Polémica carta de Álvaro Leyva en contra del presidente Petro

Mié, 23/04/2025 - 08:08
El excanciller se fue con toda en contra del presidente, incluso acusando ser testigo de una supuesta "drogadicción".
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Presidencia

En un hecho sin precedentes, el excanciller Álvaro Leyva Durán dirigió una carta abierta al presidente Gustavo Petro Urrego, manifestando profundas preocupaciones sobre el rumbo del gobierno, la falta de comunicación en el alto nivel del poder ejecutivo y, sobre todo, su propia experiencia de marginación tras haber sido uno de los hombres más cercanos al mandatario en los inicios de su gestión.

La misiva, fechada el 19 de abril y recibida en la Presidencia tres días después, revela un panorama sombrío de lo que Leyva considera una crisis en el liderazgo presidencial. El tono de la carta oscila entre la preocupación sincera, la desilusión política y una fuerte carga emocional que refleja el distanciamiento y desencanto de quien se describe como “exministro de Estado suyo”, apelando directamente a la conciencia de Petro.

Una relación rota por el silencio

Desde el primer párrafo, Leyva señala la dificultad para comunicarse con el presidente, pese a haber sido un alto funcionario de su administración. Denuncia que, tras su salida del gobierno, no ha logrado establecer un canal efectivo para transmitirle sus inquietudes, recurriendo incluso a redes sociales.

La crítica va más allá del plano personal: apunta a una falla estructural en la forma en que Petro ha elegido rodearse de colaboradores. Según Leyva, el círculo de confianza presidencial es reducido y hermético, al punto que los ministros casi no tenían contacto con él. “Encontré que su círculo de confianza era bien reducido. Entre los ministros lo comentábamos”, afirma.

Señalamientos sobre la salud emocional del presidente

Uno de los aspectos más delicados de la carta es el referido a la salud emocional del mandatario. Leyva no duda en hablar de “frecuentes tiempos de soledad, ansiedad, depresión y otras manifestaciones de difícil superación”, que según dice, le fueron relatados por personas cercanas al presidente.

Este testimonio no solo preocupa por el estado personal del jefe de Estado, sino por sus posibles repercusiones en el ejercicio del poder. El excanciller rememora momentos incómodos como la desaparición del mandatario durante una visita oficial a París y la imposibilidad del cuerpo diplomático de encontrarlo durante días. “Momentos embarazosos para mí como persona y como su Canciller”, confiesa.

Además, dejó en claro que él había sido testigo de una presunta "drogadicción" por parte del mandatario. "Me apena decirlo hoy - tarde ciertamente-, pero por esa época ya tenía conocimiento de episodios suyos de similar comportamiento. Fue en París donde pude confirmar que usted tenía el problema de la drogadicción. ¿Pero qué podía hacer yo?". 

Una crítica sin traición

A pesar del tono grave de sus palabras, Leyva insiste en que no ha traicionado ni al presidente ni a la causa. Asegura que actuó con honestidad y compromiso hasta el último momento, y que las discrepancias surgieron por hechos de fondo. Rechaza cualquier lectura de traición: “Ni en mi formación y en mi carácter no cabe esa palabra”, escribe.

Su carta expone también las tensiones internas del gabinete, mencionando casos como el del exembajador Armando Benedetti, a quien describe como “enfermo” y con problemas de adicción, y la figura de la entonces jefe de gabinete, Laura Sarabia, quien según Leyva se volvió “dueña de su tiempo” y del acceso al presidente.

De la confianza a la frustración

Álvaro Leyva Durán narra una evolución desde la esperanza inicial —cuando asumió la Cancillería con la ilusión de contribuir a una política exterior transformadora— hasta una frustración marcada por promesas incumplidas y citas evitadas. “Tantas veces ocurrió lo mismo con la excusa de que usted eventualmente me recibiría”, lamenta.

El excanciller recuerda su relación con figuras del pasado como Carlos Pizarro y Álvaro Gómez Hurtado, y marca una línea divisoria clara: “Con el M nunca me crucé con usted. No pertenecía usted a sus primeras filas”. El comentario sugiere una crítica velada al relato político que Petro ha construido sobre su historia y sus alianzas.

Una advertencia desde la experiencia

La carta finaliza con una reflexión sobre la “prudente ocultación de la verdad” y el deber moral de no callar cuando se afecta el bien común. Cita al filósofo español Antonio Millán-Puelles y retoma la figura de San Agustín para justificar su llamado: “Lo que a continuación le expongo Presidente, lo hago sin patetismo ni aspaviento”.

Lejos de ser una diatriba vacía, la carta de Leyva Durán es un documento político de alta carga simbólica y testimonial. En ella se combinan el desencanto de quien fue excluido de los círculos de poder, la preocupación por el estado emocional del presidente y la necesidad de advertir públicamente sobre lo que él percibe como una deriva peligrosa en la conducción del país.

En un contexto político cada vez más polarizado, esta carta podría marcar un punto de inflexión. Más que una despedida, parece una súplica pública de reconexión con los ideales que un día compartieron.

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