Así fue la matanza de Zanesville

Sáb, 19/11/2011 - 04:00
Martes 26 de octubre. Zanesville, condado de Muskingum, Ohio. Estados Unidos. Hacia las 5:30 de la tarde la policía de este pueblo de 25.000 habitantes recibe varias ll

Martes 26 de octubre. Zanesville, condado de Muskingum, Ohio. Estados Unidos. Hacia las 5:30 de la tarde la policía de este pueblo de 25.000 habitantes recibe varias llamadas de vecinos de la zona rural que informan haber sentido extraños ruidos. Algunos de ellos dicen que han visto animales salvajes merodeando por sus propiedades. “Se trata de tigres y leones”, afirman algunas personas. “Hay también osos”, dicen otros. Todos están tremendamente asustados.

La policía, comandada por el algüacil Matt Lutz, se pone en alerta máxima. Sospecha de qué puede tratarse. Rápidamente se dirige con sus ayudantes a la finca de 20 hectáreas denominada Kopchak Road que está en la vía interestatal número 70 y es de propiedad de Terry Thompson, un hombre blanco de 62 años que tiene una numerosa colección de animales salvajes.

La policía resolvió asesinar a los animales en lugar de sedarlos.

Desde tiempo atrás, el comandante Lutz ha recibido quejas de los vecinos sobre los animales de Thompson. Precisamente, la semana anterior la policía había hecho una visita a las instalaciones de la finca para atender el reclamo de un vecino que se quejaba de que algunos caballos de Thompson saltaron las cercas y habían hecho daños en su propiedad. Thompson había prometido elevar las cercas. “¿Qué pasará ahora en Kopchak Road?, se preguntó el alguacil bastante preocupado. Los presagios eran negros.

Al llegar a Kopchak Road, los policías se lleva una gran sorpresa: varios animales carnívoros están al lado del cuerpo de una persona que yace en el suelo con manchas de sangre. Rápidamente los hombres de Matt Lutz disparan y ahuyentan a las fieras.

La persona tirada en el suelo es Terry Thompson. Está muerto. No como consecuencia de heridas propinadas por los animales, sino por una herida de bala en la cabeza. Al lado de su cuerpo descansa un arma. Las autoridades inspeccionan el lugar y se dan cuenta de otra terrible realidad: todas las jaulas de los animales están abiertas. Y, lo peor, ¡completamente vacías!

Se cree que Terry Thompson dejó escapar a los animales para vengarse de sus vecinos.

Cincuenta y seis animales entre leones, tigres, pumas, osos, monos, jirafas están fuera de sus jaulas. Muchos de los animales están todavía entre la finca, algunos merodean cerca de la casa; el resto, han escapado.

La situación es de sumo peligro. Las cercas que encierran a Kopchak Road no están diseñadas para impedir la salida de los animales. Los depredadores constituyen una amenaza no solamente para las personas de los alrededores sino también para sus mascotas y animales domésticos. Otra cosa grave: los animales pueden salir a las carreteras y autopistas y causar graves accidentes.

Casi una hora después de estar en Kopchak Road, el alguacil Matt Lutz toma una decisión trascendental: no hay otro camino que darles muerte a los animales. “Por encima de todo está la protección de la ciudadanía y la vida misma de los policías”, es su pensamiento. Disparándoles dardos adormecedores a los animales no ha logrado nada. No funcionan, no producen el efecto adormecedor. Y eso ha permito que algunos leones y tigres ataquen a la policía. Ha sido prácticamente una lucha cuerpo a cuerpo la que han tenido que librar con varios gatos gigantes. Hay que tener en cuenta otra situación: las bestias a las que se les logra clavar los dardos pueden huir y caer dormidas en un lugar donde no puedan ser encontradas. Tras pasarle el efecto, el animal seguiría libre, convirtiéndose de nuevo en una amenaza. “Ese riesgo que de ninguna manera se puede correr”, dijo Lutz a sus hombres. La suerte estaba echada: la cacería sería con balas.

La ciudadanía fue alertada de que animales salvajes merodeaban.

La policía de Zanesville pidió ayuda. Rápidamente comandos adscritos a pueblos vecinos se pusieron a disposición. La policía estatal de carreteras actuó de manera inmediata: acordonó un gran perímetro de la zona rural y cerró todas las carreteras. Letreros electrónicos con mensajes como estos se colocaron en las vías: “Peligro: animales salvajes sueltos”, “Permanezca entre su vehiculo”.

Simultáneamente la policía emprendió otra acción importante: advertir del peligro a todos y cada uno de los habitantes de la zona rural. La tarea no es fácil: en la zona, las casas y granjas están bastante separadas entre sí. Velozmente se organizó una red de comunicación para transmitir la siguiente orden: todo el mundo debe permanecer entre las casas con puertas y ventanas cerradas; los padres deben asegurarse que sus hijos estén con ellos; las mascotas y los animales domésticos deben ser resguardados. Cualquier movimiento extraño debe ser comunicado al 911, la línea nacional de emergencia.

Las autoridades tomaron también otra medida clave: anunciaron que a partir del día siguiente no habría clases en los tres colegios de la zona, hasta nueva orden. La protección de los niños era prioridad fundamental. Intuían que el trabajo de cacería sería largo y difícil. Y así fue. Prácticamente todas las actividades del área de Zanesville se paralizaron por dos días. Ha sido el “toque de queda” mas largo que Zanesville recuerde en toda su historia.

La intensa lluvia dificultó la cacería.

Se inició, entonces, la tarea de dar cacería a los animales. Estaba claro: la orden era matarlos a tiros, sin titubeos. Los hombres de la policía estaban dotados de sofisticadas armas de largo alcance y equipos de visión nocturna. Se tiene a mano un plan que puede facilitar las cosas: un helicóptero equipado con una cámara de imágenes térmicas se unirá a la búsqueda de los animales. La policía se siente esperanzada. Pero las cosas no pueden salir peor: se desata una gran tormenta. La intensa lluvia y los vientos impiden que el helicóptero se una a la búsqueda. Todo tendrá que hacerlo la policía desde tierra.

Entrada la noche llegó a la finca Marian Thompson, esposa de Terry Thompson, de quien se había separado hace un tiempo. Tan pronto se enteró de la trágica noticia, decidió acudir a lo que había sido su hogar. La muerte de su esposo la descompuso completamente. Si la muerte de un ser querido es de por sí difícil, más lo es en el caso de una muerte trágica como esta. Marian habló con el alguacil Matt Lutz y con lágrimas en los ojos le rogó que no matara a sus “bebes”, como denominaba a sus “mascotas”. Lloraba profundamente, rogaba, no paraba de suplicar, finalmente entró en shock. Tuvieron que llevarla a un hospital cercano para calmarla.

Varios de los animales muertos fueron abatidos en la misma granja.

Durante toda la noche del martes la policía persiguió a las bestias. El alguacil contaba ya con un grupo grande de colaboradores. En su ayuda habían acudido el cuerpo de bomberos, fuerzas especiales de emergencia, asesores de la División Estatal de Vida Silvestre y empleados del zoológico privado de Columbus, una población cercana a Zanesville. El personal del zoológico tenía otro plan en mente: se propuso neutralizar a los animales con dardos sedantes. Por su propia cuenta, un par de vecinos intentaron hacer lo mismo.

Como era de esperarse, la cacería se extendió hasta gran parte del miércoles. Al atardecer de ese día, el espectáculo era dantesco. Cuarenta y nueve animales habían sido abatidos: nueve leones machos y ocho hembras, tres pumas, seis osos negros y dos leopardos, un babuino y dos lobos. Sus cadáveres quedaron desparramados por varios kilómetros a la redonda. Un buen número cayó dentro de la misma finca. Un par de animales no murieron bajo el fuego de la policía: un lobo fue accidentalmente atropellado por un automóvil en las carreteras; un caballo y un mono encontraron la muerte en las fauces de los leones. Esto prueba –dijeron las autoridades– que los animales estaban mal alimentados. “Para que un león macho se ponga en el trabajo de cazar, tiene que tener el estomago completamente vacío”, dijo un experto en animales.

De los 49 animales asesinados 17 eran tigres de bengala y un tigre siberiano blanco, ambas especies en vía de extinción.

“Probablemente los 49 animales serán enterrados en la propiedad de Thompson”, declaró un funcionario de la Policía. Gracias a los dardos sedantes, seis animales pudieron ser capturados vivos: tres leopardos, un oso pardo y dos monos. Barb Wolfe, una veterinaria del zoológico de Columbus, intentando salvar a los animales de las balas de la policía, le disparó un dardo tranquilizante a un tigre. Pero desafortunadamente el sedante no actuó de inmediato y el animal intentó abalanzarse sobre ella. Por fortuna, el tigre detuvo su marcha, echó hacia atrás y huyó. En su camino de huida un policía le dio muerte al felino de un disparo.

Uno de los 9 leones asesinados devoró a un mono.

También se salvaron de morir algunos monos, babuinos, cachorros de tigre y de leones que vivían enjaulados dentro del garaje y el sótano de la casa de Thompson. Por fortuna las puertas de estas jaulas no estaban abiertas.

Un mono, posiblemente infectado con el virus del herpes B, logró escapar. Las autoridades lograron capturarlo días después.

Uno de los pocos animales que logró salvarse fue este mono.

La comunidad quedó horrorizada por la masacre y muchas personas lamentaban la muerte de los animales. Innumerables estadounidenses criticaron el hecho de que la policía no hubiera neutralizado a los animales usando dardos tranquilizantes. Internet se alborotó. Miles y miles de comentarios dejaron los lectores en las publicaciones online sentando su posición. Otras tantas personas –entre ellas veterinarios, defensores de animales y Jack Hanna, famoso entrenador de animales y ex director del zoológico de Columbus– respaldaron la forma como actuó la policía. “Se manejó la situación como tenía que ser. No había alternativa. Estaba en juego la vida de seres humanos. De todas formas, la muerte de los animales es una terrible tragedia. Es como si se hubiera aniquilado al Arca de Noe”, dijo Hanna.

Tal vez la pérdida más lamentable que arrojó este suceso sea la muerte de 17 tigres de bengala y de un tigre siberiano blanco. Son especies en vía de extinción.

Al respecto, Barney Long, un experto del Fondo Mundial para la Naturaleza, señalo que “actualmente se cree que hay menos tigres en estado salvaje que los que viven en Estados unidos en cautiverio. Durante el último siglo, la población mundial de tigres que viven en la naturaleza se desplomó de 100.000 a 3.200. De estos, más de la mitad son tigres de Bengala, que viven en zonas aisladas a través de Nepal, Bután, Myanmar, India y Bangladesh”.

Todo indica que Terry Thompson, el dueño de los animales, se suicidó. Y antes de hacerlo, dejó en libertad a los animales. La razón aparente por la que abrió las puertas de las jaulas es que deseaba vengarse de sus vecinos y las autoridades con quienes había tenido roces y discusiones desde 2004 precisamente por sus animales. Por qué acabó con su vida es asunto que todavía se investiga. Thompson no dejó ningún escrito explicando su fatal determinación ni habló con persona alguna para comentarle sobre su decisión. Pero para muchas personas las razones del suicidio de Thompson son obvias.

Thompson había salido de la prisión federal hacia tres semanas, después de haber estado un año interno. Pero su libertad era condicional: debía permanecer recluido en su casa durante doce meses. Este lío había comenzado en junio de 2008 cuando las autoridades allanaron su propiedad y le decomisaron un centenar de armas de fuego. En efecto, en abril de 2010, Thompson se declaró culpable en la Corte del Distrito de Columbus de dos cargos: posesión de una ametralladora y posesión de revólveres y pistolas sin números de serie.

Entre los sobrevivientes se encuentran estos tres animales: un leopardo, un oso grizzly y una pantera.

Y este no era el único lío judicial serio en que Terry Thompson estuvo envuelto. En junio de 2005 fue condenado por la Corte Municipal del condado de Muskingun por trato cruel con los animales y procesamiento de deshechos de origen animal sin licencia.

Efectivamente, Thompson había dejado prácticamente morir de hambre a tres reses y un bisonte en una propiedad que poseía en el condado de Perry, al oriente de Zanesville. En este condado, numerosos vecinos habían presentado quejas contra Thompson por sacar a pasear a sus animales salvajes, poniendo en peligro la vida de las personas. Se le impuso una multa cercana a los tres mil dólares y se le ordenó trasladar a sus animales a la su finca de Kopchak Road.

Seis osos negros murieron.

En 2008, Thompson fue visitado por la policía a raíz de las quejas interpuestas por personas que afirmaban que en la reserva no se estaban cuidando los animales de manera adecuada. La policía encontró que desde el punto de vista sanitario, las condiciones eran aceptables. Sin embargo, los funcionarios hicieron algunas recomendaciones sobre la necesidad de reparar ciertas jaulas y cercas. Y eso fue todo. No podían hacer nada más porque –según los funcionarios– la legislación no les permitía ir más allá.

Sin embargo, el director de una reserva natural de Ohio dijo que Thompson realmente nunca arregló adecuadamente todas las cercas ni todas las jaulas. Señaló, por ejemplo, que un corral donde estaban dos leones debía tener una valla mucho más alta. “En ese corral hay un árbol al que los animales podían trepar y desde allí saltar la cerca y huir. Thompson nunca hizo nada al respecto”, concluyó el director de la reserva.

“Thompson mantenía a un mono en una jaula demasiado pequeña. El animal ni siquiera podía ponerse de pie. También tuvo un lobo encerrado en un automóvil viejo y tenía una cebra confinada en un remolque para caballos”, expresó por su parte un residente del Condado de Muskingum conocido de Thompson, que pidió mantener en reserva su nombre.

Kate Riley, propietaria de una finca en Muskingum dedicada al engorde de ganado, declaró que Thompson en ocasiones dejaba a sus leones, tigres y osos sueltos. Contó también que Thompson tenía todo su cuerpo lleno de cicatrices y marcas hechas por las garras de los animales. Dijo también que el hombre en diversas oportunidades tomó de su propiedad ganado muerto para alimentar sus felinos.

Al salir de prisión en los primeros días de octubre de este año, la situación para Thompson no era fácil. Sus posibilidades de trabajar y efectuar negocios eran limitadas ya que le habían dado la casa por cárcel. A esta limitación se le sumaba el hecho de que atravesaba problemas serios con su esposa, Marian, quien lo había abandonado. Por otra parte, el mantenimiento de los animales había llevado a Thompson a grandes dificultades económicas. Probablemente a la quiebra. Y como si fuera poco, le debía al fisco una alta suma en impuestos.

Marian Thompson es otra víctima de esta tragedia. Está viva, pero tiene el corazón muerto. Después de la masacre, quedó totalmente deshecha. “Su esposo murió, sus animales han muerto, su familia ha desparecido, su vida se ha ido”, manifestó un vecino. Marian durante mucho tiempo intentó infructuosamente que su esposo dejara de traer más animales a la finca. Quería ponerle punto final, o al menos un límite, al proyecto que le había ayudado a construir a su marido. Y no lo logró. La pasión de su esposo por los animales era imparable. Muchos vecinos opinan que esta fue una de las principales razones que llevaron a Marian a separarse de Thompson. “Tenía toda la razón en abandonarlo”, dijo una amiga de la pareja.

Indudablemente Terry Thompson era un obsesionado por la fauna salvaje. Destinó la herencia que recibió de sus padres a un solo objetivo: crear en Kopchak Road una reserva para grandes carnívoros, y en general, para animales que en Estados Unidos se rotulan bajo el nombre de exóticos y peligrosos Y quería a Kopchak Road para él y su familia únicamente. El público no tenía acceso a la finca.

Thompson recibía en su reserva animales abandonados o que sus dueños ya no querían tener. También los compraba a personas particulares o en subastas públicas. Para obtener fondos, primero creó un negocio de venta de motocicletas y remolques para transportar caballos. Después abrió un almacén en el que comercializaba armas. Thompson era piloto y con frecuencia prestaba sus servicios a diferentes empresas. En ocasiones alquilaba sus animales para sesiones fotográficas. En una oportunidad llevó tres cachorros de león a Nueva York para una sesión de fotos con la modelo Heidi Klum. Por supuesto, la mayor parte de sus ingresos iban al sostenimiento de los animales.

El caso de Kopchak Road puso sobre la palestra un gran problema que existe en la sociedad norteamericana: los estados de Ohio, Alabama, Idaho, Carolina del Norte y del Sur, virginia Occidental y Wisconsin, prácticamente no tiene normas que regulen la venta y posesión privada de animales salvajes y exóticos. O al menos, sólo cuentan con normas débiles y muy generales. En diversas oportunidades se ha intentado legislar al respecto, pero por distintas razones, hasta ahora no ha sido posible.

La policía trabajó sin descanso para hallar a los animales.

¿Por qué sucede esto? ¿Simple descuido? ¿Habrá algún interés detrás de este vacío legal? ¿Puede el derecho que tiene una persona a tener animales estar por encima del derecho a la seguridad de la comunidad? Son preguntas que flota hoy entre la sociedad norteamericana. El gobernador de Ohio, Jhon Kasich,  firmó hace pocos días un decreto en el que ordena a las agencias estatales realizar un inventario de los animales salvajes que están en cautiverio y vigilar que sean mantenidos en condiciones adecuadas y seguras. Se comprometió a tener listo para el 30 de noviembre una ley marco que regule la tenencia privada de estos animales peligrosos. La gente espera que se tomen medidas fuertes, antes de que se presente algún hecho que lamentar en donde las víctimas sean personas.

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