Con más de 12.500 muertos, Brasil vive una de sus fases más críticas en la lucha contra el coronavirus. Por eso, mantener el aislamiento social para disminuir los contagios es una herramienta clave de preservación.
Sin embargo, la cuarentena puede ser tediosa y sobre todo angustiante para quienes viven solos. En Ciudad de Dios, barrio ubicado en la zona oeste de Río de Janeiro, Rosangela Oliveira, mejor conocida como Tía Ro, se dejó llevar por un impulso y, sin pretenderlo, impulsó la creación del programa 'Historias por teléfono', perteneciente a la Secretaría Estatal de Cultura.
“Tía Ro llamó diciendo que se sentía sola y triste, y hablamos por casi media hora. Cuando terminamos, ella estaba mucho mejor de humor y esos 30 minutos quedaron dando vueltas en mi cabeza”, recuerda Pedro Gerolimich, superintendente de Lectura y Conocimiento de Río de Janeiro. “Así fue como nació 'Historias por teléfono'”, agrega.
La mecánica es simple. Se trata de un canal que conecta a personas que quieren leer historias o poesías con otras que están dispuestas a escuchar.
En un principio, la idea estaba destinada a los ancianos que están aislados en sus viviendas en tiempos de coronavirus, pero la magnitud que tomó el proyecto lo convirtió en una red sin una edad determinada.
Actualmente, el proyecto cuenta con cerca de 1.200 voluntarios que se disponen a leer cada día para los casi 3 mil inscritos dispuestos a escuchar. La edad promedio entre los oyentes es de 56 años y entre los narradores es de 43, según datos de la Secretaría de Cultura de Río de Janeiro.
Además de las edades, el proyecto terminó superando fronteras, ya que por medio de comunicaciones vía Internet, las historias llegan hasta oyentes de Portugal, e incluso hay un lector que se sumó como voluntario desde el encierro en Italia.
“Vivo sola con mis perritos y con Dios. Me di cuenta que quienes viven en soledad necesitan de personas que les lean, les hablen o hagan algo por ellas”, dice Tía Ro, de 62 años, quien es empleada pública estatal de la Biblioteca de Rocinha, barrio ubicado en la zona sur de Río de Janeiro.
“Los abuelos, y hasta sus hijos o nietos, pueden registrarse dando su nombre, su teléfono y mencionando si prefieren escuchar poesía o historias”, explica Gerolimich. “A su vez, los voluntarios también deben registrarse, aclarar cuántas llamadas por día pueden hacer y sus preferencias narrativas, entre poesía e historias”, agrega.
Buena parte de los voluntarios está compuesta por músicos, poetas y escritores. “Escribo por hobby, sin pretensiones, y nunca tuve deseos de publicar. Pero vi en esta idea un maravilloso mundo de personas dispuestas a escuchar y me inscribí”, dice la carioca Silvia Andrada, de 41 años.
“Empecé leyendo mis cuentos hace menos de 15 días y ya leí para una decena de personas. Dependiendo de los tiempos, cuento una historia corta o la divido por capítulos”, explica Andrada.
“Más allá de los cuentos, terminamos hablando de la vida, de cómo se sienten. Yo les cuento cómo la estoy llevando y hasta participan mis hijos, de 12 y 14 años, de algunas conversaciones. Es muy emocionante”, agrega la licenciada en turismo.
La Secretaría de Cultura describe a 'Historias por teléfono' como un proyecto literario, por lo que la conversación se entabla, en principio, como un intercambio cultural. Sin embargo, en su cartilla de recomendaciones a los voluntarios aclara que “está permitido” preguntarles a los oyentes cómo se sienten e interactuar fuera del propósito inicial.
Pero no solo de artistas está compuesta la red de voluntarios. Tamires Halak, de 31 años, pasó por terapia intensiva tras sufrir una miocarditis. Justo el día que salió del hospital, el estado de Río de Janeiro decretó la cuarentena obligatoria y ella comenzó su aislamiento social.
“Aún estoy recuperándome del corazón y mi marido es diabético. Es decir, ambos somos parte del grupo de riesgo”, cuenta Tamires. “Poder llamar y leer para estas personas está siendo una experiencia muy enriquecedora. Cuando les hablo, intento llevar un mensaje positivo”, agrega.
“Después de todo esto tendremos un mundo mejor, donde las personas se van a apreciar más, se van a querer y respetar más. Así lo creo, tengo fe en que será así”, dice Tía Ro, la mujer que fue la inspiración de este proyecto y que hoy rompe la soledad de muchas cuarentenas.
Con información de Anadolu