El Vichada es un paraíso por descubrir. Aunque el turismo en esa zona ha ido creciendo con el paso de los años, sigue sin estar en el top de lugares para visitar. Muchos colombianos aún desconocen la riqueza y biodiversidad en ese departamento, pero no solo eso, sino las increíbles historias de personas como Mafe, que han hecho de su territorio un lugar soñado.
A 120 kilómetros de Puerto Carreño, la capital del Vichada, en medio de la majestuosa sabana y junto a un río de aguas cristalinas, esta Rancho Barú: una finca turística que comenzó como el sueño de una familia hace más de doce años y hoy es una realidad.
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María Fernanda Castellanos (Mafe) y su esposo Edgar Zamora han trabajado hombro a hombro y pasaron muchas dificultades antes de hacer de Rancho Barú el espacio que es hoy. La finca ofrece paquetes turísticos que incluyen hospedaje, alimentación y deportes náuticos en el río Caño Mesetas.
Hace más de una década Mafe fantaseaba con un lugar donde pudiera crecer laboralmente, conseguir estabilidad económica y tener tiempo para compartir con su familia. Hoy, dice que el límite es el cielo, pues tras muchos esfuerzos logró conseguir todo eso que se propuso.
Rancho Barú no es solo una finca turística, es el hogar de una familia que con todo el amor recibe a locales, nacionales y extranjeros para brindarles una experiencia única. Apenas llegando al lugar se puede sentir lo acogedor y tranquilo que es ese sitio.
Mafe, su esposo, sus hijos y los colaboradores siempre están esperando a los turistas con una sonrisa en la cara y lo mejor de la gastronomía de la región sobre la mesa.
Un lugar único
Dormir en Rancho Barú sin duda es una vivencia totalmente diferente a lo que se está acostumbrado. La infraestructura del lugar en sí ya es bastante particular pues fue diseñada por su dueña, así que no es posible encontrar otra finca igual.
Hecha en madera, está constituida por dos pisos. En el primero están los dormitorios de Mafe y su familia, la cocina, los comedores y una habitación para visitantes. En el segundo nivel hay una habitación con dos camas y cuatro ventanas sin vidrios, por lo que el aire corre libremente haciendo de ese un lugar fresco y agradable. En el balcón hay más camas, para quienes disfrutan dormir al aire libre pero totalmente cómodos.
En la finca hay un espacio para los amantes del descanso en un buen chinchorro, así como para las personas que disfrutan acampar.
Aunque Rancho Barú ya es lo que un día Mafe y su esposo planearon, la familia sigue trabajando por optimizar su infraestructura y servicios. A ella le brillan los ojos cada vez que habla de lo que viene para la finca: glamping, puente tibetano y más atracciones acuáticas. María Fernanda asegura que pronto todo eso estará listo porque solo "el cielo es el límite para los sueños".