El Congreso de la República de Colombia, lugar donde se espera que se debatan ideas y se tomen decisiones en beneficio del país, se ha convertido en un terreno hostil para las mujeres. La violencia política dirigida hacia las congresistas ha alcanzado niveles alarmantes, con casos que van desde insultos hasta agresiones verbales y ataques personales. Esta problemática, lejos de disminuir, parece incrementarse con el tiempo. Así lo denunció en diálogo con KienyKe.com la senadora del Pacto Histórico Martha Peralta.
Un reciente ejemplo de esta lamentable situación se evidenció durante la sesión del 3 de abril de la Comisión Séptima del Senado, donde el Senador Honorio Henríquez del Centro Democrático insultó a la Senadora Peralta llamándola "payasa". Este incidente no solo constituye un acto de violencia política, sino también de género, al parecer motivado por el ejercicio legítimo de sus funciones como presidenta de la Comisión.
La respuesta ante estos ataques ha sido variada. Si bien las senadoras afectadas han recibido muestras de solidaridad y apoyo tanto de colegas como de la ciudadanía en general, también han sido blanco de ataques personales, algunos de naturaleza racista y machista. La senadora Martha Peralta, representante de la cultura indígena Wayúu, ha sido particularmente vulnerable a este tipo de ataques, que buscan desacreditarla no solo como política, sino como persona.
No obstante, estos incidentes no son casos aislados. La senadora y vicepresidenta del Senado, María José Pizarro, lleva más de un año siendo víctima de agresiones e irrespetos por parte del senador Jonathan Pulido, hechos que han sido puestos en conocimiento de la Comisión de Ética del legislativo. Este patrón de agresión sistemática hacia las mujeres congresistas es inaceptable y requiere una respuesta urgente y contundente por parte de las autoridades.
Ante esta situación, las senadoras del Pacto Histórico han decidido alzar su voz y denunciar públicamente estos actos de violencia política y de género. Exigen que se generen garantías para el ejercicio democrático de las mujeres congresistas y se apliquen sanciones contra quienes perpetúen este tipo de conductas. El objetivo es claro: crear un ambiente de respeto y tolerancia en el Congreso, donde todas las voces, independientemente del género, puedan ser escuchadas y valoradas.
Es importante recordar que estas agresiones no son solo un problema del presente, sino que están arraigadas en una larga historia de discriminación hacia las mujeres, basada en estereotipos de género y prejuicios injustificados. Por lo tanto, es responsabilidad del Congreso de la República y de toda la sociedad colombiana tomar medidas concretas para erradicar este cáncer que corroe las instituciones democráticas y perpetúa la desigualdad de género.
