Ese día Luis Carlos Galán estaba eufórico. En las encuestas de El Tiempo, El Espectador y en las cadenas radiales aparecía como el seguro ganador de la consulta del Partido Liberal a la Presidencia de la República. Vivía en el barrio El Polo de Bogotá y hacía dos semanas su cuerpo de seguridad había sido cambiado por orden directa del director del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), Miguel Maza Márquez. Del nuevo esquema, Galán confiaba plenamente en algunos guardaespaldas, en especial en Santiago Cuervo, que trabajaba con él desde inicios de 1988.
Dos días después del atentado en Soacha, Cuervo murió por una bala de metralla que le perforó 18 veces el intestino. A pesar del balazo, fue uno de los dos escoltas que socorrió a Galán aquella noche.
Su familia lo recuerda con más orgullo que dolor. La razón es clara: “Él murió defendiendo a Luis Carlos Galán”, cuenta su padre, Alfonso Cuervo, cada vez que le preguntan por su hijo o recuerda el 18 de agosto de 1989.
Ese es al final de cuentas la principal tarea de un guardaespaldas: minimizar los riesgos de quien protegen. Guardan la espalda ante un ataque sorpresivo o una agresión súbita. Para esto deben manejar varios principios básicos, como explica la academia Skornik Security de Israel, “ubicación, observación, protección, reacción y extracción, con sus respectivas técnicas, tácticas y logística”.
Un suboficial del F-2 fue amenazado cuando se enteró del presunto montaje que hizo la policía para hacerle creer a la justicia que sí le había prestado seguridad a Luis Carlos Galán.
Estos principios y tareas se ajustan de acuerdo a las circunstancias y la persona o “el objetivo” a proteger, en nuestro país hasta relativamente pocos años los personajes públicos, entre ellos los políticos, no tenían un esquema de seguridad como hoy, o si lo poseían, estaba conformado por personas de confianza, amigos personales que suplían los vacíos de seguridad. Jorge Eliécer Gaitán fue uno de estos, al igual que algunos presidentes y primeros empresarios de aquella época. Hoy es diferente, basta ver los esquemas de seguridad de Álvaro Uribe o de Luis Carlos Sarmiento Ángulo para comprobarlo.
¿Qué guardaespaldas han muerto en su oficio en nuestro país? ¿Quiénes eran las personas a quienes protegían? ¿Quiénes sus enemigos? ¿Qué vínculo se creó entre el protegido y su escolta?
El amigo personal de Galán y cofundador del Nuevo Liberalismo, Rodrigo Lara Bonilla, fue asesinado el 30 de abril de 1984, a las 7 y 30 de la noche, a la altura de la calle 127 con Avenida Suba de Bogotá, ocho meses después de ocupar el cargo de Ministro de Justicia. Cuando se desplazaba dentro del automóvil Mercedes Benz, placas FD 5883, fue alcanzado por una motocicleta conducida por Bayron Velásquez, alias ‘Quesito’, en ella iba Darío Guisao Velásquez, alias ‘Carlos Mario’, quien disparó sobre el ministro y le causó la muerte.
En el atentado resultaron heridos dos de sus guardaespaldas: Octavio Vega Baquero y Trino Peña Tolosa.
En uno de los interrogatorios Velásquez narra que no conocía a Lara Bonilla ni a Bogotá. 'Carlos Mario' le dijo que fuera a la oficina del señor del Mercedes blanco, cuando pasaron por su oficina, sobre las 7 y 15 de la noche, no estaba Lara Bonilla, hacía diez minutos que habían salido hacia su casa. Para no perder esa noche, Guisao le explicó a Velásquez la ruta y los tiempos de la avanzada de seguridad de su objetivo. Cuando iban pasando una glorieta e intentaban salir de un pequeño trancón, se toparon de frente con el carro de Lara Bonilla, “cuando lo fuimos a alcanzar vi que iba atrás una camioneta como grisecita o cafecita, entonces ahí mismo me dijo que lo arrimara al pie del Mercedes blanco y apenas lo arrimé empezó a disparar por el vidrio de atrás..."contó Velásquez.
Pablo Escobar no fue el único determinador del crimen. También estuvieron implicados el Clan Ochoa, Gonzalo Rodríguez Gacha, Carlos Lehder y Pascual Gil Vargas, así como Evaristo Porras.
En 1995 ocurrió uno de los más enmarañados asesinatos políticos de nuestro país. Álvaro Gómez Hurtado y su guardaespaldas, José Huertas Hastamorir, abogado de profesión, fueron asesinados en su automóvil, cerca de la Universidad Sergio Arboleda, en la que Gómez era catedrático.
Huertas sentía un afecto paternal por Gómez, “alguna vez me dijo que daría la vida por él y así ocurrió", cuenta Enrique Gómez, hermano de Álvaro.
Huertas tenía 34 años y era boyacense. “En 1987, le asignaron su primera y única misión: defender hasta la muerte al doctor Álvaro Gómez y a su esposa Margarita […] él estuvo en la academia de instrucción y se graduó con honores", cuenta su padre, Joselín Huertas. Pita Samoré, la madre de Huertas comentaba que “él turnaba su oficio como escolta de Gómez con la carrera universitaria”.
Incluso, Huertas le salvó la vida el 29 de mayo de 1988, el día que fue secuestrado Álvaro Gómez por un comando del M-19, que asesinó a Juan de Dios Hidalgo, el escolta del DAS que reemplazó a Huertas mientras tenía una clase de Derecho Constitucional.
“¡Su misión está cumplida!”, afirmó su padre en su funeral.
Álvaro Gómez fue abaleado cerca de la Universidad Sergio Arboleda, donde era profesor.
El proceso, como lo indica un informe de la Fiscalía General de la Nación, “no cuenta con material probatorio, como el vehículo en el cual fue asesinado”. Los hechos ocurrieron el 2 de noviembre de 1995, a las 10 y 20 de la mañana, cuando salía de la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá.
Otro caso fue el del exministro de Interior y Justicia del gobierno de Álvaro Uribe Vélez, Fernando Londoño Hoyos, quien en la mañana del 15 de mayo del 2012 transitaba por la calle 74 con Avenida Caracas en su automóvil blindado, junto con su cuerpo de escoltas. El vehículo siguió su ruta y estacionó la camioneta en la esquina de la avenida, en la parte del semáforo. Antes que el semáforo cambiara la señal de avance, un individuo que se hizo pasar por vendedor ambulante, se acercó y adhirió una carga explosiva a la camioneta. En un informe de la Policía Nacional, se explica: “Uno de los escoltas (Suboficial de la Policía), al percatarse de la situación, intentó retirar el artefacto explosivo, pero la bomba detonó al momento de la manipulación”.
Los dos guardaespaldas que murieron fueron el intendente Rosenberg Burbano y José Ricardo Rodríguez.
Burbano se vinculó con la Policía desde octubre de 1995, obtuvo 47 felicitaciones y condecoraciones. Melissa Durán, la recepcionista del edificio donde hacía su programa de radio Londoño Hoyos contó que “durante siete años de trabajo con él nunca permitió que lo desvincularan de su esquema de seguridad”. Burbano estudiaba psicología y era padre de un niño de diez años, “no quería quedarse solamente como patrullero y decía que si le llegaba a pasar algo siendo escolta, tenía posibilidades de dedicarse a otro oficio si tenía un título profesional”, recuerda Durán.
La revista Semana reveló que una banda de criminales recibió mil millones de pesos por asesinar a Londoño Hoyos.
Ricardo Rodríguez, entre tanto, tenía alrededor de 34 años, era más reservado que su compañero. Por su compromiso y lealtad también se había ganado un lugar de confianza en el esquema de seguridad de Londoño y precisamente él conducía la camioneta blindada en el momento del atentado.
Por último, el caso de German Vargas Lleras. En la noche del 10 de octubre de 2005, cuando el entonces senador se dirigía a su casa luego de participar en el programa Hora 20, un carro bomba estalló en la carrera 9 con calle 71, en pleno centro financiero de Bogotá. El conductor del carro blindado en el que iba el senador "reaccionó con pericia", como contó luego Vargas Lleras a la revista Semana.
Con las llantas destruidas y algunas latas dañadas llegó hasta la Escuela de Caballería para darle refugio a su protegido.
La acción extremista provocó nueve personas heridas, entre ellas tres escoltas del congresista, un celador que se encontraba cerca del lugar de la explosión y varios transeúntes. El carro fue activado cuando pasaba la caravana con el congresista, pero la explosión afectó directamente al vehículo de los escoltas que sufrieron heridas. Uno de los tres escoltas que resultó lesionado, perdió un ojo y un oído.
Norteamérica
El 30 de marzo de 1981 ocurrió un atentado contra el presidente norteamericano Ronald Reagan , dos meses después de su posesión. John Hinckley Jr. estaba obsesionado con la actriz Jodie Foster y con ‘Taxi Driver’, la película de un remilgado taxista interpretado por Robert de Niro. Según la revista People, “escribió numerosas cartas y notas a Foster a finales de 1980. La llamó dos veces y se negó a darse por vencido cuando ella le indicó que no estaba interesada en él”.
Resuelto a llamar a atención de Foster, Hinckley decidió atentar contra el presidente de la nación.
Poco antes de las 2:30 p.m. (hora del Este), Reagan salió del hotel por la salida hacia T Street NW rumbo a su coche que le esperaba, Hinckley surgió de entre la multitud de admiradores y disparó un revólver Röhm RG-14 calibre 22 seis veces en tres segundos.
La bala que hirió a Reagan se detuvo a pocos centímetros de su corazón, luego de rebotar en un carro de su escolta.
El relato del Washington Post es detallado: “La primera bala alcanzó en la cabeza al Secretario de Prensa de la Casa Blanca, James Brady. La segunda le dio en la espalda al oficial de policía del Distrito de Columbia, Thomas Delahanty. La tercera sobrepasó al presidente y golpeó la ventana del edificio de enfrente. La cuarta bala le dio en el abdomen al agente del Servicio Secreto Timothy McCarthy”. La quinta fue la que hirió a Reagan.
Julie Wolf en un reportaje (“John Hinckley Jr.”), cuenta que todo el incidente fue grabado en video por al menos cinco cámaras, incluyendo las principales cadenas de televisión abierta, “Hinckley preguntó a los agentes que lo detuvieron si la Ceremonia de los Óscar de esa noche se pospondría debido a los disparos, y de hecho fue pospuesta, pues se transmitió la noche siguiente”.
El otro incidente con guardaespaldas ocurrió en México, a Enrique Peña Nieto cuando era gobernador de Veracruz. Cuatro escoltas de su familia fueron ejecutados mientras custodiaban a los hijos, la suegra y el cuñado del hoy mandatario mexicano.
Según la narración de algunos testigos, los escoltas de Peña Nieto se trasladaban en una camioneta Durango, color gris último modelo con placas de circulación LXU-2400, atrás de otra camioneta en la que iba la familia del gobernador del estado de México. Cuando se dieron cuenta de que eran seguidos por al menos otras dos camionetas, los escoltas se separaron del vehículo en el que iban los parientes de Peña Nieto y fueron alcanzados en el sitio antes señalado, cerca de un malecón. Los sicarios abrieron fuego en contra de los escoltas, quienes intentaron repeler la agresión sin éxito.
En el lugar quedaron los cadáveres de los cuatro guardaespaldas: dos en el interior de la camioneta Durango y los otros dos en la calle, mientras que los agresores se dieron a la fuga.
Los guardaespaldas que murieron fueron Guillermo Ortega Serrano, Erick López Sosa, Roberto Delgado Nabor y Fermín Esquivel Almanza, quienes fueron confundidos con bandas rivales por presuntos narcotraficantes.
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