La escena no pasa desapercibida. Una larga fila de carros, taxis en su mayoría, esperan que un señor regordete, bajito, con bigotes blancos y con cara de buena gente, los atienda.
Él los recibe con una sonrisa. Sin trapos y pese a que la olla está caliente, o mejor, hirviendo, Pedro destapa el caldero. El olor a guiso se mezcla con el del humo que sale del exosto de los buses que van por la carrrea séptima hacia el norte de Bogotá.
Son las nueve de la mañana y se puede apreciar una fila de clientes muy variados: desde personas que trabajan en trasporte público o en construcción, hasta sujetos de traje (incluso en lujosos automóviles) esperando por un plato de pelanga. Los transeúntes se saborean con el olor a sudado y hogao.
Galería: Un día con la pelanga más famosa de Bogotá
Se puede observar, frente a un muro lleno de grafitis, una fila de sillas con personas. Éstas tienen en sus manos una canasta hecha en mimbre tejido, típica de Colombia, en su interior hay pelanga, un plato tradicional de los cundiboyacenses conformada por libro (menudo delgado), chocozuela (rodilla de res), pata, costilla, oreja, jeta y papa.
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Los taxistas, 'rusos' (obreros), ejecutivos, camioneros o simplemente la gente que transita por la calle 157 con séptima, son los clientes fieles del lugar. Esta bandeja de alimentos es preparada por don Pedro Antonio Cárdenas, un hombre robusto de talla grande, que acompañado por su hija y una asistente, madruga cada día llevando dos fondos (ollas grandes), varias sillas plásticas, una mesa y canastas de gaseosas.
La'pelanga', según los propios cundiboyacenses, "no compite ni con una comida preparada por el mejor chef". Para ellos, no importa el estrato ni el trabajo pues, para el paladar de cualquiera, la 'pelanga' es el mejor plato para empezar el día.
Este negocio en la calle no envidia a ningún otro restaurante reconocido o de caché de Bogotá, pues sus clientes siempre hacen fila para poder consumir el tan apreciado plato.
Don Pedro ha creído siempre en su trabajo que, más que un trabajo, es su pasión: "El anden y mi trabajo son todo en mi vida", dice .
Asegura que no le molesta madrugar cada mañana para ofrecer su producto. Abre las tapas plásticas y lo enseña con orgullo.
El hombre se traslada todos los días desde el barrio Florencia, ubicado en la calle 77 con carrera 90, hasta el lugar de su trabajo: el muro donde cada día muchos clientes esperan su llegada para alimentarse o simplemente saciar los antojos de un plato de su manjar.
Este trabajo nació después de que su padre sufriera un accidente que no le permitiría trabajar más. Fue su medio para subsistir y la idea fue de su madre, quien se ideó una manera de mantener a toda la familia y proporcionarles los sustentos básicos. La mujer, que ya falleció, empezó su negocio de 'pelanga' en el sector del Campín. Don Pedro ha sido el digno heredero de la labor, que con tanto amor ejercía su madre, pero le dio un aire distinto, ubicando su negocio propio al norte de la ciudad.
Es uno de los puestos más reconocidos en el norte. Los 52 años de experiencia no los improvisa. Don Pedro puede tener ganancias entre 300 mil o 350 mil pesos, en un horario de trabajo entre las 5:00 a. m. y las 11:00 a. m.
Al lugar llegan personas de todo tipo, dice Cárdenas: "Usted ve personas que sabe que ha visto en la televisión o en algún lado. No le sé decir nombres pero muchas veces llega gente escoltada con muchas ganas de 'pelanga'". Sin embargo, entre los personajes que recuerda el cocinero, se encuentra Fernando González Pacheco quien fue un cliente fiel de su negocio.
Los clientes reconocen el lugar como el mejor sitio de pelanga y así lo hace ver Luis Bejarano, un transportador del sector: "Llevó más de 40 años comiendo en este lugar y para mí no hay otra 'pelanga' igual (...) Lugares de 'pelanga' hay muchos pero ninguno se compara con este. ¡Es la mejor!".
La receta de don Pedro es tan única que todos los días llegan clientes nuevos en busca de probar su preparación y, por esto, ha sido considerado "El zar de la 'pelanga'". Cárdenas espera seguir proporcionando este plato a todas las personas y por esto asegura: "hasta que Dios me dé vida voy a trabajar, porque aún tengo salud para trabajar".
Se puede observar, frente a un muro lleno de grafitis, una fila de sillas con personas. Éstas tienen en sus manos una canasta hecha en mimbre tejido, típica de Colombia, en su interior hay pelanga, un plato tradicional de los cundiboyacenses conformada por libro (menudo delgado), chocozuela (rodilla de res), pata, costilla, oreja, jeta y papa.
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Los taxistas, 'rusos' (obreros), ejecutivos, camioneros o simplemente la gente que transita por la calle 157 con séptima, son los clientes fieles del lugar. Esta bandeja de alimentos es preparada por don Pedro Antonio Cárdenas, un hombre robusto de talla grande, que acompañado por su hija y una asistente, madruga cada día llevando dos fondos (ollas grandes), varias sillas plásticas, una mesa y canastas de gaseosas.
La'pelanga', según los propios cundiboyacenses, "no compite ni con una comida preparada por el mejor chef". Para ellos, no importa el estrato ni el trabajo pues, para el paladar de cualquiera, la 'pelanga' es el mejor plato para empezar el día.
Este negocio en la calle no envidia a ningún otro restaurante reconocido o de caché de Bogotá, pues sus clientes siempre hacen fila para poder consumir el tan apreciado plato.
Don Pedro ha creído siempre en su trabajo que, más que un trabajo, es su pasión: "El anden y mi trabajo son todo en mi vida", dice .
Asegura que no le molesta madrugar cada mañana para ofrecer su producto. Abre las tapas plásticas y lo enseña con orgullo.
El hombre se traslada todos los días desde el barrio Florencia, ubicado en la calle 77 con carrera 90, hasta el lugar de su trabajo: el muro donde cada día muchos clientes esperan su llegada para alimentarse o simplemente saciar los antojos de un plato de su manjar.
Este trabajo nació después de que su padre sufriera un accidente que no le permitiría trabajar más. Fue su medio para subsistir y la idea fue de su madre, quien se ideó una manera de mantener a toda la familia y proporcionarles los sustentos básicos. La mujer, que ya falleció, empezó su negocio de 'pelanga' en el sector del Campín. Don Pedro ha sido el digno heredero de la labor, que con tanto amor ejercía su madre, pero le dio un aire distinto, ubicando su negocio propio al norte de la ciudad.
Es uno de los puestos más reconocidos en el norte. Los 52 años de experiencia no los improvisa. Don Pedro puede tener ganancias entre 300 mil o 350 mil pesos, en un horario de trabajo entre las 5:00 a. m. y las 11:00 a. m.
Al lugar llegan personas de todo tipo, dice Cárdenas: "Usted ve personas que sabe que ha visto en la televisión o en algún lado. No le sé decir nombres pero muchas veces llega gente escoltada con muchas ganas de 'pelanga'". Sin embargo, entre los personajes que recuerda el cocinero, se encuentra Fernando González Pacheco quien fue un cliente fiel de su negocio.
Los clientes reconocen el lugar como el mejor sitio de pelanga y así lo hace ver Luis Bejarano, un transportador del sector: "Llevó más de 40 años comiendo en este lugar y para mí no hay otra 'pelanga' igual (...) Lugares de 'pelanga' hay muchos pero ninguno se compara con este. ¡Es la mejor!".
La receta de don Pedro es tan única que todos los días llegan clientes nuevos en busca de probar su preparación y, por esto, ha sido considerado "El zar de la 'pelanga'". Cárdenas espera seguir proporcionando este plato a todas las personas y por esto asegura: "hasta que Dios me dé vida voy a trabajar, porque aún tengo salud para trabajar".
