La noticia que estaba esperando el presidente de los Estados Unidos Donald Trump para darle un impulso a su campaña a la reelección, llegó una semana tarde para ese propósito. Días después de que el actual mandatario levantara un revuelo en el país con denuncias de un supuesto fraude electoral, al que las autoridades judiciales no le han dado credibilidad, se conoció un avance significativo en la búsqueda de la vacuna contra el coronavirus por parte del laboratorio Pfizer y BioNTech.
Al menos en dos ocasiones de la campaña electoral, el presidente Trump aseguró que la vacuna contra el coronavirus, que podría poner fin a la pandemia de clausuró el mundo, llegaría antes del día de elecciones, es decir el pasado 3 de noviembre. En otra ocasión aseguró que estaría lista para octubre de este año.
Ninguno de los vaticinios de publicidad política se le cumplieron a Trump y tampoco tuvieron el efecto que deseaba. El mandatario perdió la elección presidencial para dar paso a su contendor demócrata Joe Biden, en la elección con mayor participación en la historia de los Estados Unidos, en una campaña particular precisamente por desarrollarse en medio de la pandemia de coronavirus.
Esos anuncios tampoco tuvieron el efecto deseado en los votantes norteamericanos. Según un estudio publicado por CBS News, solo el 21% de los ciudadanos estaría dispuesto a aplicarse una vacuna tan pronto saliera al público y la mayoría esperaría resultados en otras poblaciones. Además, el 65% pensaría que una vacuna anunciada durante la elección era un resultado apresurado y no lo suficientemente probado para el bien público, sino para el beneficio electoral.
La gestión por el Covid-19 le pasó factura a Trump en su reelección. Primero sus declaraciones contrarias a la ciencia y su negativa a tomar medidas fuertes para detener el avance del virus en los Estados Unidos generaron fuertes cuestionamientos públicos al mandatario y los ataques más consistentes por parte de los demócratas a su campaña.
Adicionalmente, el mandatario de 74 años de edad y con sobrepeso, se contagió del virus en plena contienda electoral, lo que redujo a dos el número de debates y pausó su presencia pública por varios días. La aparente recuperación en tiempo récord también mermó la confianza de los electores.
Finalmente, la misma pandemia, como indican expertos, provocó dos resultados en las elecciones. Primero, que se implementara el voto por correo, que retrasó el escrutinio y provocó situaciones como el cambio de ventaja de un candidato a otro en algunos estados, como Pensilvania y Georgia que le dieron la victoria a Biden. Segundo, las crisis, y el Covid-19 en particular por su importancia mundial, motivan a las personas a asistir con mayor afluencia a los comicios electorales.
Pues a causa de eso, el presidente Trump denunció desde el mismo 4 de noviembre un supuesto fraude electoral, con el que buscó detener la cuenta de votos enviados por correo, mecanismo utilizado principalmente por los electores demócratas.
Incluso, hasta la fecha, el mandatario no ha reconocido la victoria de Joe Biden y ha asegurado que los comicios no han terminado e insistido en un supuesto fraude electoral dividiendo la votación entre votos legales e ilegales.
El mismo 7 de noviembre, cuando se conoció la inminente victoria de Biden, el mandatario escribió en Twitter: “No se permitió el ingreso de los observadores a las salas de conteo.Yo gané la elección, obtuve 71.000.000 votos legales. Sucedieron cosas malas que nuestros observadores no pudieron ver. No había pasado antes. Millones de votos por correo fueron enviados a personas que nunca los pidieron”.
Esa actitud no tiene precedentes en la historia electoral de los Estados Unidos, un escándalo de fraude electoral y el desconocimiento del resultado, ha marcado incluso distancia entre los republicanos y su derrotado candidato. Hasta el expresidente George H. W. Bush, republicano, felicitó a Biden de su victoria y lo calificó como “una buena persona”.
En medio de ese revuelo político, que llevó a Biden y su vicepresidenta Kamala Harris a incluir en sus discursos llamados a la unión y al fin de la polarización, llegó una esperada noticia mundial que cambió completamente el tono del presidente Trump este lunes 9 de noviembre: Pfizer anunció 90% de efectividad de su vacuna contra el coronavirus.
Esta cifra supera las expectativas de los científicos que auguraban un porcentaje de eficacia cercano al 75%. Además, no ha presentado consecuencias considerables en los más de 453.000 voluntarios que han recibido dos dosis del fármaco que busca poner fin a la crisis sanitaria más fuerte de las últimas décadas en el mundo.
Tras el anuncio, que algunos creen que se retuvo en reserva hasta conocerse el desarrollo de las elecciones presidenciales, el presidente Donald Trump celebró la noticia y la utilizó para reforzar su política de mantener el mercado abierto en medio de la pandemia.
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“El mercado bursátil sube en grande, la vacuna viene pronto. Reportan 90% de efectividad. Qué gran noticia”, señaló el mandatario a través de redes sociales, precisamente porque el índice Dauyons del mercado subió 1.600 puntos, 5,68%, este lunes. Un comportamiento normal luego del receso que supone la incertidumbre del mando político en los Estados Unidos y el anuncio de una posible pronta superación de la pandemia de coronavirus.
La vacuna, a estas alturas, no le sirve a Trump más que para un anuncio optimista al final de su mandato y la recuperación aún más rápida de la economía norteamericana tras el aislamiento de la mayoría del mundo durante la pandemia. Sin embargo, el fármaco contra el Covid-19 no es un resultado de su gestión, cuando los mismos laboratorios Pfizer y BioNTech han aclarado que no recibieron financiación federal.