El síndrome posCOVID-19 se define por la persistencia de signos y síntomas clínicos que surgen durante o después de padecer COVID-19, permanecen más de 12 semanas y no se explican por un diagnóstico alternativo.
La profesora Silvia Cristina Duarte Torres, directora de Bienestar de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), señala que como terapeutas ocupacionales en la práctica clínica que se realiza en el Hospital Universitario Nacional (HUN), una de las principales consultas se relaciona con “ese cansancio constante que se produce pese a que ya ha pasado un tiempo después de padecer COVID-19”.
Precisamente, según la encuesta Pulso Social del DANE, con corte a octubre de 2021, la fatiga crónica fue señalada por el 21,9 % de las personas que se contagiaron con el virus.
- Lea también: Subastas de carros y motos online, otra alternativa de compra en Colombia
- Además: Doña Elvira, rescatando la gastronomía cundiboyacense un plato a la vez
- Le puede interesar: ¿Qué son las enfermedades huérfanas?
La docente menciona que “al revisar las historias personales y clínicas, encontramos que algunas personas habían durado mucho tiempo en UCI, otras habían tenido ventilación mecánica y otras ni si quiera estuvieron hospitalizadas; también, que tuvieron un tiempo prolongado de inmovilización en cama, lo cual hizo que sus músculos se desacondicionaran y perdieran masa muscular, y que disminuyeron las actividades a nivel cognitivo que se realizaban, lo cual afectó los tiempos de atención y concentración”.
La terapeuta ocupacional señala además que “se ha encontrado que entre el 50 y 56 % de las personas que han tenido COVID-19, la fatiga es un síntoma que ha permanecido a los seis meses siguientes, lo cual ha producido un impacto alto en su desempeño laboral”.
“La fatiga crónica o persistente no es una condición nueva, pero con el COVID-19 se incrementó. Tal situación ha hecho que al hacer seguimiento se indague sobre cómo ha sido el manejo de las dificultades respiratorias cuando lo padecieron, y lo otro es que la mayoría de los casos se han dado en mujeres con antecedentes de ansiedad o historia clínica de antidepresivos”.
Escala de fatiga
En aras a la objetividad en la identificación y el diagnóstico de la fatiga crónica posCOVID-19, la profesora hace referencia al uso de la Escala de Fatiga de Chandler, la cual permite medir la gravedad del cansancio.
Esta se divide en dos componentes: uno que mide la fatiga física en una escala de 1 a 7, y otro que mide la fatiga mental en una escala de 1 a 8. La escala se aplica a través de una serie de preguntas sencillas como ¿necesita descansar más? ¿se siente débil? o ¿tiene dificultades para concentrarse?
La docente explica que “partiendo de la descripción que hace la persona hemos implementado cuatro enfoques para trabajar en mejorar la fatiga: cognitivo-conductual, holístico, adaptativo y un último aspecto que hace referencia al ahorro articular y a la graduación de actividades cotidianas. El propósito es facilitar una recuperación funcional completa y un retorno a la vida habitual”.
Conservación de energía y actividad graduada
Dentro de las técnicas utilizadas, aquellas que se relacionan con la conservación de energía y el ahorro articular son esenciales cuando se atiende a una persona con fatiga.
“En ese sentido, se recomienda evitar movimientos fuertes, optimizar el tiempo que se dedica a ciertas tareas (ducharse es una actividad que implica mucho gasto energético) a través del uso de alarmas; o realizar adecuaciones como aprender a usar el cuerpo de mejor manera para evitar desgastes en tareas como vestirse o ponerse los zapatos”.
Para el enfoque holístico (contexto físico, emocional y personal) se recomienda el uso de horarios y diarios, de manera que le sirva a la persona para realizar un seguimiento a sus actividades.
Con respecto a la terapia de estimulación adaptativa, se busca identificar la relación entre actividad y fatiga, y por lo tanto los núcleos de estrés.
En relación con actividad graduada, esta tiene que ver con lograr volver al 100 % de desempeño previo a la fatiga crónica; en ese sentido se empieza con 10 % de las actividades (se centra en aquellas que impliquen menos gasto energético y mayor motivación). Cada semana se realiza un control de tiempos y se introducen otras actividades que no impliquen una duración mayor de 30 minutos.