La emoción es una alteración del estado del ánimo y cuando aparece nos impulsa a actuar. Podemos tomar distancia, con el fin de observarnos como espectadores de esa emoción, descubriendo el por qué y el para qué de la aparición de esta energía incontrolada en nuestra vida.
Sin duda, cuando una emoción negativa se desborda, no somos capaces de comprender o aceptar nuestros errores y mucho menos el de los demás, por lo que los disimulamos señalando sus defectos.
Efectivamente, esta actitud crea desconfianza y anula la empatía necesaria para la interacción laboral, social y afectiva pues al no sentir ni generar amor, flexibilidad y consideración hacia el otro, quedamos excluidos de albergar sentimientos positivos y sanos.
Si en nuestra mente sólo habita el rencor, impediremos los sentimientos de perdón y reconciliación que son la base del bienestar emocional.
Muchas veces, las emociones que nos invaden y nos llevan al desequilibrio son por lo general las del resentimiento, la angustia, la ansiedad, la culpa, la tristeza, la justificación, la ira, la envidia, el odio, la preocupación y la vergüenza, entre otras.
Por el contrario, algunos de los sentimientos que nos producen bienestar al experimentarlos son amor, aceptación, alegría, entusiasmo, esperanza, gozo, pasión, ilusión y satisfacción personal.
Para empezar a gozar el beneficio de estos primeros auxilios emocionales, debemos aprender a controlar la respiración ante cualquier situación. Esta es una práctica, que hoy quiero compartirles y nos puede ayudar a ejercitar el bienestar emocional, siendo la base para lograr el equilibrio interior.
Primero debemos entrecerrar los ojos, respirar lenta y profundamente con el propósito de observar cómo el oxígeno entra a nuestros pulmones y los expande. Luego, sentimos un gran descanso al exhalar el aire que nos libera de la tensión interior causada por el estrés.
De esta forma, los pensamientos agresivos y tóxicos se van disolviendo en nuestra mente. Más relajados, podemos tomar conciencia si estamos incluyendo a excluyendo a los otros o a nosotros mismos ante la situación que nos generó esta confusión mental.
Dejar pasar unos momentos, aquietando la mente y sin luchar contra esta emoción, nos ayuda a recuperar la sensatez. Recordemos que una emoción liberada dura poco tiempo y una emoción reprimida continúa haciéndonos daño.
Lo importante es no dejarnos dominar por las emociones y tampoco temerles. Ahora bien, es necesario empezar a conocer de qué están compuestas realmente estas emociones y cuál fue la causa de su aparición en nuestra vida. De este modo, lograremos recuperar la confianza en nosotros mismos.