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El expresidente Álvaro Uribe Vélez se enfrenta al juicio más mediático y trascendental de su vida. Este 6 de febrero de 2025, en el Juzgado 44 Penal del Circuito de Bogotá, se instaló formalmente el proceso en su contra por los delitos de soborno a testigos y fraude procesal, una situación inédita en la historia del país: nunca antes un exmandatario colombiano había llegado a juicio penal.
Desde temprano, los alrededores del complejo judicial de Paloquemao se convirtieron en un hervidero de expectativas. Seguidores de Uribe llegaron para respaldarlo con pancartas y consignas, mientras que sus opositores exigían justicia. Adentro, la jueza Sandra Liliana Heredia dirigía una audiencia tensa, en la que la defensa del exmandatario intentó frenar el proceso desde el inicio.
La declaración de Uribe ante la jueza
Con tono firme, Uribe dejó clara su postura ante la jueza. Cuando se le preguntó si aceptaba los cargos, respondió con una frase que ya está marcando este juicio:
No hay riesgo de que me vaya a declarar culpable.
Esta declaración no solo reafirmó su estrategia de defensa, sino que también sirvió como mensaje político para sus seguidores, quienes han argumentado desde el inicio que este proceso es una persecución judicial.
Su equipo legal, encabezado por el abogado Jaime Granados, solicitó un aplazamiento alegando que necesitaban más tiempo para revisar nuevas pruebas y que existían riesgos de seguridad para su cliente. Sin embargo, la jueza Heredia decidió que el juicio sigue adelante, concediendo solo un breve receso hasta el 10 de febrero para que la defensa pueda prepararse.
Interceptaciones, el punto clave del caso
Uno de los elementos más controversiales en este proceso es la validez de las interceptaciones telefónicas en las que Uribe conversa con su exabogado Diego Cadena, quien presuntamente ofreció beneficios a testigos para que cambiaran su testimonio en favor del expresidente.
La defensa intentó deslegitimarlas, alegando que se obtuvieron de manera irregular y que vulneraban la confidencialidad entre abogado y cliente. Sin embargo, la Corte Suprema ya había determinado que las grabaciones son válidas, argumentando que Cadena, en esas conversaciones, no actuaba en un marco de defensa legal, sino en una posible operación de manipulación de testigos.
Uribe reaccionó con molestia a la admisión de estas pruebas y reiteró que se trata de un caso construido sobre “falsos testimonios” y errores judiciales. En su intervención, cuestionó la legitimidad de las interceptaciones, afirmando que su teléfono fue interceptado por “error”, cuando en realidad la Corte Suprema investigaba a un congresista diferente.
El origen de este juicio: una jugada que se devolvió
Este proceso judicial tiene raíces en 2012, cuando Uribe denunció al entonces senador Iván Cepeda por presunta manipulación de testigos en su contra. Pero lo que parecía una jugada estratégica se convirtió en un búmeran: la Corte Suprema no solo archivó la denuncia contra Cepeda, sino que, en 2018, abrió una investigación contra Uribe por los mismos hechos.
El caso tomó más fuerza con los testimonios de exparamilitares que aseguraron que recibieron presiones para cambiar sus declaraciones sobre los supuestos vínculos de Uribe con grupos armados ilegales. Esto llevó a que, en 2020, Uribe renunciara a su escaño en el Senado, trasladando su caso de la Corte Suprema a la justicia ordinaria.
¿Justicia o persecución? El país sigue dividido
El juicio contra Uribe no es solo un tema jurídico, sino también político. Sus seguidores lo ven como una víctima de la izquierda y de sectores judiciales que buscan acabar con su legado. Para sus opositores, este proceso representa una oportunidad histórica para demostrar que en Colombia nadie está por encima de la ley.
Mientras tanto, el país sigue atento a cada movimiento. La próxima audiencia, el 10 de febrero, será clave para conocer la estrategia de la defensa y el peso real de las pruebas presentadas por la Fiscalía.
Uribe, fiel a su estilo, no se muestra dispuesto a ceder. Su juicio es más que un proceso penal: es una batalla por su legado, su influencia y su lugar en la historia de Colombia.