“Ayúdenme”, resonaba en letras mayúsculas en la portada de Us Weekly, bajo una fotografía de Britney Spears con la cabellera a medio rapar. People Magazine prometió llevar a sus lectores “al interior de la crisis de Britney”, y trataba de atraer a los lectores con detalles sobre “fiestas alocadas, llanto en público, la cabeza rapada”. OK! Weekly tentó a sus posibles compradores con un recuento de primera mano de un “emotivo grito de ayuda”.
En 2007, las revistas de espectáculos apiladas en las salas de espera de los dentistas o en los estantes junto a las cajas de los supermercados presentaban una nota de portada favorita: las pruebas y tribulaciones de una Britney Spears de 25 años.
Un nuevo documental sobre Spears y sus problemas, publicado por The New York Times, cuestiona la cobertura que hicieron del tema las revistas de moda, los tabloides, los periódicos y los programas de televisión.
Catorce años después de la crisis más publicitada de Spears, algunos ven la fijación excesivamente crítica en su salud mental, su maternidad y su sexualidad como un gran error público.
“Perdónanos, Britney”, se lee en una publicación de Instagram de Glamour de esta semana. “Todos somos culpables de lo que le sucedió a Britney Spears”.
La prensa amarillista se obsesionó con Spears desde sus días de estrella adolescente del pop, pero la cobertura llegó a otro nivel de intensidad cuando se encontraba a la mitad de sus veintes. Parecía haber un círculo vicioso en juego: los implacables paparazzi que seguían a Spears a casi todas partes la exasperaban y ayudaban a desatar demostraciones públicas de frustración, que las revistas cubrían con agresividad, dado que entrevistaban a una serie de personajes tangenciales, como el dueño de la peluquería donde la cantante se rapó la cabeza y un psicólogo que nunca la había tratado.
“Su historia llegó en un momento en el cual las revistas impresas buscaban la nota de la semana”, comentó Jen Peros, exeditora de Us Weekly, “y cuando encontrabas a una celebridad —detesto decirlo— que estaba cayendo en picada o actuaba de manera anormal, esa era la nota. Y sabíamos que iba a vender revistas”.
Ahora, algunos piden que aquellos que hicieron bromas a costa de Spears o la entrevistaron de un modo que ahora se considera insensible, sexista o sencillamente injusto, se disculpen de manera pública. En las redes sociales, se pide a destacadas figuras de los medios de comunicación que ofrezcan sus disculpas, como es el caso de Diane Sawyer, que en una entrevista de 2003 le preguntó a Spears qué podría haber hecho para molestar a su ex, Justin Timberlake; Matt Lauer, quien preguntó si la artista era una “mala madre”; y la comediante Sarah Silverman, que hizo bromas subidas de tono sobre Spears en los premios MTV Video Music Awards de 2007.
Estas demandas se resumen en otra frase que se extiende por las redes sociales: “Discúlpense con Britney”.
Silverman, quien en los premios MTV hizo la broma de que los hijos de Spears eran “el error más adorable”, se disculpó en un episodio de su pódcast que se transmitió el jueves, y dijo que, en esa época, no había entendido que las grandes celebridades también podían sentirse ofendidas.
“Britney, perdóname por favor. Siento mucho haberte lastimado”, dijo Silverman. “Podría decir que solo estaba haciendo mi trabajo, pero eso suena a lo que decían todos en el juicio de Núremberg y yo soy responsable de lo que sale de mi boca”.
Y el viernes, Timberlake se disculpó con Spears en Instagram, dijo que se sentía “muy apenado por las veces en mi vida en que mis acciones contribuyeron con el problema, las veces en que hablé cuando no debía y me quedé callado cuando debía haber dicho lo correcto” (también se disculpó con Janet Jackson, con quien apareció en el espectáculo de medio tiempo del Super Tazón en 2004).
El nuevo documental, “Framing Britney Spears”, que se estrenó en Hulu y FX el 5 de febrero, se centra en el origen del conflicto por la tutela de Spears, el acuerdo legal que ordenó que otras personas —principalmente su padre— tengan control sobre su vida personal y sus finanzas desde hace trece años, después de que Britney fue hospitalizada en 2008 tras un enfrentamiento de tres horas con su exmarido Kevin Federline relacionado con sus hijos pequeños.
No solo fueron los paparazzi y la prensa sensacionalista los que reportaron —a veces de modo incansable— sobre los matrimonios, hijos, el consumo de sustancias y los desafíos de salud mental de Spears: también lo hizo The New York Times, así como otros periódicos, medios de televisión y programas de comedia nocturnos. Hasta el programa de televisión “Family Feud” encontró la manera de incluir a Spears, al preguntar a los participantes qué había perdido la artista a lo largo del año anterior (“su cabello”, “a su marido”).
En una entrevista, Samantha Barry, editora en jefe de Glamour, dijo sobre el trato que la sociedad le dio a Spears: “Con suerte, estamos en un punto en el que no haremos eso de nuevo, en el que no pondremos a esas celebridades en un pedestal —en especial a las mujeres—, para luego hacerlas pedazos”.
Peros, quien comenzó su carrera periodística como reportera de Us Weekly en 2006 y más adelante se convirtió en editora en jefe, cree que la perspectiva que dan casi quince años ha hecho que los medios traten de otro modo a Spears. Las revistas semanales son “mucho más sensibles y manejan las notas como esta con mayor delicadeza”, comentó, y señaló la cobertura de celebridades como Selena Gomez y Demi Lovato, quienes han hablado de manera más abierta sobre la salud mental y el consumo de sustancias.
Parte de la evolución se deriva del hecho de que estos temas están menos estigmatizados, pero también es resultado de que los periodistas y los editores han entendido que la cobertura mediática agresiva tarde o temprano recibe una respuesta negativa, comentó Peros. Hasta ahora, Spears ha dicho poco sobre el documental y su reacción a este. El martes, pareció referirse de manera indirecta a la película en publicaciones de las redes sociales cuando escribió: “Siempre me encantará estar en el escenario… pero me estoy tomando el tiempo para aprender y ser una persona normal”.
En esta ocasión, más personas parecen aceptar que lo es.
Por: Julia Jacobs, The New York Times