La situación para la mujer en Colombia no es para nada favorable. Las cifras de violencia, asesinatos y ataques sexuales crecen como la espuma, mientras las mejoras para su seguridad no resultan significativas (cuando se presentan). Solo para hacerse una idea de la dimensión del problema, según las bases de datos de la Policía Nacional, 1.020 mujeres fueron asesinadas en 2021.
De ese total, 940 fueron mujeres adultas, mientras 49 adolescentes y 31 niñas. Por otro lado, de acuerdo con los datos del Observatorio de Feminicidios, hasta noviembre del año pasado eran 578 los feminicidios cometidos, que hay que recordar son los homicidios en los que las mujeres son víctimas por el simple hecho de serlo.
De todo esto, lo más alarmante puede ser la caracterización del promedio del delito: generalmente cometido por una persona conocida de la víctima, con el uso de armas de fuego en la gran mayoría de los casos y teniendo un foco importante en mujeres entre los 25 y 29 años de edad.
Como una crónica de una muerte anunciada (y sí que lo es porque organizaciones y mujeres de todos los rincones del país llevan años clamando por una mejor seguridad para ellas), este 2022 inicia con cifras poco alentadoras. La Fundación Feminicidios Colombia, por ejemplo, reportó la muerte de cuatro niñas solo esta semana.
De acuerdo con su denuncia, al menos dos de los casos serían feminicidios y “las víctimas habitaban los municipios de Tolú, Segovia, Santa Rosa de Cabal y Villavicencio, (así como) tenían 8, 15, 14-17 años, y 13 años, respectivamente”. El primer caso es quizá uno de los más escalofriantes.
El segundo caso sucedió en el municipio de Segovia, en Antioquia, el departamento con más feminicidios durante 2021. Se trató de una niña de 15 años asesinada con arma de fuego y según señala la Fundación, esta figuraba entre una lista de amenazas de grupos criminales locales.
“Según pudimos verificar con autoridades, el cuerpo no fue expuesto en escena sexuada, tampoco hay signos aparentes de violencia sexual (...) Se ha determinado que en el municipio circulan amenazas de grupos criminales, que incluyen a 3 o 4 niñas”, señalan.
En el tercer caso, sucedido en Santa Rosa de Cabal, la víctima fue una niña entre los 14 y 17 años. Según pudo constatar la organización denunciante con las autoridades, “el cuerpo fue expuesto, la escena sexuada y la víctima presenta signos de violencia sexual”. Por este suceso habría un capturado.
Finalmente, el cuarto caso sucedió en Villavicencio y la víctima fue una niña de corta edad que habría sido asesinada por un familiar.
Todo esto, es apenas la punta del iceberg de una situación que deja víctimas a niveles alarmantes, mientras las autoridades se dan golpes de pecho con nuevas estrategias de seguridad. Cada vez con mayor frecuencia se están conociendo casos, algunos con violencia extrema involucrada, en los que la indefensa infancia es asesinada, torturada, abusada o desaparecida.
Por ejemplo, del total de niñas asesinadas durante 2021, una gran mayoría fue víctima de un agresor con objetos contundentes, mientras las armas de fuego y blancas también tuvieron su lugar protagónico. Para las adolescentes cambia esa relación, ya que una gran mayoría fue asesinada con armas de fuego.
De acuerdo con la Fundación Feminicidios, lo importante es recordar que “no todos los casos de feminicidio de niñas y adolescentes implican violencia sexual”. Nada más cierto, pues parece ser que en este país cada vez con menor frecuencia se necesita una razón para invalidar la importancia de la vida.
El instituto Georgetown para la Mujer, la Paz y la Seguridad, realizó en 2021 un estudio con 170 países del mundo para determinar las condiciones de seguridad para las mujeres y en este Colombia ocupó el puesto 90, resaltando la desaparición y asesinato de distintas lideresas sociales y firmantes de la paz.
Lo cierto es, que aún queda mucho por hacer en esta materia en Colombia, un país que a las pocas horas de haber recibido el 2022 ya reportaba su primer feminicidio del año por un hombre en Floridablanca que decidió terminar con la vida de su pareja a cuchillo tras una discusión. Un síntoma de lo que vendría, de lo que es vivir donde la mujer sale de su casa sin saber si podrá regresar y ahora ni siquiera dentro de ella sabe si vivirá.