La salud de las mujeres de 65 años y más muestra estar relacionada, además de con sus propias características socioeconómicas, con las de sus parejas, como consecuencia de las normas de género tradicionales. Esta es una de las principales conclusiones de una investigación realizada por expertos de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), centrada en el caso de España.
Según Jordi Gumà, miembro del Grupo de Investigación en Sociodemografía (DEMOSOC) de la UPF y líder del trabajo, esta situación se agrava por varios motivos. “El hecho de tratarse en muchos casos de las cuidadoras de sus parejas (hombres) implica un doble impacto sobre la salud femenina como consecuencia de las desigualdades de género: por ser dependientes económicamente de sus parejas y por tener que asumir una mayor carga diaria”, explica Gumà.
El estudio, publicado en Gaceta Sanitaria, analiza las diferencias de salud entre la población española de 65 a 81 años que vive en pareja, considerando tanto las características socioeconómicas de ambos miembros de manera individual como combinada. Se trata de un enfoque pionero respecto a las investigaciones realizadas hasta ahora, que se han centrado en el análisis individual.
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El objetivo general fue determinar si, además del nivel educativo del propio individuo –un indicador habitual en este tipo de investigaciones–, también las características de la pareja (nivel educativo y estado de salud) y del hogar en general (capacidad económica y brecha de edad del cónyuge) afectan a la salud de las personas de 65 años y más que viven conjuntamente.
El otro miembro de la pareja, un factor determinante
El estudio demuestra que la convivencia con una pareja que no tiene buena salud se asocia con casi el doble de probabilidades de estar en la misma situación, y que la salud de las mujeres es significativamente mejor si su nivel educativo es superior al de su pareja, un resultado que fue menos significativo en el caso de los hombres.
“El estado de salud del otro miembro de la pareja es la variable que muestra el mayor efecto sobre la salud de la población española de 65 años y más que vive bajo este modelo de convivencia, aunque la salud de las mujeres parece ser más sensible al nivel educativo de su pareja y a la situación económica general del hogar”, afirman los autores.
En este sentido, la investigación encuentra una clara implicación de género: “Vivir con un marido mayor, con una salud delicada, penaliza la salud femenina. Por el contrario, la carga de trabajo adicional es menor para ellos cuando sus mujeres tienen una salud deficiente, ya que los hombres suelen compartir esta carga con otros familiares, principalmente mujeres, sobre todo hijas o nueras”, apuntan.
Por otra parte, el estudio ha demostrado la existencia de un efecto de apareamiento selectivo (parejas que se parecen a uno mismo), ya que es más probable que coincidan dos personas con un perfil socioeconómico y, muchas veces, un comportamiento similar. Este apareamiento selectivo a edades más jóvenes puede tener un efecto acumulativo sobre la salud a lo largo de los años, como consecuencia de factores de comportamiento, como fumar, dieta, consumo de alcohol, etc.
El caso peculiar de España
El estudio se ha centrado en analizar el caso de España a partir de una muestra tomada en 2015 de cerca de 1.800 personas de la Encuesta Europea de Ingresos y Condiciones de Vida de personas mayores (de 65 a 81 años) que conviven en pareja. A partir de modelos de regresión logística independientes para mujeres y hombres, los autores obtuvieron la estimación de las probabilidades de no tener buena salud autopercibida, es decir, cómo una persona percibe su propio estado de salud general.
Hasta ahora, las investigaciones sobre la relación entre perfiles educativos conjuntos (de la pareja y propios) y estado de salud se habían centrado en EE UU o en los países del norte, oeste y centro de Europa, pero no se había analizado ningún país del sur del continente europeo.
Para los autores, España es un caso especialmente interesante porque la expansión educativa y la inserción masiva de mujeres en el mercado laboral se inició más tarde que en otros países de la Europa occidental.
En consecuencia, “los roles productivos y reproductivos en España siguen unos patrones muy tradicionales de género para las cohortes más antiguas estudiadas, por lo que el estado socioeconómico femenino está muy determinado por el estatus de sus parejas”, subrayan.
Orientar las políticas sanitarias
Según los expertos, una contribución relevante que su estudio puede aportar a las políticas públicas es que “no solo deben orientarse hacia los grupos vulnerables típicos, como las familias monoparentales o con bajos ingresos, sino también hacia las personas jubiladas con pareja de baja formación”.
“Los resultados son particularmente relevantes para los profesionales de la salud que están en contacto diario con pacientes, ya que demuestran que las desigualdades en salud quedan más determinadas en gran medida a escala doméstica que a escala individual”, concluyen.