De la campaña presidencial de Gustavo Petro, fueron las acciones en la costa las que probablemente más impacto tuvieron entre la opinión pública. Empezando, por ejemplo, por el masivo encuentro en Barranquilla con una tarima en forma de “P” en septiembre de 2021, realizado por fuera de los tiempos oficiales de campaña y probablemente por ello jamás haya quedado consignado oficialmente en las cuentas de campaña.
En este cuadro se hace especialmente importante el nombre de Nicolás Petro, hijo mayor del presidente y actualmente investigado por presunto lavado de activos y enriquecimiento ilícito. Dineros que, según él mismo le ha contado a la justicia, habrían engrosado el músculo económico de la campaña en la costa.
De acuerdo con lo que sabe, Petro Burgos habría recibido dineros del exnarcotraficante Samuel Santander Lopesierra, también conocido como ‘el hombre Marlboro’, así como del “Turco” Hilsaca y otros personajes cuestionables. Parte de los cuales habrían sido usados para costear costosas propiedades y un estilo de vida extraño para el sueldo de un diputado del Atlántico, mientras que otra parte presuntamente habría servido para financiar por debajo de cuerda la campaña.
No obstante, lo cierto es que el tema no ha parado allí, ya que desde que Nicolás Petro empezó oficialmente su colaboración con la Fiscalía, los personajes que alguna vez fueron protagonistas de la campaña en la costa empezaron a enfrentarse entre ellos. Uno de ellos fue el representante Agmeth Escaf, quien no demoró en responder la mención que le hizo el hijo del presidente en una entrevista con Semana, en la que aseguró que su presencia en la lista del Pacto Histórico para la Cámara fue una imposición de Verónica Alcocer.
“Lo impusieron desde Bogotá la señora Verónica con el señor Eduardo Noriega. Es mentira que él tenía votos, que la imagen. Falso. Al que hubiesen querido poner, hombre o mujer, en la cabeza de la lista del Atlántico hubiese salido elegido”, señaló Petro Burgos sobre Escaf, quien en los últimos días ha protagonizado una guerra pública con el abogado Miguel Ángel del Río.
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Tres cabezas de un tridente que en su momento representaron la estrategia ganadora para la campaña de Petro en la costa: Miguel Ángel del Río, Agmeth Escaf y Armando Benedetti, sobre quien Petro Burgos opinó que resulta muy raro que estuviera tan callado. “Él es muy hablador, muy frentero”, fueron las palabras del hijo del presidente sobre el exembajador de Venezuela.
El primero en prender el ventilador fue Escaf, quien confirmó que su candidatura nunca fue bien recibida en el Pacto Histórico, según él porque consideraban que podía convertirse en un “manguito”. También dijo que Miguel Ángel del Río, quien también aspiraba a la cabeza de lista, era “el candidato de Nicolás Petro, de Máximo Noriega, de Armando Benedetti” y que en alguna ocasión Petro Burgos le habría asegurado que Del Río había puesto “500 millones” para la campaña.
Además del tema de la plata, Agmeth Escaf señala que en una ocasión, intentando mantener un supuesto trato con Miguel Ángel del Río, Nicolás Petro le habría pedido interceder ante el presidente para que lo metieran en lista del Senado y no de la Cámara. No obstante, al no acceder, relata que vivió fuertes retaliaciones dentro del partido: “Hasta para entrar a la sede del Pacto tuve líos. Un día me informaron que Benedetti me había prohibido el acceso”, cuenta.
La respuesta de Miguel Ángel del Río
Como era de esperarse, Miguel Ángel del Río no se quedó en silencio respecto al tamaño de acusaciones que se hicieron en su contra, calificando todo lo dicho por el representante a la Cámara como un “ataque falso” e incluso pasando al plano de la ofensa asegurando que Escaf es un “actor mediocre que se ganó una curul en una rifa”.
Todavía más lejos, el abogado sentenció que empezará acciones legales en contra del representante, “para que sostenga que yo ofrecí 500 Millones a la campaña en el Atlántico y aporte las pruebas de eso”.
Por su parte, Escaf respondió a este anuncio del abogado Miguel Ángel del Río con el siguiente mensaje:
“Cuando la única defensa es el ataque “ad hominem”, sospechen. Quien ataca al mensajero, no al mensaje, carece de argumentos. No le queda de otra que optar por el insulto y la patanería para seguir distrayendo incautos y aparentar ser lo que no es. Puro lobo disfrazado de oveja”.
En medio de todo ello, tal como lo dijo Nicolás Petro, destaca el silencio que ha tenido Armando Benedetti, aún cuando su papel en todo el escándalo alcanzó el grado de protagónico luego de que Semana revelara los chats que este mantenía con la exjefe de gabinete, Laura Sarabia.
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Angustiado y desesperado por el “maltrato” y las “humillaciones” que habría estado sufriendo desde Casa de Nariño, y viendo mermado su poder, Benedetti alegaba que su papel había sido determinante en la campaña de la costa: “Nadie me deja tirado tres horas ahí, un man que hizo cien reuniones en una campaña política, un man que consiguió 15.000 millones y ahora… que busqué toda la plata y tú lo sabes”.
En ese momento, Benedetti hizo énfasis en todo lo que sabía de la campaña y le recordó a Sarabia que en cualquier momento podía reclamar su “espacio político”. “Con tanta mierda que yo sé, pues nos jodemos todos”, fueron parte de las palabras de Benedetti.
Lo peor vino después cuando, en otro audio, Benedetti sentenció todo lo que podría causar en caso de revelar todo lo que sabía: “Laura, te lo juro por la vida de mis hijos que no pasará nunca, nos hundimos todos, nos acabamos todos, nos vamos presos”.
De esta manera, lo que en algún momento fue considerado como uno de los grandes triunfos electorales de Gustavo Petro, reafirmando su fortaleza en la costa colombiana, hoy se convierte en una de las grandes debilidades de su gobierno. Arrojando un manto de duda sobre la legitimidad del ejercicio político empleado en el Caribe, con el escenario poco deseado de tener a Nicolás Petro como protagonista, aún cuando el entonces gerente de campaña Ricardo Roa asegura hoy que Petro Burgos nunca tuvo (al menos de manera oficial) un papel directo en la campaña, que se manejó con contabilidad centralizada en Bogotá, y que por lo tanto no contaba con autorización para la recolección de dineros.
