Décadas de conflicto armado en Colombia han dejado en las páginas de su historia heridas que con gran dificultad tratan de cicatrizar. Uno de esos episodios dolorosos lo escribió las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y a pesar de ello hay personas que pertenecieron a ese grupo armado que hoy insisten en la paz y reconciliación.
Es el caso de Ederlidia Garziao, una excombatiente que perteneció al Bloque héroes de Tolová, es cabeza de familia y culminó su proceso de reintegración en el año 2015. Hoy tiene un taller de confecciones en el sur de Bogotá y nuevamente debe superar un reto de librarse, esta vez no de hombres armados, sino de un enemigo muy contagioso e invisible, el coronavirus Covid-19.
Kieyke.com habló con esta emprendedora sobre su vida y también sobre cómo en estos momentos difíciles que vive todo el mundo, tiene a cargo la producción de 15 mil tapabocas que serán comercializados con multinacionales.
Un pasado sin oportunidades
Ederlidia nació en Apartadó, un municipio localizado en la subregión de Urabá en el departamento de Antioquia, una tierra que vio nacer al paramilitarismo, hombres que armados hasta los huesos se pusieron como objetivo combatir hasta el exterminio a los grupos guerrilleros como las Farc o el Eln que azotaban al país.
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En medio de esa guerra tuvo que crecer esta colombiana. Tuvo tres hijos pero terminó siendo madre soltera cuando decidió separarse de su esposo.
Cuenta que por ignorancia y falta de oportunidades terminó dentro de las filas de las Autodefensas Unidas de Colombia. "Trabajé para Carlos Castaño y le hacía a él las confecciones. Hacía los uniformes, bolsos, todo el material de intendencia lo hacía yo", le dijo a este medio.
Suena casi indolente, y así es el relato de la mayoría en este país, pero gracias a pertenecer a ese grupo ilegal, Ederlidia pudo llevarle comida a sus hijos.
"Todos los que fuimos a la guerra no somos personas malas, porque nadie sabe en qué circunstancias de la vida uno llega ahí", confesó la antioqueña.
El miedo al salir de la guerra
En el 2015 el bloque al que pertenecía Ederlidia se acogió a una desmovilización colectiva. Narra que cuando se desmovilizó se fue a vivir a un pueblo en el departamento de Córdoba, pero su pasado aún la perseguía.
"En el 2017 aparecieron las Águilas Negras que buscaban refundar el paramilitarismo y llegaron a ofrecerme que nuevamente me vinculara a ellos, pero me negué", dijo.
Esa negación le costó a Ederlidia su tranquilidad. Días después de que ella dijera que no iba a volver al grupo ilegal, le hicieron un atentado.
"Estaba en mi casa con mis hijos y eran como las 7 de la noche, pasaron unos sujetos y empezaron a disparar. Yo solo corrí y me escondí donde unos vecinos", con una voz entrecortada Ederlidia le contó a este medio que ha sido uno de los momentos más difíciles de asimilar en su vida.
Esta mujer tuvo que salir de ese pueblo y llegó a Medellín, sin embargo la persecución continuaba y la Agencia para la Reincorporación y la Normalización tuvo que ayudarla para que le hicieran un traslado a Bogotá con las medidas de seguridad necesarias. Y fue en la capital del país donde la esperanza comenzó a volver.
'Malija', un taller de confección para ayudar en medio de la pandemia
Tras estudiar y empezar una nueva vida en la ciudad, Ederlidia comenzó a comprar máquinas a través de prestamos con bancos o de liquidaciones que le daban cuando salía de un trabajo.
"Tengo un taller de confecciones pequeño pero cuento con 15 máquinas, y con eso he podido dar 20 empleos directos e indirectos", señala.
Dice que antes de la pandemia del coronavirus hacía uniformes y dotación para empresas. Pero con la emergencia sanitaria tuvo que aprender hacer tapabocas y otros elementos de protección para seguir funcionando.
"La Corporación Mundial de la Mujer me contactó para hacer los tapabocas, yo trabajo con muchas personas de población vulnerable, desplazados, mujeres cabeza de hogar y con esto hemos salido adelante", comentó Ederlidia.
Ahora tendrá el reto de hacer 15.000 tapabocas que serán entregados al personal de diferentes compañías como Quala y Bancamía.
"Yo también estoy muy agradecida con la Fundación de Servientrega. He mandado tapabocas para Uraba donde está mi hijo y para muchos otros pueblos pequeños", aseguró.
Dice que al día pueden hacer unos 2.000 tapabocas. Y de manera jocosa se ríe al decir: "Cualquier cosa que me pongan de confección yo las fabrico. Desbarato así sea un balín".
El taller lleva el nombre de 'Malija', ante la pregunta de por qué, contestó que eran las iniciales del nombre de sus tres hijos: María, Lizeth y Jairo.
Esos seres que ama como a nada en el mundo y que así como se metió a un grupo armado para darles comida, se salió de él para darles tranquilidad, esta madre emprendedora hoy trabaja fuerte para que se sientan orgullosos de ella y sepan que después de una fuerte tormenta siempre sale el sol.