Cada vez que Fanny Kertzman escribe, se incendia. Sus columnas, de las más leídas en KIEN&KE, son desparpajadas, descaradas, escandalosas y subversivas, pero sobre todo incendiarias. Las reacciones que genera son predecibles: la acusan de puta, ladrona, loca, judía… Hasta de ser judía, ¿dónde se ha visto? No hay comentario que logre amedrentarla, todo lo que sus lectores tienen que opinar la divierte muchísimo. Pronto escribirá sobre por qué se fue de Colombia.
Le pica la verdad, sale de su boca sin pedir permiso. No le ve el misterio a decir la verdad y tampoco entiende el éxito que han generado sus columnas, que son su manera de tomar notas para el siguiente libro que escribirá sobre su vida, y una forma de matar sus demonios sin tener que pagarle a un terapeuta.
Tanta honestidad ha tenido consecuencias. A pesar de que su hija se ríe mucho con sus columnas –pero no lee las que son sobre sexo, porque para los hijos los padres nunca tienen sexo–, su mamá, una mujer próxima a cumplir 80 años lee todo lo que Fanny publica, y no dijo nada hasta cuando publicó la columna titulada: ‘Oda a la marihuana’. La mujer le envió un correo electrónico en que la acusaba de estar “tirándose su propia vida”. Le dijo que algunas cosas deben permanecer privadas. No entiende su necesidad de hacerlas públicas y dejó de hablarle durante una semana. Fanny había querido esperar a la muerte de su mamá para comenzar a escribir su columna, pero la mujer está en excelente estado de salud y a 6 horas en avión de distancia. Por eso se arriesgó a escribir.
Es fácil hacerlo estando tan lejos porque así no tiene que enfrentarla todos los días, ni a su mamá ni a los miles de colombianos indignados. Si no fuera por su mamá, contaría mucho más de cuanto ha dicho hasta el momento. Y Colombia volverá a incendiarse cuando se entere de que Fanny Kertzman solo ha contado un 10% de las cosas que ha vivido.
Fanny Kertzman fue nombrada directora de la Dian en 1998.
Muchos la acusan de haber robado, aunque no existan pruebas para demostrarlo. Lo cierto es que Fanny está en la olla. Vive en el sótano de una casa y paga menos de 600 dólares al mes por un espacio que solo tiene dos ventanas pequeñas, sala, cocina, un baño y dos cuartos. Hoy se gana la vida como intérprete en un hospital y asistiendo por teléfono a latinoamericanos que se niegan a aprender inglés. El problema son las nuevas generaciones que fueron criadas creyendo que por el hecho de ser un funcionario público se es ladrón.
A Fanny ni siquiera le interesa defenderse de tales acusaciones. Tiene la conciencia tranquila. Es cierto que tiene enemigos, muchos, pero a ninguno le teme, pues ninguno es peligroso.
En la época en que salió de la DIAN, varios integrantes de la “crema y nata cachaca” –como los llama ella– no le pasaban al teléfono. La situación no mejoró con su salida de la Embajada de Canadá. Cuando dejó de ser útil, mucha gente dejó de tenerla en cuenta.
Kertzman asegura que en Colombia quien ocupa cargos públicos es tildado de ladrón.
¿Y qué queda de la señora de los perros a quien apodaban 'La Fiera'? La fiera vuelve a aparecer cada vez que Fanny viaja a Colombia, específicamente al caos de Bogotá. La fiera aparece para defenderse de los taxistas, el tráfico y el servicio al cliente, por quienes se siente agredida. Fanny sigue siendo la misma mujer a la que tanto temían cuando manejaba la DIAN, pero ese es el tipo de puesto que endurece a la gente, por eso hasta ahora se “ablandó”.
Vive una vida muy sencilla, aunque durante muchos años fue una experta cocinera de platos típicos judíos, hoy en día no prepara más que sándwich de queso caliente y ciertas frutas. No bebe alcohol, no fuma marihuana ni tabaco. Era amante del chocolate amargo pero hoy en día no le llama la atención. Todos sus vicios han sido remplazados por la Benzodiazepina, la droga que calma todos los males que padece, a los que tantas veces se ha referido en sus columnas. Es además la responsable por su falta total de apetito, razón por la cual ha perdido quince kilos y la talla 4 comienza a quedarle grande.
La primera vez que comenzó a deprimirse fue cuando llegó a vivir a Bogotá a estudiar Economía. Pero sufrió su más seria depresión cuando quedó embarazada de su hijo, Pedro. El bajón químico fue tal, que no pudo cuidarlo los primeros 9 meses. Fanny solo puede controlar su enfermedad cuando está medicada.
Fanny Kertzman no quiere casarse pero desearía encontrar un hombre que la mantuviera.
Hace poco abrió una cuenta en Twitter: @Irenewrites pero dice que casi no la usa porque no se le ocurre nada inteligente que decir. Primera vez que no le creo a Fanny Kertzman. En estos tiempos colombianos en que ser inteligente está de moda, Fanny plantea que si esa hubiera sido la moda cuando vivía en Colombia, otra hubiera sido su suerte. Entonces solo se notaba si una mujer era fea o bonita. “Vamos evolucionando”, dice Fanny.
A pesar de que durante muchos años fue muy cercana a la astróloga Anaís Peña a quien le consultaba cada paso que daba, hoy en día no cree en la astrología. No le encuentra ningún sentido. Fanny Kertzman ya no cree en nada. Ya no busca novio o marido, aunque si aparece está bienvenido. Si pudiera diseñar al tipo de hombre perfecto para ella, lo querría con poco pelo, sin barriga, inteligente, que lea literatura y no-ficción, pero nada de ciencia ficción o vampiros. A esta altura de su vida no le importa que el hombre tenga hijos o sea calvo, pero lo quiere sin barba y bigote.
Actualmente tiene un “tinieblo” que vive en Bogotá; un hombre que la contactó a través de sus columnas. Pero no es un romance, pues a Fanny eso no le interesa. Más bien es un pasatiempo para cuando descansa de los libros, que actualmente son su única fuente de placer. El “tinieblo” está quebrado, una cualidad en los hombres para la que Fanny parece tener un imán. Fanny quiere un hombre rico que la mantenga, que no pretenda que ella viva con él pero que le permita no volver a trabajar.
No ha sido fácil hallar trabajo a su edad. Decidió dedicarse a ser intérprete por su cuenta luego de haber tenido varias entrevistas en las que quienes la entrevistaban eran menores que ella. Esto los hacía sentir amenazados y por eso nunca la contrataron.
Ocho años después de la muerte de Enrique Kacew, su esposo, Fanny dice que ya ha superado y chuleado la etapa del matrimonio. No se siente la viuda de Kacew, porque para comenzar nunca tuvo la identidad de ser: “la esposa de”. Él era más bien SU esposo. Aún sigue lidiando con el loco de su exnovio, un norteamericano llamado Morrie al que se refiere en sus columnas, quien le puso una demanda civil en Atlanta que Fanny debe atender constantemente. Morrie, quien se convirtió en una adicción, es la razón por la que Fanny se fue de Atlanta y llegó a vivir a Portland (Oregon), donde ya vivía su hija, Perla.
Si pudiera cambiar algo sería su alcoholismo, pero lo acepta como una enfermedad. Solo se arrepiente de haber gastado tanta plata en el pasado, que tanta falta le hace hoy en día. En diez años querría ser millonaria, pero al paso que va jamás lo va a conseguir. La solución sería casarse con un millonario, pero Fanny tampoco quiere volver a casarse. Futuro incierto, pero lo que es claro es que Fanny Kertzman seguirá escribiendo e incendiando Colombia con cada una de sus columnas.
¿Por qué Fanny Kertzman decidió revelar sus intimidades?
Mar, 12/06/2012 - 15:30
Cada vez que Fanny Kertzman escribe, se incendia. Sus columnas, de las más leídas en KIEN&KE, son desparpajadas, descaradas, escandalosas y subversivas, pero sobre todo incendia