Los entrenamientos y partidos de fútbol a veces no reflejan el verdadero sentir de los protagonistas y lo duro que les ha tocado en la vida.
Muchas veces los hinchas y la gente en general solo se fijan en sus lujos sin tener en cuenta las dificultades que ellos tuvieron que pasar para llegar hasta ahí, y más en un país como Colombia donde varios de los futbolistas profesionales han sido víctimas de los desplazamientos, la violencia y la guerra.
En 1985, año del auge del narcotráfico, el debilitamiento del proceso de paz en el gobierno de Belisario Betancur, la toma del Palacio de Justicia y la erupción del volcán Nevado del Ruiz, nació una esperanza del fútbol profesional colombiano el 13 de enero en la ciudad de Medellín.
La familia Arias Cardona le dio la bienvenida a Luis Carlos, un pequeño fanático del fútbol que desde el estómago de su madre dio muestras de esa pasión. Su ciudad natal es la capital antioqueña, pero su crianza fue en el municipio de La Unión, Antioquia, en la vereda San Juan.
Su casa era de tapia y no había luz eléctrica, pero más allá de no contar con lujos materiales tenía consigo el mayor de los privilegios: una familia. Su madre los sacó adelante a punta de morcilla y tamales y los crió con los mejores valores.
"A mí me salvó que tuve una buena familia para ser mejor persona que profesional", confesó Luis Carlos Arias en diálogo con KienyKe.com.
Durante su etapa de crecimiento siempre hubo un balón a su lado. No podía pasar un día sin que Luis Carlos no tuviera una pelota de fútbol en sus pies; incluso, fue tanto su amor por el balón que un día cuando se le perdió dejó de comer y estudiar hasta que sus padres le consiguieron otro.
En su etapa de niñez y adolescencia el estudio nunca fue su fortaleza ni hubo un interés de por medio como sí ocurrió con el fútbol. Se reunía con sus amigos y vecinos para el famoso 'picadito'. Según Luis Carlos, esos partidos eran "los verdaderos clásicos".
Ni árbitros ni límites de tiempo, el partido finalizaba hasta que alguien gritaba "último gol gana".
"Cerrábamos las calles y la gente se reunía a vernos y apostábamos la gaseosa. Acabábamos con los vidrios de las casas y a la gente no le importaba", recordó con una sonrisa en su rostro.
Así fue surgiendo Luis Carlos Arias en el fútbol. Sin escuelas ni un formador que estuviera detrás de él. Por su mente nunca pasó ser un jugador profesional o alguien reconocido, "yo solo disfrutaba el momento y no pensaba en nada más", aseguró.
"Mi pasión era jugar en la calle, en barro o en un coliseo. Jugábamos cuatro, cinco partidos al día y ni comíamos", dijo. Cuando no había con quien jugar, Luis Carlos Arias pateaba el balón contra un muro y ahí seguía practicando.
Espaldarazo del profe Luis Fernando Montoya en Atlético Nacional
En el año 2000, a la edad de 15 años, la vida de Luis Carlos Arias tomó un giro hacia el campo profesional. Se presentó a una convocatoria de las divisiones menores de Atlético Nacional junto a más de 2.000 niños.
El talento de Luis Carlos deslumbró a los entrenadores a tal punto de quedar seleccionado entre los 20 mejores juveniles. "El técnico era Luis Fernando Montoya. Él me escogió. Él fue quién me dio ese empujón para empezar a nivel profesional".
Según Arias, en aquel grupo de 20 jugadores había algunos que son reconocidos hoy en día como Marlon Piedrahita, Camilo Zúñiga y Camilo Pérez.
Para llegar a cada uno de los entrenamientos en Itagüí, sede de aquella convocatoria de las divisiones menores de Atlético Nacional, Luis Carlos tuvo que recorrer más de ocho kilómetros, ida y vuelta, para poder practicar junto a los demás, ya que no tenía para los pasajes.
A pesar de no tener las bases técnicas del fútbol, Luis Carlos Arias reemplazó esa etapa con el trabajo y compromiso que adquirió con las labores del hogar. Esa fuerza en sus remates la generó de tanto practicar ante un muro y con un balón mucho más pesado que los profesionales.
El amor por el fútbol y las ganas de dejarlo todo en cada partido los adquirió inspirado en unas palabras de su padre.
"Yo jugaba con gente grande y en un partido me metieron una patadota. Yo me puse a llorar y mi papá bajó de las gradas. Cuando se me acercó me dijo delante de toda la gente:"si usted no es capaz de jugar sálgase, el día que usted no sea capaz de jugar fútbol no juegue".
A partir de ahí, cada vez que alguien lo derriba o le tira a hacer una falta, Luis Carlos Arias se acuerda de su "viejo" y se levanta más fuerte que antes.
Después de cuatro años de preparación, Luis Carlos Arias debutó con el primer equipo de Atlético Nacional en el 2005, con 19 años. Lastimosamente para él, el cuadro antioqueño cayó 3-1 ante Deportes Tolima en el Estadio Atanasio Girardot.
Mismo año en que Nacional quedó campeón ante Independiente Santa Fe.
"Mi paso por Nacional fue bonito, aprendí mucho. Pero no fue tan lindo por mi vida personal, porque fueron los cinco años donde empecé mis problemas con el alcohol", recordó.
"Si yo hubiera sido otra persona yo hubiera hecho más cosas en Nacional y hasta a nivel internacional. Yo estaba por encima de muchos que eran Selección Colombia. Dejé pasar muchas cosas por tomar".
Luis Carlos Arias, el futbolista que superó el desplazamiento y el alcoholismo
En el año 2000, Luis Carlos Arias fue una de las tantas víctimas del desplazamiento forzado. Su familia se vio obligada a dejar muchas de sus propiedades para reubicarse en un lugar más seguro.
"A nosotros nos tocó salir corriendo de la vereda y dejar todo. Empezar fue duro porque nos tocó volver a empezar y estar de arrimados", manifestó a KienyKe.com.
Estos golpes de la vida hicieron más fuerte a Luis Carlos Arias y lo formaron como persona antes que como profesional. "Ha habido cosas difíciles que lo marcan a uno. Todo lo olvidaba detrás de una pelota", señaló.
"La gente cree que solo es el momentico y la televisión, pero sí que tocaron cosas difíciles. No pueden decir que a un jugador le tocó fácil solo porque ahorita tiene carro, relojes y demás. Detrás de eso hay una historia", confesó 'Colitas' - apodo de infancia -.
"El jugador tiene los mismos problemas de las demás personas y muchas veces hay que dejar eso atrás para entrenar. La gente se olvida que todos los trabajos tienen dificultades", agregó.
Tras superar el desplazamiento Luis Carlos Arias se enfrentó a una batalla casi igual de fuerte que la anterior: el alcoholismo. A medida que fue ganando dinero y teniendo reconocimiento su vida se desvió hacia el trago y la fiesta.
"El alcoholismo no es un vicio sino una enfermedad", aclaró 'Colitas'. "Hasta no estar borracho no paraba. Yo me desvié mucho porque me creía el mejor del pueblo. Empecé con una cerveza, después aguardiente y después hasta que no me acordaba de nada".
Sus reuniones no eran de horas sino de días. Luis Carlos Arias alcanzaba los 15-20 días tomando y desaparecía del radar de los entrenadores y su familia.
"La sensación de tomar me gustaba y yo no juzgo a nadie porque yo lo elegí", dijo.
El alcoholismo le trajo problema con su familia y su novia, actual esposa, a tal punto que "en mi última borrachera casi me enciendo a machete con mi papá". Su familia lo echó de la casa, su novia de su vida y en Nacional la situación era similar.
Ahí se dio cuenta del error que cometió, pero también tuvo los pantalones para decir "no vuelvo a tomar".
"El 7 de mayo de 2005 me metí a alcohólicos anónimos y todo empezó a cambiar. Empecé a ir a misa y ahora llevo 15 años recuperándome", señaló.
Luis Carlos Arias y su sueño después del retiro
Luis Carlos Arias, campeón e ídolo de Independiente Medellín e Independiente Santa Fe, está por terminar su carrera profesional como futbolista y aunque no quiere alejarse de las canchas tampoco quiere continuar como entrenador de fútbol.
Para Luis Carlos Arias, en el fútbol "hay mucha escasez de valores y ética". Su sueño es inculcar a las futuras promesas la importancia del estudio y los valores dentro de la vida y el deporte. Lo que él vivió a nivel personal y profesional quiere transmitirlo siendo un formador y una voz amiga de quienes vienen en camino.
"Nunca tuve pasión por estudiar pero ahorita soy consciente de que sirve mucho. Nosotros los futbolistas somos muy perezosos y muy dados a que nos hagan las cosas", confesó.
Lejos del desplazamiento y el alcoholismo, Luis Carlos Arias aprendió a construir un camino saludable y de mucho éxito. Sacó a su familia adelante y hoy es un orgullo para sus padres, hermanos, esposa e hijos.