Fabiola Posada tiene la misión de convertir el mundo en un lugar más amable para las gordas. Siempre se resistió a vestirse con ropa suelta. Se negó a esconder su gordura. Buscó ser atrevida y sexi a su manera. Ahora crea sus propios diseños para mujeres que, como ella, quieren sentirse deseadas sin importar que no tengan lo que algunos llaman medidas perfectas. By La Gorda Fabiola es la marca de ropa con la que Posada innova en un mercado árido en Colombia: ropa que haga ver y sentir guapas a las gordas.
Al entrar al Centro Comercial Centro Mayor, al sur de Bogotá, se oye la música reggaetón a todo volumen. Al subir la escalera eléctrica que lleva al segundo piso, se ve una fachada pintada con rayas de cebra. Dos vitrinas con maniquís regordetes y un gran letrero color fucsia resaltan sobre los junto a los demás locales. Al cruzar la puerta de By La Gorda Fabiola, se oyen los alaridos del vocalista del grupo de dance noventero C & C Music Factory cantando: “Everybody Dance Now!”.
La bienvenida la da un galgo de cerámica y un farol antiguo. Ambos blancos. Detrás del farol se encuentra un pequeño sofá con tapizado cebra y cubierto de cojines compañeros con plumas negras. Allí está sentada una rubia platinada que da la espalda y a quien las cuatro vendedoras del almacén atienden con devoción. Reciben su cartera, sus gafas, le ofrecen un café. Un aroma de perfume dulce y penetrante invade el lugar. La diva está en su almacén. Posada sonríe amablemente y abre los brazos para dar la bienvenida a los clientes.
Es muy diferente verla en persona. Debe de ser cierto que la televisión engorda, o tal vez los kilos de más dejan de importar cuando emerge el carácter arrollador de Posada. Vestida con unos leggins negros que forran sus piernas gruesas, botas de cuero hasta la rodilla y una blusa de chiffon con estampado de leopardo, Posada demuestra confianza. Su atuendo lo complementa un juego de accesorios enormes: aretes de plata en forma de plumas hacen juego con un collar de dije de pluma. Un anillo de tres grandes piedras en tonos turquesa abraza tres de los rechonchos dedos de su mano derecha.
Hace dos años, Posada se sentaba a tomar café con Gladys Acevedo, una diseñadora que hacía ropa para flacas, pero que quería incursionar en la moda de gordas. La periodista Amparo Peláez era una amiga en común y llevaba un buen tiempo tratando de presentar a Acevedo con Posada. “Si usted no se reúne con Gladys, yo no le vuelvo a dirigir la palabra y dejamos de ser amigas”, le dijo al fin un día Peláez a Posada. Acevedo admiraba la forma en que Posada se vestía y siempre le preguntaba a Peláez al respecto.
Posada siempre ha buscado romper el molde de cómo visten a las mujeres con sobre peso: “a las gorditas las visten sin moda. El talego puesto y un amarradito a la cintura. Todo muy ancho y oscuro lúgubre porque supuestamente eso adelgaza. Y el infaltable escote en V porque favorece”. Ella se negó. Sabía que los kilos envejecen y decidió rejuvenecer con sus atuendos. “Yo siempre he sido extravagante y rebelde. Vanguardista”, dice la gorda entre risas. “Y soy muy auténtica”.
“Se juntaron el hambre con las ganas de comer”, dice Posada refiriéndose a su sociedad con Gladys, quien era gran distribuidora de ropa, con una larga trayectoria y experiencia en Colombia. A Posada se le cumplía el sueño de poner una tienda para gordas. Acevedo y Posada no solo comparten un negocio, ahora son las mejores amigas. Comenzaron a viajar a Los Angeles con el fin de conocer el mercado de tallas grandes en Estados Unidos y aprovecharon para asesorarse con Andrea, la hija de Acevedo, que es diseñadora de modas y vive allí.
By La Gorda Fabiola elabora desde la talla XL hasta la 6XL. Los patrones de las prendas y la confección la realizan con bodegas chinas en Los Angeles para que los precios sean más bajos. Acevedo y Posada viajan con regularidad para inspirarse en las grandes tiendas de la moda del mundo. Gucci, Armani, Ferragamo, Chanel, y todas las marcas élite están en la mira de estas dos empresarias. Buscan elementos tanto en la ropa como en el diseño interior de los almacenes. Cada detalle es importante.
Posada cuenta algunos de los secretos del éxito de su ropa: “El animal print”. Los estampados animales apasionan a la gorda. Tanto la fachada del almacén como toda su imagen corporativa. Tiene un hombro tatuado con manchas de leopardo y se pinta las uñas con rayas de cebra. Gran parte de las prendas llevan estos estampados de jungla en sus telas. Posada recomienda colores oscuros para la parte inferior del cuerpo y mucho colorido para la superior. “Están en furor los colores ácidos, las rayas y los cuadros”, cuenta. La tienda adapta la moda de las temporadas en Europa y la adapta para las gordas.
Los accesorios son el complemento favorito de Posada. Colecciona anillos, aretes, pulseras y, sobre, todo caretras: tiene 160, incluyendo la más nueva, que recibió para su cumpleaños de su marido, el humorista Nelson Polanía, mejor conocido como ‘Polilla’. La cartera, de Mario Hernández, tiene impresa la imagen de un cuadro de Enrique Grau, el pintor favorito de la gorda. Adora los accesorios, los ve como un elemento indispensable. La tienda tiene montones. Son grandes y vistosos y sirven como distractores para que la gordura no sea el centro de atención.
Posada dice que su rol en el almacén también funciona como asesora de vestuario y sicóloga. Visita su negocio mínimo una vez a la semana y mientras está allí, entran clientas que cuentan con la suerte de recibir los consejos de una experta como ella. “Las gorditas tienen muchos complejos porque no encajan en ningún prototipo de belleza. Yo las paro frente al espejo y les pregunto qué es lo que más les gusta de lo que ven. Si no es algo físico, debe ser algo interior que debe salir a la superficie. A mí me han aceptado con todo lo que los demás piensan que es lobo: mí pelo platinado, mis gordos, bañada en perfume y repleta de accesorios. Ya ni me ven gorda porque me quieren”, cuenta Posada.
Pero no todos los kilos de más han representado felicidad. Hace dos años, Posada estuvo en el quirófano. Un bypass era su salvavidas. Una buena parte de los pacientes que afrontan este procedimiento lo hacen porque quieren bajar de peso. Posada lo hizo porque su médico le advirtió de que era la única opción para evitar un nuevo paro cardiorespiratorio y detener su diabetes. Ambas condiciones amenazaban con quitarle la vida en cualquier momento.
Posada le dijo al médico que se haría el bypass sólo bajo la condición de mantener sus kilos. Ante la imposibilidad de cumplir su promesa, el médico negoció con su paciente una rebaja mínima de peso. El bypass gástrico disminuye el estómago, lo deja del tamaño de un huevo, y en el caso de la gorda, su cirujano lo moldeó para que asemejara a una toronja. Posada rebajó 35 kilos y hoy está feliz. Tiene una nueva oportunidad de vida y una figura que mantiene con juicio. “Tengo la fortuna de salir a la calle y que la gente se me acerque a pedirme que por favor no adelgace más”.
Para la gorda era importante mantener su figura redondeada porque siempre se ha sentido cómoda con ella. Desde que era niña oía decir: “Ay, mira, qué linda la hija de Flori (su mamá), pero tan gordita”. Nunca entendió a qué se referían. Ella siempre sintió que su diferencia la hacía única y bella. Cuando Posada y su hermana, que era flaca, estaban en “edad de merecer”, como dice Posada, los muchachos la preferían a ella. La gorda no ve su apodo como algo negativo sino como un símbolo de diferencia. Y eso es lo que quiere transmitir a través de By La Gorda Fabiola: “No importa si eres gorda, la belleza está adentro, tu eres la responsable de irradiarla”.