Con millones de personas trabajando desde casa y estrictos confinamientos en la mayoría de países debido a la pandemia de COVID-19, la esperanza de reducir el impacto del cambio climático se centró en las bajas emisiones de carbono, que entre marzo y abril de 2020 cayeron a cifras récord.
Sin embargo, mientras las economías empezaron a reabrir y las restricciones para frenar el coronavirus se hacían menos estrictas, las emisiones repuntaron. Según datos recopilados por la Agencia Internacional de Energía, en diciembre de 2020 las emisiones de carbono tuvieron un aumento del 2,1% en comparación con 2019, mientras la tendencia al alza parece continuar a medida que la vacuna facilita la reapertura del comercio y el turismo mundial.
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Aunque esto era algo predecible, las alertas que muchos ignoraron fueron las emitidas por los ambientalistas al principio de la emergencia sanitaria mundial: la pandemia de plástico que se avecinaba. Máscaras médicas, jeringas, hisopos, botellas de alcohol y antibacterial, así como guantes desechables, ahora se ven en todas las costas y ciudades del mundo, sin contar todo el plástico que hemos usado en el último año por considerarlo un elemento más higiénico y con menos probabilidad de transmitir la COVID-19.
“Hay varios reportes de la coalición mundial Break Free from Plastic que confirman los graves retrocesos que tuvo el mundo frente al manejo de los desechos plásticos en medio de la pandemia. Además, hubo una campaña muy fuerte de la industria del plástico sobre el hecho de que usar este material era más seguro, cuando hay varios estudios científicos que no confirman esta teoría sino que la descartan”, aseguró Maria Esther Briz, bióloga ecuatoriana especializada en sistemas de gestión ambiental y directora de proyectos en Mingas por el Mar, organización que está enfocada en la polución marina por plásticos.
En 2019, National Geographic aseguró que “cada año alrededor de 8 millones de toneladas de desechos plásticos se escapan a los océanos desde las naciones costeras. Eso es el equivalente a colocar cinco bolsas llenas de basura por cada metro en todas las costas alrededor del mundo”.
En este año de pandemia, la cifra no ha podido ser calculada pero algunos registros permiten dimensionar la gravedad de la contaminación mundial por plástico. Según el portal multimedia The Verge, durante el primer brote de coronavirus en los hospitales de Wuhan, China, se generaron un promedio de 240 toneladas métricas de desechos médicos por día, cifra mucho más alta que el promedio anterior, de menos de 50 toneladas.
Si solo nos enfocamos en las mascarillas quirúrgicas que usamos a diario, estas están elaboradas con capas de polipropileno y poliéster y el 70% de su composición es plástico, que debido a su uso médico deben ser incineradas.
El estudio “Las implicaciones del COVID-19 en el medio ambiente y las condiciones psicológicas” publicado por los científicos chinos Yan Wanga y Qingwang Xue en enero de este año asegura que “cuando las máscaras usadas se desechan a voluntad y entran al medio ambiente, pueden emitir micro/nano fibras plásticas al área terrestre, afectando así el crecimiento de especies terrestres y cultivos… Una vez que las máscaras llegan al océano, estos desechos pueden confundirse con alimentos y ser consumidos por especies marinas. Además, la deposición del suelo y la acumulación marina afectarían negativamente a los cultivos y peces, que son las principales fuentes de alimento para los seres humanos”.
Aunque pensemos que desechar una mascarilla en un lugar no apto puede ser un tema menor, el problema ambiental de miles de millones de personas desechando el mismo producto al mismo tiempo es de proporciones descomunales. En junio de 2020, un estudio publicado por Environmental Science & Technology estimó que 129.000 millones de máscaras médicas han sido usadas cada mes en todo el mundo durante la pandemia. En un año, esa cantidad podría cubrir todo el área de Suiza.
Sin embargo, es muy difícil reemplazar el uso de las mascarillas, que junto al distanciamiento social y al lavado de manos son las medidas de protección más efectivas para detener la propagación del virus. Por eso las campañas de sensibilización se están centrando en reducir el consumo de plástico de un solo uso.
“Antes de la pandemia, en Colombia solo se reciclaba el 17% de los residuos que se generaban. El 56% de todo lo que se generaba era plástico de un solo uso”, afirmó Tatiana Céspedes, del área de Campañas de Greenpeace Colombia.
Por su parte, la Asociación Internacional de Residuos Sólidos estima que el consumo de plásticos de un solo uso creció entre un 250% y un 300% en Estados Unidos desde que comenzó la pandemia. Este crecimiento sigue acelerado mientras millones de personas aún continúan trabajando desde casa y hacen domicilios en sus restaurantes preferidos.
“Nadie quiere volver a los tiempos de las jeringas de vidrio o los empaques de suero reutilizable, pero podemos tomar acciones pequeñas para reducir el consumo de plástico de un solo uso”, aseguró Briz. “Muchas veces pides tenedores plásticos en el restaurante y en realidad no sabes dónde estuvieron estos antes de que los pongan en la mesa. Tú no sabes si están contaminados con el virus”, dijo la bióloga.
Pese a los esfuerzos por encontrar nuevos materiales biodegradables y amigables con el medioambiente, las cifras de la industria del plástico hablan solas: Alliance to End Plastic Waste (AEPW), una asociación conformada por los productores más grandes de este material, ha entregado USD 1.500 millones para limpiar el mundo de estos desechos, pero a la vez se están gastando USD 204.000 millones para crear nuevas fábricas.
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Para Briz, “es importante entender que la contaminación por plástico no solo se da cuando este material es un residuo, sino desde la explotación de materias primas como el petróleo. Entonces más que enfocarnos en el reciclaje, que es algo imposible, debemos poner el foco en la reducción de la desechabilidad”.
Céspedes también respalda la propuesta de la experta ecuatoriana. “En Greenpeace queremos que la gente piense antes de consumir productos que son innecesarios como los plásticos de un solo uso, optar por mecanismos de reutilización que cumplan con las especificación de protección ante la COVID-19 y elegir productos frescos y que no recurren a empaques innecesarios”, concluye.