El referente de los millennials que llegan al fondo de una crisis mental es Britney Spears. En 2007, la cantante tenía 26 años, había pasado más de la mitad de su vida bajo el lente de la prensa y había sucumbido a la presión, así que fue vista mientras afeitaba su cabellera y golpeaba un auto con una sombrilla.
Cuando el cantante colombiano Andrés Cuervo tuvo que ser trasladado desde su lugar de residencia hasta un hospital psiquiátrico, tenía 28 años. Era el año 2016. Él no pudo evitar hacer la misma asociación. “Wow, pues Britney Spears, que la recogió la ambulancia y la policía y todo, espectacular”. Por supuesto, con el tiempo se dio cuenta de que no era la situación más afortunada para ella, para él o para nadie.
Barranquillero de nacimiento pero con el Valle del Cauca marcado en su acento, Andrés Cuervo vivía en Miami desde los 18 años. Emancipado y joven, pudo hacer lo que quería con su casa, su cuerpo y su vida sin restricciones.
La oportunidad fue bien aprovechada para construir su carrera: para cuando este incidente ocurrió, él ya tenía a cuestas un amplio recorrido musical que incluía tres álbumes, canciones bien acomodadas en las listas latinas y experiencias en el escenario con artistas de la talla de Luis Fonsi, Belinda y Yuri. Ya tenía contratos firmados con la disquera Universal Music y con Televisa, la gigantesca televisora mexicana.
Por desgracia, la salud mental de Andrés Cuervo se deterioraba justo cuando empezaba a saltar a las grandes ligas. Por dentro vivía en una constante montaña rusa emocional: “un día estaba feliz, luego estaba triste y luego estaba eufórico, luego estaba histérico, luego me siento como un superhéroe, lleno de poderes, pero al ratico los perdía”.
Sus hábitos tampoco ayudaban. Sin tener más herramientas para sobrellevar las emociones extremas que lo invadían, se valió de “unas amigas que en ese momento eran queridísimas, superbonitas, fantásticas”: las sustancias psicoactivas. Andrés Cuervo las usaba según sus necesidades en el momento: “yo hacía cocaína y era maravilloso, invencible. Marihuana porque necesito rezar, estar normal. Alcohol, porque necesito socializar y sentirme bien”, confesó.
El día que todo ocurrió, Andrés Cuervo fue hallado en una casa desordenada, con lágrimas en los ojos y esquirlas en el cuerpo porque había roto el vidrio de su carro. Alguien que lo vio en ese estado decidió llamar a la policía —porque en Estados Unidos es obligatorio pedir ayuda si alguien se está haciendo daño—.
Muchas cosas pasaron desde esa última vez: un trabajoso proceso de autoconocimiento, algunos sencillos y colaboraciones y una pandemia.
Es el 30 de marzo de 2021. Era la primera vez en seis años que Andrés Cuervo volvía a cantar en compañía de sus músicos. Esta pequeña fiesta privada se hacía en su honor y para lanzar su nuevo EP, Bipolar. Justamente, la fecha conmemora el Día Internacional del Trastorno Bipolar, una condición mental que altera el estado de ánimo hacia fases maníacas y depresivas difíciles de controlar sin tratamiento. Ese fue el diagnóstico que recibió el día que tocó fondo y fue remitido al hospital.
Un grupo de periodistas de los medios más importantes del país están sentados a su alrededor, vestidos de negro y con una hojita para certificar que estaban limpios del enemigo del año. Mientras él hacía gala de su voz en vivo, con ritmos de pop-rock latino que pasaban desde un conmovedor himno góspel hasta unas pegajosas plegarias sociales, a todos los presentes se les sirvió un “pedazo” de él para comer.
A cada uno le dieron un shot amargo de café, para que sintieran en la garganta el sabor de la primera decepción —el abandono paterno—, unos bocados de gallina para evocar sus años en Cali, una hamburguesa picante que recordaba sus días en México y un postre con los dulces favoritos del cantante. “Aquí ninguna necesita dieta; todas están hermosas”, bromeó.
Mientras Andrés Cuervo cuenta la historia de aquel día, algunos lo escuchan con atención; otros cuchichean, como si lo que se estuviera contando no hubiera partido la vida de un hombre en dos. Pero vale la pena escuchar. Después de todo, el trastorno afectivo bipolar es una de las veinte causas más comunes de discapacidad en el mundo y quienes lo padecen tienen un alto riesgo de hacerse daño si no reciben tratamiento.
El camino fue largo antes de poder contar la historia sin colapsar. Después de todo, quienes estaban presentes nunca llegaron a ver los temblores, los saltos, los gritos y todo lo que un cuerpo debe atravesar antes de controlar un trastorno afectivo bipolar. Andrés Cuervo dice que se conoce “todas las pastillas del farmacéutico —todas controladas, pues—” y que pasó por varios psiquiatras. Es todo un proceso de ensayo y error que, por el momento, ha dominado. Por eso comparte este momento de luz, estas canciones.
Ante su pequeño y privilegiado público, Andrés Cuervo confesó que se preguntaba con frecuencia cuál era su mensaje como artista. Después de todo, este no podía limitarse a grabar suntuosos videos en castillos con Fanny Lu. Este incidente le ayudó a hallarlo y así lo verbalizó: “hablar, decir, tenemos que pedir ayuda. No estamos aquí solamente para decir ‘feliz cumpleaños’, ‘feliz navidad’, ‘qué bonita estás’. Hay que aprender a pedir ayuda y hay que aprender a escuchar a los demás. Porque estamos conectados, somos igualitos. Y sería espectacular que nos sintiéramos así, parte de una misma familia”, concluyó.