Cada país tiene sus propias normas de seguridad para autos y códigos fiscales. Sin embargo, ¿cada país también debería decidir sus propios límites para la expresión apropiada en línea?
Si tienes en mente una respuesta rápida, permíteme pedirte que lo pienses de nuevo. Probablemente, no queremos que las compañías de internet decidan las libertades de miles de millones de personas, pero tal vez tampoco queramos que los gobiernos tengan autoridad absoluta.
Algunos alemanes quizá estén de acuerdo con una ley que prohíbe publicaciones en línea que su gobierno considera como discurso de odio. Pero ¿qué pasa con los alemanes que se sienten amordazados por expresar tales puntos de vista? Además, ¿qué deberían hacer Facebook o Google si un gobierno cada vez más autoritario en Turquía usa reglas similares para silenciar a sus ciudadanos o si la ley anticensura de Polonia permite a los políticos calumniar a sus constituyentes?
Regular la expresión en línea en cualquier país (por no hablar del mundo entero) es un complicado equilibrio de ventajas y desventajas sin una solución sencilla. Permíteme explicar algunos de los problemas:
El “fragmentinternet” ha llegado: La idea utópica del internet era que ayudaría a derribar los límites nacionales, pero los observadores de la tecnología han advertido durante décadas que más bien podría hacer esas barreras aún más altas. Esa visión, a menudo llamada el “fragmentinternet”, es real, dijo Mishi Choudhary, una abogada que fundó una organización en India que representa los derechos de los usuarios de internet y de los desarrolladores de software.
Me dijo que hasta hace una década hubo un periodo en que los gobiernos no comprendían del todo el poder del internet pero, entonces, poco a poco las autoridades quisieron mayor control, por razones tanto buenas como malas.
“Los gobiernos son muy poderosos y no les gusta ser desplazados”, dijo Choudhary.
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Así que, ¿quién decide? Esa es la pregunta fundamental que el ex relator especial de las Naciones Unidas David Kaye me planteó sobre una disputa entre Twitter e India en torno a las exigencias del gobierno para eliminar material de internet. Y reitero, no existe una respuesta sencilla.
“No creo que sea tan simple como que un gobierno le diga a una compañía que obedezca una ley y que esta deba hacerlo”, dijo Chinmayi Arun, catedrática en la Facultad de Derecho de la Universidad de Yale y directora fundadora del Centro para Gobernabilidad de la Comunicación de la Universidad Nacional de Derecho de India en Nueva Delhi. “Si a las compañías se les confronta con el conocimiento de que una ley interfiere con la libertad humana, pienso que pueden lavarse las manos al encogerse de hombros y decir: ‘No tenemos otra opción’”.
Las compañías de internet, incluyendo a Google y Facebook, muestran su oposición de manera regular cuando creen que las autoridades violan derechos humanos básicos. Esto a menudo es algo bueno y deseable. Excepto cuando no es así. Y ese punto de vista es subjetivo.
Si yo fuera una ciudadana tailandesa que quisiera que la monarquía tuviera menos poder, podría estar feliz de que Facebook desafíe a mi gobierno. Sin embargo, si apoyara a la monarquía, tal vez me sentiría agraviada de que una compañía extranjera no respetera nuestras leyes.
Las potencias del internet todavía tienen que usar su juicio: personas como Mark Zuckerberg o Satya Nadella, el director ejecutivo de Microsoft, afirman que quieren que los países les digan qué hacer en cuestiones complicadas de expresión en línea y su razonamiento tiene sentido. ¡Estas decisiones son difíciles! No obstante, sin importar qué reglas instauren los gobiernos, cualquier espacio de reunión en internet todavía tendrá que usar su propio juicio.
Evelyn Douek, una catedrática en la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard, me dijo que incluso cuando países como Alemania aprueban leyes sobre el discurso en línea, aún es responsabilidad de las compañías de internet interpretar si millones de publicaciones están en el lado correcto de la ley. Eso también aplica para Estados Unidos, donde se permite que, en gran medida, las compañías decidan sus propios límites aceptables de expresión en línea.
Los países y los organismos internacionales deberían “hacer más para establecer barandillas y procesos más claros para las plataformas en internet”, dijo Douek, pero “nunca van a quitarle la toma de decisiones a estas plataformas”.
¿Existe un punto medio? El miedo al fragmentinternet a menudo se presenta como una elección binaria entre un Facebook o un Google globales, o 200 versiones. Sin embargo, se han propuesto ideas de fijar un estándar global de expresión en línea y un proceso para adjudicar las disputas.
Una coalición llamada Iniciativa de Red Global ha trabajado durante años para fijar un código de conducta para las compañías de tecnología y telecomunicaciones a fin de proteger el discurso en línea y la privacidad de manera global. Grupos que incluyen a Artículo 19, que trabaja en la promoción de la libertad de expresión, y el Consejo Asesor de Contenidos de Facebook también han trabajado en mecanismos de resolución para que personas en todo el mundo desafíen las decisiones de las compañías de internet.
Si piensas que todo esto es un desorden —sí, lo es—. El discurso en internet es un concepto relativamente nuevo y todavía estamos tratando de entenderlo.
Por: Shira Ovide, The New York Times