Hace casi exactamente cuatro años, Donald Trump llegó a un hangar de este aeropuerto, hizo un donativo para un grupo que proporciona perros de asistencia a los veteranos y, antes de invitar a algunos niños a correr por su Boeing 757, criticó las guerras en Medio Oriente a las que muchas familias locales habían enviado a pelear a sus hijos e hijas.
“Soy un tipo que no quiso ir a la guerra”, le dijo a una multitud de varios cientos de personas. “Es totalmente injusto; es un desastre”, añadió, con la promesa de que si alguna vez desplegaba al Ejército en algún lugar, sería “tan fuerte y tan poderoso que nadie se volverá a meter con nosotros nunca jamás”.
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Ese noviembre, el condado de Dubuque votó por el Partido Republicano en las elecciones presidenciales por primera vez desde 1956, cuando Dwight Eisenhower contendía en los comicios.
El éxito de Trump en lugares como Dubuque —con una extensa población de obreros blancos, afines a los sindicatos y católicos— recompuso al electorado republicano. Y su camino hacia un segundo periodo depende mucho de si esos votantes vuelven a darle la espalda al Partido Demócrata.
Sin embargo, el fantasma de un nuevo conflicto en Medio Oriente —esta vez con Irán— amenaza a la coalición política creada por Trump en 2016 cuando se enfrentó a un Partido Republicano que muchos votantes consideraban como indiferente e insensible, en especial cuando se trataba del costo humano de la guerra.
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