Parecía que el remdesivir, un medicamento antiviral diseñado para combatir tanto los virus de la hepatitis como los de las enfermedades respiratorias comunes, estaba destinado a formar parte de los miles de fármacos que no tuvieron éxito para combatir otras enfermedades. Este medicamento fue relegado al basurero de los fármacos olvidados por los científicos que solían defenderlo.
No obstante, el viernes, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) emitió una aprobación de emergencia para el remdesivir como tratamiento para los pacientes graves de Covid-19, la enfermedad causada por el coronavirus.
La historia del rescate y la transformación del remdesivir es un testimonio de la importante participación del financiamiento federal, el cual permitió que los científicos que trabajaban en las sombras continuaran la investigación fundamental sin los beneficios económicos evidentes. Esta investigación depende casi por completo de los subsidios del gobierno.
Mark Denison, de la Universidad de Vanderbilt, es uno de los pocos investigadores que descubrieron el potencial del remdesivir. Denison comenzó a estudiar los coronavirus hace un cuarto de siglo, en una época en que pocos científicos los estudiaban; recuerda que los que infectaban a los seres humanos eran causantes de resfriados, y los científicos solo querían saber cómo funcionaban.
“Nos interesaban desde el punto de vista biológico”, recuerda Denison. “A nadie le llamaban la atención desde la perspectiva terapéutica”.
Ni él ni ninguno de los demás grupos de científicos interesados en los coronavirus previeron que uno nuevo desataría una epidemia que ha matado a casi 250.000 personas en todo el mundo. La FDA aprobó con rapidez el remdesivir para su uso de emergencia luego de que en un ensayo financiado por el gobierno se demostró que mejoraba levemente la salud de los pacientes muy graves.
El ensayo, auspiciado por el Instituto Nacional para las Alergias y las Enfermedades Infecciosas, incluyó a más de mil pacientes hospitalizados y reveló que quienes se sometían a un tratamiento con remdesivir se recuperaban más rápido que quienes recibían un placebo: en once días y no en quince. Pero el fármaco no redujo de manera importante las tasas de letalidad.
Anthony Fauci, director del Instituto Nacional para las Alergias y las Enfermedades Infecciosas, señaló que los resultados fueron “una prueba muy importante de concepto”, pero no un “golpe decisivo”. El viernes, el presidente Donald Trump ensalzó este medicamento como “un tratamiento importante” y “en verdad prometedor”.
El remdesivir está aprobado solo para usarse en pacientes muy graves y de manera temporal; más adelante debe aprobarse de manera formal. Sin embargo, algunos médicos que trabajan en las unidades de cuidados intensivos acogieron el fármaco como un arma nueva e importante para combatir un virus que está matando a pacientes de todo el mundo.
“Es un primer paso muy importante”, afirmó Robert Finberg, presidente del Departamento de Medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts.
No había mucho acerca de la historia inicial del remdesivir, fabricado por Gilead Sciences, que indicara que podría ofrecer las esperanzas que ahora se tienen con él.
Los coronavirus poseen mucho más ácido ribonucleico del que los científicos pensaban que tenían. Muchos virus causantes de epidemias cuentan con este tipo de material genético, y casi todos mutan de manera constante. Es por eso que los virus de la influenza cambian de un año a otro.
No obstante, los coronavirus no cambiaban mucho: su porcentaje de mutación es alrededor de una vigésima parte del de otros virus con ácido ribonucleico.
En 2007, Denison descubrió que los coronavirus tienen un poderoso sistema de “corrección”. Si ocurre un error al copiar el ácido ribonucleico cuando el coronavirus se replica, este corrige el error. En los experimentos de laboratorio, los coronavirus que mutaban eran más débiles en comparación con los que no tenían mutaciones.
Denison y otros expertos se preguntaban si sería posible engañar al virus con un fármaco que burlara el sistema de corrección y obstruyera el desarrollo de la cadena de ácido ribonucleico del virus, lo cual le pondría fin de forma prematura.
Al hablar sobre este problema en una reunión con otros científicos, Denison se enteró de que Gilead Sciences tenía decenas de medicamentos que podrían lograr eso. “Por una u otra razón, todos estos compuestos se habían dejado de lado”, señaló Denison.
En pruebas de laboratorio, comprobó que la mayoría lograba desactivar el coronavirus, algunos mejor que otros. Uno de los mejores era el GS-5734, que ahora se conoce como remdesivir. “A mí me gustaría llamarlo Destructor”, comentó Denison.
Denison descubrió que el remdesivir era justo lo que estaban buscando: un fármaco que se escabullera en el poderoso sistema que tiene el virus para proteger el ácido ribonucleico, su material genético. El remdesivir interrumpía de manera prematura el desarrollo de las cadenas del ácido ribonucleico del virus y acababa con él.
El remdesivir mató a todos los coronavirus conocidos en las pruebas de Denison. Posteriormente, los investigadores de la Universidad de Carolina del Norte se dieron cuenta de que el medicamento también mataba a los virus en animales infectados.
Eso no solo incluía a los coronavirus que causan el resfriado común, sino también los causantes del síndrome respiratorio agudo grave y del síndrome respiratorio de Oriente Medio, incluso un coronavirus que ataca a los ratones.
Pero en la vida real, no se tuvo éxito con el fármaco, no solo al usarlo contra la hepatitis, sino tampoco contra el ébola en África. El medicamento decayó sin ser aprobado para ningún uso… hasta que surgió un nuevo coronavirus.
A medida que el SARS-CoV-2, el virus que causa la Covid-19, empezó a convertirse en una pandemia, muchos científicos se dieron cuenta de que el remdesivir podría ser la mejor solución al alcance. Ya se habían hecho experimentos con animales y se había probado de manera segura en los seres humanos.
Así que los médicos empezaron a administrárselo a sus pacientes en estudios en los que no había grupos de control e incluso sin que fueran parte de los estudios. Los acontecimientos impulsaron la demanda. Gilead patrocinó algunos de estos estudios y les proporcionó el fármaco a los médicos que trataban a cientos de pacientes para su uso compasivo, una exención legal que autoriza el uso de cualquier medicamento que no esté aprobado para el tratamiento de los pacientes.
Sin embargo, nada de esto podía demostrar que el medicamento fuera útil para los pacientes. Se necesitó el ensayo del gobierno, en el que a muchos pacientes se les administró un placebo, para demostrar que al parecer el remdesivir tiene un efecto moderado. No todos están convencidos de que el remdesivir esté a la altura de lo que promete. En un estudio de China, publicado esta semana en la revista The Lancet, se descubrió que el medicamento no era de utilidad para los pacientes muy graves. Además, muchos expertos quieren ver los datos del ensayo que realizó el Instituto Nacional para las Alergias y las Enfermedades Infecciosas; hasta ahora, solo ha habido declaraciones de los funcionarios del gobierno sobre los resultados.
A pesar de estas interrogantes, Gilead ha estado aumentando su producción y ahora tiene disponibles 1,5 millones de frascos, los cuales son suficientes para unos 150.000 pacientes. Daniel O’Day, director general de la empresa, afirmó que se les proporcionarán a los pacientes sin costo alguno.
No habló de cuánto cobraría Gilead después de la aprobación formal, pero es poco probable que el remdesivir sea barato, pese a se originó de las investigaciones auspiciadas por el gobierno.
Por: Gina Kolata