La alerta llegó a la Casa Blanca poco después de las dos de la tarde del martes, un mensaje urgente de las agencias estadounidenses de espionaje que a veces los funcionarios llaman “graznido” advertía que en las horas subsecuentes era casi inminente un ataque iraní en contra de las tropas de Estados Unidos.
A lo largo del día, ya había llegado una tormenta de amenazas potenciales: ataques con misiles y cohetes, ataques terroristas en contra de estadounidenses en otras partes del Medio Oriente, incluso una advertencia de que cientos de milicianos con respaldo de Irán podrían intentar un ataque en contra de la base aérea de Ain al-Asad, un complejo inmenso ubicado en el desierto occidental de Irak.
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Sin embargo, la especificidad de la última advertencia de la tarde envió al vicepresidente Mike Pence y a Robert C. O’Brien, el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, al sótano del Ala Oeste, donde los asesores estaban reunidos en la Sala de Crisis. Poco tiempo después de terminar la junta, el presidente Donald Trump se reunió con el primer ministro de Grecia.
Tres horas más tarde, un granizo de misiles balísticos lanzados desde Irán impactó dos bases en Irak, entre ellas la de Ain al-Asad, donde están apostados casi mil soldados estadounidenses. Los ataques pusieron fin a un día lleno de confusión y desinformación, en el que a veces dio la impresión de que una peligrosa escalada militar podía culminar en una guerra de mayor alcance. Trump monitoreó durante horas las últimas amenazas al lado de sus asesores. Los estrategas militares consideraron opciones para contraatacar si Irán asesinaba soldados estadounidenses.
Este recuento de las horas de tensión alrededor de los ataques del martes, 7 de enero, se basa en entrevistas con funcionarios retirados y en activo de Estados Unidos y personal militar en Washington e Irak.
Resulta que los ataques con misiles podrían ser un cierre sin sangre para el último capítulo del conflicto entre Estados Unidos e Irán, el cual se ha cocinado a fuego lento durante cuatro décadas. El 8 de enero, Trump declaró que Irán “parece haber hecho un alto al fuego” después de días de tensiones agudizadas desde el asesinato del general Qasem Soleimani, aunque pocas de las personas que siguen de cerca la dinámica de la relación entre Estados Unidos e Irán vaticinan un futuro pacífico.
“Si en efecto esta es la suma total de la respuesta iraní, es una gran señal de reducción de las hostilidades que deberíamos recibir con agradecimiento”, comentó Kirsten Fontenrose, quien manejó los asuntos del Medio Oriente en el Consejo de Seguridad Nacional a inicios del gobierno de Trump.
Los preparativos para un contraataque
El martes, horas antes de que los funcionarios de la Casa Blanca y el Pentágono llegaran a sus escritorios, las tropas estadounidenses en Irak se estaban preparando para un contraataque de parte de Irán que tenía como objetivo vengar la muerte del general caído. Los satélites espía habían monitoreado los movimientos del arsenal de lanzamisiles iraní, y las comunicaciones entre los líderes militares de Irán que interceptó la Agencia de Seguridad Nacional habían indicado que la respuesta al asesinato de Soleimani podría llegar ese día.- Le puede interesar: Irán y las facultades de Trump para iniciar una guerra