hoy, en la que Trump asegura que ganó en el estado de Georgia, fue calificada como “pants on fire”: una mentira desde cualquier perspectiva. En esta categoría entran 159 afirmaciones, el 17% del total de análisis. El 36% fue calificado como “falso” (337), 20% se consideró “mayormente falso” (187) y 12% “medio cierto” (119).
“Créanme”: un discurso auténtico y con vacíos
A la academia también le interesa saber por qué las palabras de Trump resultan tan convincentes y pueden pasar por verdades aunque no lo sean. Durante estos años han ido puliendo sus hipótesis.
Uno de los científicos interesados en el tema es el profesor Karl Simms, de la Universidad de Liverpool. De acuerdo con él, su secreto es que su falta de vocabulario y exceso de muletillas —”entonces”, “¿saben?”, “en fin”— transmite un aire de autenticidad que los estadounidenses no habían visto en otros políticos.
El propio Trump se enorgullece de no preparar sus intervenciones. De la misma forma en que usted tenderá a equivocarse si llega a una presentación de trabajo sin prepararse primero, es posible que varios de los enunciados falsos que Trump ha emitido se deban precisamente a que no se prepara. De acuerdo con Simms, sus seguidores confían más en él porque usa marcadores de acción (“nosotros haremos”) y llamados de atención (“escuchen”, “créanme”), mientras sus opositores no pueden dejar de ver las incoherencias en el contenido. Es el perfecto polarizador.
Para el profesor Tomás Mena, el secreto de Trump para que su discurso sea acogido es que es repetitivo, simple y evita las oraciones subordinadas, les da nombre a sus posturas y los repite tanto que se fijan en la memoria colectiva —”fake news”—.
Inteligencia artificial: recibir mentiras para aprender a mentir
Un modelo conversor de lenguaje natural desarrollado por Salesforce, denominado CTRL, tiene la capacidad de imitar la forma de escribir, la retórica y las palabras, de un individuo real si recibe una muestra suficiente.
Por supuesto, cualquiera con una cuenta de Twitter o con sus discursos transcritos podría ser reemplazado por este sistema. Nuestra huella digital es un gran corpus y la de Trump es extensa. Esas fueron las bases para crear a RoboTrump, una máquina de lenguaje natural diseñada para expresarse como el presidente saliente lo haría.
El código puede procesar billones de palabras por día, que en malas manos podrían causar toneladas de discursos falsos y desinformación entre quienes no se percaten de la diferencia entre Trump y RoboTrump.
Por ese motivo, el experimento RoboTrump no se quedó en un creador de discursos falsos. También preguntaron a 1000 personas si eran capaces de discernir entre los discursos del político real y el impostor. Solo acertaron un 40% de las veces. Las personas que apoyaban abiertamente a Trump consideraron en la mayoría de ocasiones que quien hablaba era el Trump real, pero la diferencia no era demasiado amplia entre ellos y quienes se consideraban opositores. En la trampa también caían tanto las personas con estudios de posgrado como quienes no tenían bachillerato terminado.
¿Por qué es importante este experimento? Porque, cuando se trata de poner en duda siquiera si un texto fue realmente dicho por el personaje a quien se le atribuye, la ciudadanía es susceptible de no hacerlo. Ni hablar de la necesidad de verificar si una afirmación es verdadera o falsa.
Los seguidores de Trump creen en su buena fe y defenderán lo que diga sin verificar primero que efectivamente lo haya dicho. Los opositores entran en una posición defensiva con respecto a lo dicho porque, en teoría, lo dijo Trump. La alfabetización digital aún no alcanza el que debería ser ya su gran logro: enseñar a cuestionarlo todo. Esta persona dejará la presidencia después de haber expuesto las vulnerabilidades argumentativas de la gente de nuestro tiempo.