
*Esteban tiene dos caras. Ambas desafían los esquemas sociales más establecidos. Algunas noches vestido como mujer sale a las calles de Medellín a prostituirse, otras veces, desde su casa, se desnuda para otros hombres frente a un computador. Ese es su trabajo.
Pagar por sexo dejó de ser un tabú, como también lo ha dejado de ser el homosexualismo, que al igual que los heterosexuales, se han introducido en el mundo de los chats eróticos que ofrecen considerables sumas de dinero a cambio de sexo a distancia. "En un mes bueno saco dos millones de pesos”, dice *Esteban.
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Tiene 23 años, es homosexual y cuando sale a la calle a prostituirse se convierte en mujer. Inició desde hace tres años en el oficio y lleva diez meses, “putiando para un chat erótico: comencé como hombre en la plataforma y le hacía show a hombres que sienten gusto por el cuerpo masculino, pero desde que me decidí por ser travesti gano mucho más”, cuenta el joven, al que por su contextura se le facilita la transformación. Es delgado, alto, tiene el cabello castaño y los ojos color miel.
Aunque todavía se prostituye en la calle, dice que hacerlo por el computador es más fácil, seguro y mejor pago. “La calle no la dejó porque me encanta transformarme en mujer, que la gente me vea y los hombres se exciten. Lo bueno del computador es que no hay riesgos como en la calle: donde a veces te pegan y otras no haces ni para los pesajes. Otra ventaja es que si el hombre es feo o desagradable, no importa porque no abra contacto, pero lo mejor es cuando llega la plata", dice mientras luce uno de sus tatuajes que tiene en el coxis. "Me hace ver más sexy...¿no?, se ríe.
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*Esteban ahora se ve más como una mujer y eso se debe a dos operaciones que se ha practicado para lucirse en sus conferencias eróticas. “Me operé el culo (risas), lo quería gigante como el de Jennifer López, y la nariz, esto me ha dado toques más femeninos y ha aumentado mi trabajo en cantidades. Aunque tengo el dinero, no sé si operarme las tetas porque en ocasiones hay clientes que piden cuerpos masculinos y yo me quito le peluca, me desmaquillo y hago de *Esteban”,
Su nombre de mujer es Chantal y dice que a los chats eróticos llegó por pura suerte. “Estaba en la calle putiando y pasó un señor entregando papelitos, en donde decía que se necesitaba gente joven para trabajar por Internet, llame al día siguiente y me contaron como era el negocio, todo eso me pareció muy bueno y comencé. Tuve un poco de miedo porque me pagaban cada mes y debía ir a trabajar en una casa grande, adecuada con computadores, las paredes pintadas de blanco y llena de maricas empelotándose por la plata”, dice Chantal.
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Gana bien porque, según dice, "Chantal es un producto de exportación. El cliente del travesti es sin duda el hombre mayor europeo que no ha salido del clóset. Conozco muchísimos españoles por la facilidad del idioma, pero he atendido italianos, rusos, francés, que siempre te prometen llevarte a vivir allá y te ven dos tres veces por semana. A alguien que conozco se la llevaron a vivir a Italia y ahora vive como una reina, aunque no es mi sueño, de pronto me pase y de una arranco”, relata entre risas Chantal.
El proceso de embellecimiento de Chantal es de varias horas, por es decidió mudarse a la casa de las paredes blancas donde hace sus chat. “Soy de Manizales, vine a Medellín desde hace cuatro años que me volé de la casa. Cuando llegue vivía en el centro con varias maricas, pero el administrador del negocio me propuso que me viniera para acá y eso me beneficia porque Chantal lleva mucha producción: Primero me rasuro todo, después de salir del baño, me maquillo; uso pestañas postizas, labial rojo, ojos muy maquillados de negro, uñas postizas siempre de rojo y las mejillas rosadas, me pongo la peluca y de ropa un baby dolls que deja ver todito para que el cliente se anime”,
Según Chantal, los encuentros con los clientes constan de tres momentos. “El primero es cuando te selecciona en el perfil, después le dan la opción de pagar 5, 10 o 20 minutos, pero ellos siempre usan más de media hora y le ponen a hacer a uno cosas impensables".
Estas páginas arrastran a un juego de seducción, en donde si lo logran, que el usuario ingresa a un chat privado, este pagará con tarjeta de crédito. Cada minuto de la conversación cuesta 1,99 dólares. La página se queda con el 65% de ese dinero y el 35% va para el modelo, explica Chantal.
En esta extensión de la prostitución, no es tan fácil independizarse o quedarse con el número de un cliente, debido a que los administradores de las páginas tienen el control de todo y regularmente, bloquean el consumo local. Es una forma de blindar el negocio.
Los dueños de este imperio tienen un sistema para bloquear los logaritmos en los chats. De este modo, una modelo no puede dar su número telefónico ni su correo electrónico, impidiendo así que hagan shows por un sistema diferente. Incluso, si en la fase del no pago muestran más de lo que debe, la página les toma una foto y se las envía a su correo mostrándoles la infracción y notificándoles que su cuenta estará bloqueada por determinado tiempo.