En junio de 2011 el quinto capo más importante del desaparecido cartel de Cali, Phanor Arizabaleta Arzayus, se fue a Estados Unidos en condición de extraditado. Estaba apurado por irse. Sabía que presentándose en una Corte del Distrito de Columbia, donde estaba su proceso por narcotráfico, sacaba mayores ganancias.
Como él, muchos narcos recluidos en el nuevo Establecimiento de Reclusión del Orden Nacional de la Picota (ERON), cuentan los días para montarse en un avión y resolver su situación jurídica con el Gobierno Federal.
Un abogado estadounidense le confirmó a Kien&Ke que desde su reclusión en Colombia este capo estaba colaborando con los fiscales que tenían su caso. Según el jurista, Arizabaleta estaba negociando con los fiscales la entrega de algunos miembros de su familia que controlaron rutas del narcotráfico a través de Guatemala y Honduras.
Según la negociación, el capo caleño tendría pocos meses de cárcel si uno de sus sobrinos, de quien se presume era su gran socio en el negocio, se acogía al sistema de colaboración estadounidense. Tal parece que así ocurrió, y Arizabaleta estuvo tan solo ocho meses en una celda de 2x2 en Washington. Su sobrino ya estaría también en Colombia.
Phanor Arizabaleta era considerado el quinto hombre en importancia del extinto cartel de Cali.
Al llegar a Colombia el curtido narco fue recapturado. Una condena de un juez de Cali lo obliga a cumplir una pena de al menos 20 años de cárcel por el secuestro de Harold Barbosa en 1992, en Cali, y a quien habían obligado a pagar una deuda de un familiar suyo.
Al mismo tiempo Arizabaleta enfrenta varios procesos de extinción de dominio con la Fiscalía. Uno de sus abogados asegura que las autoridades confiscaron años atrás más de 200 bienes que hoy hacen tránsito entre varios e interminables procesos de extinción.