En 2015, Vanessa van Ewijk, una carpintera de los Países Bajos, decidió que quería tener un hijo. Tenía 34 años y estaba soltera, así que, como muchas mujeres, buscó un donador de esperma.
Consideró la posibilidad de concebir a través de una clínica de fertilidad, pero el costo era exorbitante para ella. En cambio, encontró un candidato ideal a través de un sitio web llamado Desire for a Child, uno de los crecientes mercados de esperma en línea que ponen en contacto de manera directa a los candidatos a donadores con las posibles receptoras. A Van Ewijk le llamó la atención un perfil en particular, el de Jonathan Jacob Meijer, un músico holandés de unos 30 años.
Meijer era guapo, tenía ojos azules y una melena rubia rizada. A Van Ewijk le gustó lo auténtico que parecía. “Hablé con él por teléfono y me pareció amable y educado”, comentó. “Le gustaba la música y hablaba de sus ideas sobre la vida. No era dominante en ningún sentido. Parecía un chico normal”.
Un mes más tarde, tras algunas conversaciones, Meijer y ella quedaron en encontrarse en la Estación Central, un concurrido centro ferroviario de La Haya. Él le proporcionó su esperma y a cambio ella le pagó 165 euros, o casi 200 dólares, y cubrió sus gastos de viaje. Meses más tarde dio a luz a una niña, su primer bebé y, según le dijo Meijer, el octavo hijo de él. (Meijer rechazó ser entrevistado para este artículo, pero sí respondió a algunas preguntas por correo electrónico y afirmó que no dio permiso para que se publicara su nombre).
En 2017, cuando decidió concebir de nuevo, volvió a ponerse en contacto con Meijer. Una vez más se reunió con ella y, por una tarifa igualmente modesta, le proporcionó un recipiente con su semen; otra vez quedó embarazada y dio a luz a un niño.
Sin embargo, incluso antes de eso, Van Ewijk se enteró de una noticia inquietante. Se había conectado en Facebook con otra madre soltera que también había recurrido a Meijer como donador y que le contó que, según una investigación realizada en 2017 por el Ministerio de Salud, Bienestar y Deporte holandés, él había engendrado al menos 102 niños en Holanda a través de numerosas clínicas de fertilidad, un recuento que no incluía sus donaciones privadas a través de páginas web.
Van Ewijk quería que sus hijos fueran hijos del mismo padre y la misma madre, por lo que seguía queriendo que Meijer fuera el donador. Sin embargo, estaba alarmada. Holanda es un país pequeño, con diecisiete millones de habitantes. Cuantos más hermanastros haya en la población que no se conozcan entre sí, mayores serán las probabilidades de que dos de ellos se conozcan de modo involuntario y produzcan sus propios hijos, niños con un mayor riesgo de ser portadores de defectos hereditarios.
Furiosa, Van Ewijk se enfrentó a Meijer. Este admitió que había procreado al menos 175 niños y reconoció que podría haber más.
“Me dijo: ‘Solo estoy ayudando a las mujeres a hacer realidad su mayor deseo’”, recordó Van Ewijk. “Le dije: ‘¡Ya no estás ayudando! ¿Cómo les digo a mis hijos que podrían tener 300 hermanos?’”.
Puede que solo supiera la mitad de la historia.
El primer niño fruto de la fecundación in vitro nació en 1978 y, en las décadas siguientes, la donación de esperma se ha convertido en un próspero negocio mundial, ya que las clínicas de fertilidad, los bancos de esperma y los donadores privados han tratado de satisfacer la demanda de padres deseosos de concebir.
Sin embargo, como industria, está poco regulada. Un mosaico de leyes determina de manera ostensible quién puede donar, dónde y con qué frecuencia, en parte para evitar introducir o amplificar discapacidades genéticas en la población. En Alemania, un donador en una clínica de esperma no puede tener más de quince hijos; en el Reino Unido, el límite es de diez familias sin límite de hijos. En los Países Bajos, la ley prohíbe la donación anónima y algunas directrices no vinculantes limitan a los donadores de clínica a 25 hijos y a donar en más de una clínica del país. En Estados Unidos, no hay límites legales, sino lineamientos de la Sociedad Estadounidense de Medicina Reproductiva: 25 niños por donador en una población de 800.000 habitantes.
La regulación es aún más escasa a nivel internacional. Hay pocas medidas que impidan a un donador de esperma donar en clínicas de países distintos al suyo o en agencias globales como Cryos International, la mayor clínica de esperma del mundo, en Dinamarca, que envía semen a más de cien países.
“No hay nada en Estados Unidos ni en ninguna parte que impida a un hombre donar en más de un banco de esperma”, afirmó Wendy Kramer, cofundadora y directora ejecutiva de Donor Sibling Registry, una organización estadounidense que apoya a las familias de donadores. “Los bancos de esperma afirman que preguntan al donador si ha donado en otro lugar, pero nadie sabe si realmente lo hacen”.
Además, pocas leyes, por no decir ninguna, regulan las donaciones privadas, del tipo que Van Ewijk y Meijer organizaron a través de Internet. A través de estas brechas, han surgido varios casos de donantes que han engendrado decenas de niños o más y de niños adultos que descubren, a menudo a través de las redes sociales, que no tienen solo un puñado de hermanastros, sino decenas de ellos.
En 2019, la Fundación Holandesa de Reproducción por Donación, un grupo de defensa que facilita apoyo legal y emocional a las personas concebidas por donadores y sus familias y ayuda a buscar parientes biológicos, determinó mediante pruebas de ADN que el doctor Jan Karbaat, un especialista en fertilidad que murió en 2017, había engendrado en secreto al menos 68 niños, nacidos de mujeres que visitaron su clínica cerca de Rotterdam.
En 2017, tras enfrentarse a Meijer, Van Ewijk notificó a la Fundación Holandesa de Reproducción por Donación que tenía muchos más hijos de los que había revelado al principio y que había estado donando esperma en varias clínicas. El grupo ya sabía de él, por otras madres con la misma queja.
La fundación no tardó en determinar que Meijer había engendrado en privado al menos 80 niños en los Países Bajos, además de los 102 que el Ministerio de Sanidad, Bienestar y Deportes había identificado a través de once clínicas del país. El gobierno ordenó a todas las clínicas de esperma holandesas que dejaran de utilizar el semen de Meijer.
El problema de la donación de esperma en serie se ha reconocido también en otros países. Christina Motejl, abogada de Berlín, es miembro de Donor Offspring Europe, una red de organizaciones de adultos concebidos por donadores en Europa. Dice que el grupo está preocupado por los donadores que viajan por Europa intentando engendrar el mayor número de hijos posible.
“Es un poco repugnante en un sentido narcisista”, dijo. “Ninguna persona en su sano juicio querría tener cien hijos o más. La gran pregunta es: ¿por qué? Estos hombres quieren la confirmación de que son un gran tipo y todo el mundo los quiere”.
Una madre australiana que compró el esperma de Meijer a través de Cryos y tuvo un hijo dijo que estaba perturbada por la cantidad de hijos que resultó tener. (Pidió que no se utilizara su nombre, por razones de privacidad). Ella y otras 50 madres que utilizaron su esperma han formado un grupo, Moms on a Mission, para intentar que deje de donar.
Su objetivo es ponerse en contacto con todos los padres que puedan, para averiguar el número real de hijos que ha tenido, de modo que sus hijos puedan ponerse en contacto entre sí cuando crezcan. Muchas de las madres se preguntan cómo podrán sus hijos tener una relación con su padre biológico cuando este tiene tantos otros hijos. El grupo también aboga por la creación de una base de datos internacional de donadores de esperma.
“Así estos hombres no podrán donar cuando quieran y procrear todos estos niños en el mundo sin que los padres lo consientan”, dijo la madre australiana. “No puedo imaginar lo que va a pensar nuestro hijo cuando se entere”.
Por: Jacqueline Mroz, The New York Times