Cuando Juliana Aguirre, de 21 años, se fue de Colombia con su novio Edwin Vásquez, de 25 años, esperaba rehacer su vida.
Quería empezar de ceros en un país que le brindara oportunidades para progresar. Nada le hacía pensar que su aventura terminaría de la manera más trágica y macabra posible.
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En la tarde del domingo 6 de marzo, cerca de las 4:oo pm, en la orilla del río Mapocho en el centro de Santiago, se encontraron en unas sospechosas bolsas de plástico.
Un habitante del sector vio las bolsas a lo lejos e inmediatamente llamó a la policía. En su interior se encontraban unos brazos y piernas que fueron arrancados a una mujer.
Pasaron dos días para que el martes por fin se encontrara el resto del cuerpo, también en bolsas, con la cabeza separada del tronco. Las autoridades buscaron por todos los medios establecer la identidad de la víctima, pero fue imposible pues las huellas no coincidían con ninguna del archivo.
Finalmente se pudo identificar la identidad de la víctima: Era Juliana Aguirre, una ciudadana colombiana que trabajaba de mesera en un restaurante del centro de la ciudad.
Inmediatamente se dio captura a la única persona que podría ser sospechoso, Edwin Vásquez, novio de la víctima, con quien vivía en un pequeño apartamento. Cuando se le preguntó por los hechos prosiguió a relatar, sin pelos en la lengua, lo sucedido.
La relación de la pareja colombiana se venía deteriorando con el tiempo debido a los constantes celos de Edwin. Los reclamos eran cada vez más recurrentes, según pudo afirmar un vecino de los colombianos, quien afirmó que los gritos se podían oír en todo el edificio con frecuencia.
Era el sábado 5 de marzo y en uno de estos ataques de celos, Juliana no aguantó más y golpeó a Edwin en el pecho, a lo que este contestó con una cachetada. Ella le pegó de nuevo, y él enfureció. Tomándola por el cuello la asfixió hasta que quedó sin vida, en el suelo de su apartamento.
Edwin miró a su víctima por un instante, la llevó a la tina del baño y la descuartizó. Tomó su cabeza y su tronco, los metió en bolsas de basura y las tiró al río. Esperó a la mañana del domingo para deshacerse del resto del cuerpo.
Por su nacionalidad colombiana no pudo ser identificada por sus huellas dactilares. Sin embargo una estilista colombiana logró identificar el cadáver gracias al manicura que le había hecho a Juliana la semana anterior. Esto, junto a unos tatuajes y las declaraciones del portero donde vivía la pareja se procedió a dar captura a Edwin Vásquez.
Cuando Vásquez, quien es procesado por feminicidio, declaró frente a la fiscalía, fue directo al grano. Cargado de remordimiento, y en medio de lágrimas dijo: “Yo fui, yo la maté”.