Ninguna persona, en sus cabales, dispararía contra una multitud. Pero pasa, y con una regularidad alarmante. En el último tiroteo, Sthepen Paddock, un hombre de 64 años, mató a 59 personas y dejó heridas a más de 500 en un concierto en Las Vegas. Los Estados Unidos vuelven a ser foco de la atención del mundo por esta clase de hechos.
Los relatos conocidos hasta ahora apuntan a que Paddock parecía un “tipo normal”. ¿Qué pasó entonces para que se convirtiera en el gestor de la peor masacre de la historia moderna de los Estados Unidos? Es muy pronto para arriesgarse a lanzar hipótesis. Falta esperar los resultados de la investigación que, ante la gravedad de los hechos, no tardaran en salir.
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Sin embargo, por las circunstancias del tiroteo y por otros aspectos, es posible hacer un acercamiento –intentar hacerlo, en realidad–, a lo que podría haber en la mente de un tipo que un día se levanta con la intención de matar gente. Y de hacerlo como Paddock lo hizo.
En la mente de un asesino
La doctora Marcela Alzate, presidente de la Asociación Colombiana de Psiquiatría, nos dio una mano en la arriesgada tarea de perfilar un asesino de esas dimensiones. Sin bien, el perfil no es, en concreto el de Paddock, sí es posible desde la psiquiatría generar reflexiones en torno a lo que impulsa a un individuo así.
Hay varios elementos que permiten la configuración de un asesino. El ambiente y las circunstancias, por ejemplo. Además, habría problemas orgánicos como la falta de producción de Seretonina, sustancia que, entre otras funciones, es un neurotransmisor que regula algunas emociones. Incluso podría haber anomalías cromosómicas.
Sin duda, hay puntos de inflexión que se deben tener presentes: “en muchos casos –explicó la doctora Alzate–, detrás de la conducta homicida hay una falta de empatía”. Eso significa una desconexión con el otro. O sea, “el otro no importa”.
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La empatía, de acuerdo al diccionario, "(del griego ἐμπαθής, «emocionado») es la capacidad cognitiva de percibir (en un contexto común) lo que otro ser puede sentir. También es descrita como un sentimiento de participación afectiva de una persona cuando se afecta a otra". En esa medida, la incapacidad de sentirla está ligada a la forma como la sociedad trató al potencial asesino . Es una especie de relación de causa/efecto: se rechaza al individuo –rechazo dado por muchas razones–, lo que produce en él un paulatino desprendimiento del grupo, que en el mediano o largo plazo desencadenará la conducta homicida. Aunque, y en eso es enfática la psiquiatra, “eso no es en la mayoría de los casos. En realidad se da, más bien, en casos aislados”.
En otras palabras: la dureza con la que un grupo trata a una persona, sumado a “experiencias traumáticas” –matoneo, abusos, rechazos–, irán generando un sentimiento de odio, que crecerá como una bola de nieve, y que tarde o temprano se manifestará. Una de esas manifestaciones es la agresión; también el suicidio. Y en otros casos es, además del suicidio, un homicidio. O varios.
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No obstante, “no hay una enfermedad mental codificada”. Un asesino puede parecer una 'persona normal'. Sin embargo, detrás de los hechos como el de Las Vegas –o el del bar Pulse, en Orlando; la secundaria Columbine, en Colorado; el teatro Bataclan, en París, y otros tantos–, hay móviles claramente identificables: la venganza, como respuesta a condiciones de rechazo; esto, a la vez se convertiría en una necesidad de figuración, es decir que “quieren pasar del anonimato a una notoriedad. Además buscan publicidad”.
Así las cosas, la doctora Alzate dijo que es posible, desde la psiquiatría, identificar elementos comunes de un potencial asesino como Paddock. “No saben relacionarse; no sienten empatía ni remordimiento; son solitarios y aislados (por eso los medios los llaman ‘lobos solitarios’); presentan comportamientos identificables que no tendría una ‘persona normal’. A veces actúan como tal (como 'persona normal')", de ahí la dificultad para que desde la ciencia médica se pueda prevenir esa clase de comportamientos.
Una triste constante en los Estados Unidos
En la historia moderna de los Estados Unidos ha habido más masacres de este tipo que en cualquier otro país. Detrás de la regularidad y las circunstancias hay una constante: la facilidad para conseguir armas legalmente.
Ahora, y de acuerdo a la doctora Alzate, varios elementos permiten explicar por qué la sociedad de los Estados Unidos es tan proclive a esto. “Hay mucha población: eso implica más posibilidades de que, estadísticamente hablando, haya más personas con alteraciones mentales de esa clase”.
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Además, la sociedad familiar está más disgregada. Si partimos del ejemplo de Colombia –explicó la experta–, “aquí siempre habrá alguien que esté pendiente de uno. Eso significa que hay grupos de soporte”. En esa medida, que no haya lazos que "soporten y sirvan de apoyo" ante situaciones límite es otra de las razones que aportarían a la paulatina configuración de un asesino en serie.
La suma de los factores anteriores “hará que, desafortunadamente, hechos como este (la masacre en Las Vegas) tiendan a repetirse”.