A pesar de llevar más de 35 años en medios de comunicación, Javier Hernández Bonnet no es muy amigo de las entrevistas. El destacado periodista deportivo está acostumbrado a ser el de las preguntas, y como buen periodista, no le gusta ser el de los reflectores.
Después de unos cuantos mensajes intercambiados, aceptó sin reparos la invitación de KienyKe.com, no sin antes, recordar que no le gustan las entrevistas, pero que se siente entusiasmado de contar un poco más sobre su vida delante y afuera de cámaras.
"Muy honrado de estar aquí y aceptar esta convocatoria que me han hecho con mucha gentileza para que conversemos sobre lo humano, lo divino y lo que sea necesario", dice entre risas Javier.
Al hablar sobre su trayectoria en el periodismo, recuerda con orgullo su primera experiencia en un mundial y fue Argentina 1978 donde tuvo ese primer acercamiento junto a Sergio Ramírez como narrador, donde hizo una cobertura desde Mendoza, ciudad que en teoría no era una de las más atractivas para cubrir, pero con el correr del certamen, albergó los partidos de Brasil, Perú, Escocia y Holanda, selecciones que en ese entonces tenían grandes figuras.
"Nos terminamos ganando una lotería porque los cruces nos favorecieron".
En medio de una carrera que construyó a pulso, el momento que él considera que fue el del despegue, fue cuando tuvo la oportunidad de trabajar con Edgar Perea, ahí lo sintió como una ceremonia de grado, donde se convenció de que estaba listo para dar el siguiente paso.
Mientras vivía el sueño de cualquier periodista deportivo de cubrir una final de la Copa del Mundo en Estados Unidos 1994, también estaba cumpliendo otro de sus grandes anhelos y era compartir espacio con uno de sus ídolos y referentes como lo fue Perea.
Vea la entrevista completa a Javier Hernández Bonnet:
Primeros años de vida
Javier Hernández Bonnet creció en medio de una familia tradicional en Caldas. Es el segundo hijo de cinco hermanos, con los que, según él, vivían con lo justo. No había mujeres más allá de su madre, a quien le agradece la buena crianza y dedicación a pesar de las dificultades.
Su padre era un agente viajero, iba de pueblo en pueblo a vender artículos dentales, por lo que los periodos de ausencia eran bastante prolongados. Ahí, de a poco, fue descubriendo su interés por los deportes, el Once Caldas, se fue convirtiendo en el pan de cada día y una pasión que fue creciendo con los años.
"Todo se circunscribía a la pasión por el Once Caldas. Esa infancia representó un acercamiento al fútbol muy importante, pero yo también tenía mucha inclinación por el ciclismo, porque en un momento de mi vida nosotros nos vamos a vivir a Medellín, porque mi padre lo trasladan y en Medellín el mensajero de mi padre era un ciclista que fue en Antioquia muy famoso, Óscar González, que es el primer ciclista en ganar un vehículo en una carrera porque el premio era un carro".
Como gran parte de los periodistas deportivos, quiso acercarse al deporte, pero en palabras suyas "era demasiado tronco", por lo que fue encontrando en el periodismo una forma de vivir y ser parte de este mundo.
Cuando iba al estadio, se hacía debajo de las cabinas para ver cómo los narradores relataban y eso le fue dando una hoja de ruta de lo que finalmente quería hacer con su vida.
"Quería algo de deporte, pero no era ni bueno jugando al fútbol, ni tampoco montando en bicicleta. Quería hablar de deportes y empezaba a narrar en el baño de mi casa y mis hermanos todos me hacían bullying, "Oye, estás enloquecido", hoy ya no me hacen bullying, hoy nos divertimos contando esas historias".
En medio de esas anécdotas que cuenta, recuerda que su primer trabajo, fue en una farmacia. En ese entonces, se emocionó mucho y luchó por tener ese trabajo, porque era la única farmacia en el sector que tenía motoneta, y se imaginaba manejando pasando al lado de las mujeres que le gustaban.
Posteriormente, trabajó en Cine Colombia, como vendedor de boletas, después fue vendedor de almacén de pinturas y así, cada que salía vacaciones buscaba un empleo.
"Me acostumbré a que en vacaciones me ingresaban unos pesitos que, en muchos casos, compartía con mis hermanos. Siempre tuve esa iniciativa emprendedora".
La primera oportunidad
Sí, hay un nombre que Javier Hernández Bonnet menciona de forma constante en el transcurso de esta entrevista, es el de Jorge Eliécer Campuzano, su mentor. Fue él quien le dio la primera gran oportunidad de su vida, él identificó en ese entonces, potencial en Javier para ir desarrollando una carrera, es ahí, donde tomó la decisión de mandarlo al ruedo.
"En el camino me encontré tal vez al personaje más importante de mi vida profesional, Jorge Eliécer me enseñó a utilizar el medio como un vehículo para sumar y no para dividir".
Cuando la fórmula se fue consolidando, en los años 70' y 80' en Colombia, los periodistas deportivos se convirtieron en los protagonistas de todo un mercado de fichajes, en el que cada final de año, las principales cadenas del país, se peleaban algunos de los nombres más codiciados gracias a que tenían audiencia.
"Campuzano y yo tuvimos una característica, nosotros no nos íbamos por plata de ningún lado, nos íbamos porque algo no nos gustaba, o porque no nos trataban bien, o porque no consideraban nuestro trabajo. Pero nunca ningún ejecutivo radio puede decir, estos vinieron a decir bueno, me paga tanto o me voy".
Al preguntarle quién era su gran ídolo en el periodismo, indicó que hay un antes y un después en la historia del periodismo deportivo en Colombia, dos personajes que a su consideración le dieron perfume a la profesión y que permitieron que sea vista de otra forma.
"En el periodismo colombiano, dos personas que yo creo cambiaron absolutamente el panorama de la comunicación. ¿En qué sentido? En el sentido de darle estatus al periodismo. Antes de Javier Giraldo Neira, de Manizales y de Hernán Peláez en Bogotá, a un locutor de noticias o deportes, a un periodista o a un comentarista, no le alquilaban un apartamento, no le alquilaban una casa por nada.
Era un medio que era considerado contaminado, dominado por borrachos. Había borrachos, malos maridos y todas esas cosas. Pero entonces apenas aparece un señor que se llama Javier Giraldo Neira, un señor que llama Hernán Peláez y empiezan a decir el doctor Javier Giraldo Neira, el doctor Hernán Peláez Restrepo".
Javier Hernández Bonnet en cámaras
A punta de regaños, Javier logró definir la línea periodística a la que le quería apuntar. Una primiparada, que recuerda hasta el sol de hoy a la perfección, es cuando en una transmisión se quiso burlar de un jugador argentino que llegó a Atlético Nacional, algo que, en ese entonces, estaba muy de moda en Cali, pero que en Medellín no había calado.
Javier se refirió al estado físico del jugador argentino en tono burlesco, apenas realizó su comentario, Campuzano se quedó mirándolo y la familia del defensor que había viajado desde el sur del continente lo alcanzó a escuchar y quedó aterrorizada.
"La señora se angustió mucho con el tema. El papá tenía cara de asombro y Campuzano me cita a la oficina de Radio Todelar, y me dijo "en este medio o por lo menos mientras trabaje conmigo, esto es para construir, nosotros no vamos a burlarnos de la de la gente, nosotros no vamos a hacer ese tipo de periodismo" y desde ahí, fue algo que me quedó para toda la vida.
Quienes hemos seguido la trayectoria de Javier Hernández Bonnet, lo consideramos como un tipo equilibrado, un hombre que piensa muy bien sus palabras antes de decirlas, y más allá de cualquier crítica válida en el mundo del deporte, es una persona bastante respetuosa.
Admite que a varios de sus colegas esto pareciera incomodarles, y de vez en cuando le hacen comentarios que él decide ignorar, después de todo, tiene completamente clara su línea editorial y unos valores los cuales no negocia con nadie.
Dentro de esos colegas que ha conocido en el mundo del periodismo, asegura que uno de sus grandes amigos es Iván Mejía Álvarez, otro referente del periodismo deportivo en Colombia y quien desde hace varios años se retiró de los medios.
Mejía y Hernández Bonnet, son dos estilos completamente distintos, ambos gozan del respeto y cariño de sus audiencias, y a pesar de esas diferencias, a lo largo del ejercicio periodístico aprendieron a conocerse y respetarse.
"Tengo una amistad muy entrañable con un hombre muy polémico, que a veces no nos encontramos en los criterios, pero nos queremos y nos respetamos, 'el gordo' Iván Mejía. Con el gordo Mejía, podemos tener 50.000 discusiones, pero siempre hay un respeto y yo, particularmente por el profeso, una gran admiración, porque lo veo como un tipo auténtico. Uno sabe con Iván Mejía a qué someterse, lo que no ocurre con otros colegas que te venden un discurso y después, cuando están al aire, ejecutan otro".
Reconoce, entre risas, que a pesar de esa amistad y de que ha tenido la oportunidad de visitarlo en su casa en Cartagena, no ha podido convencerlo de que regrese a los medios. Lo ha intentado en tres oportunidades, Mejía lo recibe de la mejor manera, lo escucha, y después de pasar un rato agradable, la respuesta es un no contundente.
"Todavía nos mantenemos en contacto. Es más, yo he hecho, con autorización de los ejecutivos de Caracol en los últimos años, tres intentos por tenerlo en un proyecto como el Mundial y el 'gordo' dice "no, yo estoy retirado", he ido a Cartagena a convencerlo y me hace sancocho de pescado y toda esa vaina porque es un chef impresionante, pero dice "déjeme tranquilo", no lo veo con ganas de volver, con ganas de joder sí se mantiene. Pero con ganas de volver, no".
Críticas y el origen de un estigma llamado 'Refisal'
Los personajes públicos, normalmente, crean una coraza de acero con la que buscan blindarse de las críticas. Saben que cualquier acción que realicen, por pequeña que sea, generará todo tipo de reacciones, por lo que más allá de pensar en ellos, siempre buscan es proteger a sus familias.
En el caso de Javier Hernández Bonnet, no es la excepción. No tiene redes sociales, no le gustan. No comparte la dinámica del insulto, del irrespeto, esa en la que muchas personas sin identificarse realizan cualquier cantidad de improperios por emitir una opinión o simplemente por trabajar.
A pesar de que al buscar su nombre en redes sociales, aparecen varios perfiles creados, es enfático en asegurar que él ni sus seres queridos administran alguno de ellos.
"Con el pasar del tiempo, termina entendiendo que si no querés que te critiquen, no digas nada, si no querés que te critiquen no hagas y si no querés que te critiquen, no seas nada".
En un país tan pasional por el deporte, más con el fútbol y la Selección Colombia, los hinchas siempre emiten todo tipo de opiniones y comentarios, por más que varios de estos sean difíciles de creer. En el caso de Javier, desde hace varios años le ha tocado cargar un estigma que justamente se ha viralizado en redes sociales y es el de 'refisal' esto por la supuesta mala suerte que muchos dicen le trae a la selección.
Al preguntarle si conoce el origen de este apodo, responde con franqueza que sí.
"El origen tiene que ver con enemistades que se van dando dentro del proceso que uno maneja de juzgamiento y crítica. Yo he sido muy crítico con algunas cosas que no me gustan, que no van con la transparencia, que me parece que no son legales y cuando las tengo que decir las digo y seguramente toco personas muy importantes".
Cuenta con orgullo que en el periodo en el que con más fuerza le decían 'refisal', han sido sus mejores años en términos económicos, y justamente gracias a las cábalas de José Pékerman.
"En el año en que más me dieron, fue el año que más plata gané y gané de una manera muy simple... resulta que en la concentración de Colombia, cada que iba a jugar la Selección en Barranquilla, había el lanzamiento de un producto patrocinador y Pékerman encontró que cada que se presentaba a un nuevo patrocinador la selección no perdía, entonces siempre estábamos el gerente comercial de la Federación, Farid Mondragón, en representación de los de los jugadores, y yo era en la presentación de los derechos de los productos y eso fue sucesivo. Fue fueron seis meses donde me presentaron todo tipo de patrocinadores y no perdíamos".
Asimismo, indica que al ser una persona sana, que no bebe, no fuma, no tiene malos hábitos, no es de escándalos, de algún lado se inventan para criticarlo.
Javier Hernández Bonnet detrás de cámaras
Antes de comenzar esta entrevista, y quizás con toda la prevención de mi parte en cuanto al manejo de su tiempo por el afán que suelen tener personajes con las responsabilidades de Javier, él se sentó, se tomó un vaso de agua, y conversamos tranquilamente por más de 20 minutos.
Hablamos de fútbol, de la vida, el reto que tiene encima con Qatar, los proyectos que tiene en mente y la emoción que le genera cada desafío. Sin ningún tipo de apego, contó algunos de los secretos que tiene preparados para el Gol Caracol en el marco de este mundial. Además, hablamos de su relación con Gustavo Alfaro, técnico de Ecuador y quien fue su compañero de transmisiones durante tantos años con unos análisis impecables.
En esos más de 20 minutos de conversación difíciles de resumir en letras, puedo decir que Javier es de esos referentes que deja huella, comparte el conocimiento, es generoso en la palabra, no escatima en explicaciones y es fanático de los detalles, lo que hace cada conversación y anécdota que cuenta algo disfrutable y que enseña.
Su esposa Carolina Romero lo describe como un hombre tranquilo. El valor que más exalta es el respeto, que va muy de la mano con otros valores como la responsabilidad y la puntualidad.
"Javier es un hombre absolutamente generoso y respetuoso. Yo creo que el respeto es lo que prima y de ahí en adelante eso le genera toda clase de admiración de la gente que lo quiere, de la gente que lo admira. Yo creo que Javier es eso y mucho más".
Actualmente, es un hombre feliz y pleno. Describe su vida en los últimos años como un paraíso. Su hija Sofía, de 15 años, y sus nietos, han sido parte fundamental de esas satisfacciones personales y profesionales que vive. Después de las largas jornadas de trabajo, anhela llegar a su casa a pasar tiempo de calidad de su familia, cuando tiene la oportunidad, ve a su hija jugar fútbol y por supuesto, que los consejos a ella no faltan.
"Tengo que admitir que mi vida, los últimos años de mi vida han sido en ese sentido un paraíso. Con una niña, papá viejo, teniendo hijos grandes, una nieta mayor que mi hija menor, eso me ha dado una vitalidad. De pronto me veo un poquitico más entero que los de mi edad, pero ya tengo 68 años, entonces no soy, no me puedo dar el lujo de desgastarme mucho", comenta entre risas.
El retiro
Con todo y lo feliz que lo hace el periodismo, asegura que el retiro está cerca. El día a día y las responsabilidades, tanto en televisión como en radio, pasan factura y él ya quiere tener más tiempo para los suyos.
Quiere dedicarse a su hija Sofía y a sus nietos, pero la gratitud con Caracol Televisión ha hecho que detenga esta decisión, ya que los directivos del canal no han estado de acuerdo cuando él lo ha manifestado.
"A mis hijos les pagué universidad trabajando en el Grupo Santodomingo... tengo una enorme gratitud con los dueños de Caracol Televisión, con los ejecutivos, mantengo con ellos una inmensa gratitud porque la única garantía que debe tener un periodista es que nunca le prohíban decir algo y ellos nunca lo han hecho".
Al preguntarle, ¿cómo le gustaría ser recordado en el periodismo?, suelta una de esas reflexiones que invitan al análisis.
"Me gustaría más que me recuerden mis compañeros y pupilos, que por donde pase digan yo aprendí esto de Javier Hernández, así como yo se lo aprendí a Jorge Eliécer Campuzano o a Javier Giraldo Neira, de eso estaría inmensamente orgulloso. Porque en la audiencia hay gente que lo aprecia, pero esta profesión, tiene algo que es inocultable y es el que cuando salís de escena te llega rápidamente el olvido. Solo te van a recordar quienes convivieron contigo y recibieron algo de ti. Ese día. El sueño mío, el que cuando me encuentren o se encuentren algunos de los muchachos que han trabajado conmigo, digan "pucha, esto me lo enseñó Javier, Javier me dejó este legado". Ese sería el mejor homenaje".