“Soy optimista. No parece de mucha utilidad ser cualquier otra cosa”. Winston S. Churchill
La vacuna contra el COVID-19 que actualmente está desarrollando la Universidad de Oxford (Inglaterra), despertó desde la semana pasada muchas expectativas positivas. Los ensayos en donde participaron más de mil personas mostraron que este fármaco genera anticuerpos a través de las células T que forman parte del sistema inmune y cuya función es la de proteger al cuerpo de infecciones, en este caso, del coronavirus.
Sin embargo, la Dra. Sarah Gilbert, investigadora del equipo de Oxford, afirma que: “Todavía queda mucho trabajo por hacer antes de que se puede confirmar si la vacuna ayudará a manejar la pandemia de COVID-19, pero estos primeros resultados son prometedores”. Estas declaraciones son una invitación a la esperanza, pero sin exageradas expectativas.
También, podríamos agregar a esta buena noticia, otro poderoso antivirus que funciona muy bien en las actuales circunstancias y es el optimismo. Este valor proviene de la esperanza para controlar esta grave crisis sanitaria a través de la unidad, al acatar de forma consciente todos los protocolos de bioseguridad y distanciamiento social temporales, por parte del gobierno nacional y las autoridades departamentales y distritales.
Sólo desde esa orilla y por medio de la voluntad de ayudarnos los unos a los otros, encontraremos la fuerza para superar los efectos de esta pandemia en nuestra salud y calidad de vida.
¿Qué es una actitud mental optimista?
Entender que existen varias formas flexibles y amables para ver la vida, es el inicio de una actitud mental positiva. Sin duda, estas premisas nos ayudan a responsabilizarnos de las decisiones que tomamos diariamente al momento de enfrentar cualquier situación adversa de manera inteligente y práctica. Las personas optimistas tienen gran capacidad de convicción y transmiten seguridad, tranquilidad y confianza a quienes las rodean.
El optimismo no es una poción mágica, el optimismo es en realidad una fórmula que nos empuja a salir bien de los problemas y está compuesta de una gran dosis de realidad y dominio propio. Tampoco el optimismo es la ausencia de incomodidad y dolor, mucho menos significa estar siempre satisfechos y felices.
Por el contrario, a veces se siente rabia, frustración, miedo, descontrol y toda esa gama de emociones, las cuales, en la mayoría de las veces, es sano expresarlas de forma natural y espontánea.
Por eso, el optimismo es el resultado de la madurez, la disciplina y el entrenamiento personal orientado hacia la conciliación de nuestra mente negativa para erradicar los viejos hábitos y cambiarlos por otros más sanos, que nos sirvan para obtener una mejor calidad de vida.
Todos tenemos una capacidad natural de resiliencia que, junto con el optimismo, nos impulsa a sobreponernos a estos momentos críticos y adaptarnos a la “nueva normalidad”.
Precisamente, el optimismo es el maestro de la actitud mental positiva, la cual por ser humana no es ilimitada, pero si muy potente y en ocasiones es la fuerza que hace posible lo imposible.
Además, otra de sus importantes funciones es la de enseñarnos el uso del sentido común para ubicarnos en el “camino medio” que nos permite ser realistas ante las complejidades de la existencia, sin dejar de soñar, ser felices y gozar el lado bueno de la vida.
El poder del optimismo
El optimismo es el poder que necesitamos para resignificar el poco valor que nos damos a nosotros mismos. De este modo, logramos liberarnos de prejuicios sociales y temores inconscientes que impiden nuestro crecimiento como individuos. Con esta nueva actitud superativa los desafíos que encontramos en el camino se hacen menos difíciles.
Por eso, cada persona es única y yo soy el único que soy como yo. Podemos ser parecidos como especie con algunas afinidades en las reacciones y los comportamientos, pero nadie es igual a otro y su percepción del mundo es diferente a la mía, pues la experiencia es totalmente particular. Si elijo ser optimista, puedo empoderar mi vida para ser autónomo e independiente.
Personalmente, en estos momentos, doy testimonio de que en alguna época de mi vida por buscar aprobación y el amor de los demás con el fin de intentar llenar los vacíos de mi infancia, me convertí en lo que otros querían que fuera.
Por fortuna, después de un largo proceso sanador para entender y superar la codependencia, logré quitarme esas pesadas cadenas emocionales por “amar demasiado” y renunciar a ese odioso personaje pesimista, que en realidad sólo empeoraba algunos de mis más difíciles problemas personales.
De esta manera, me he convertido en mi propio guía interior, libre de creencias limitantes, “gurús” de moda y algunas superficiales tendencias de autoayuda. Hoy, sin culpa innecesaria ni vergüenza inmerecida, puedo admitir los errores y entender que nadie es culpable de lo que me ha pasado y tampoco de lo que me va a pasar. Sólo yo, repito, decido el rumbo de mi destino.
Un cuerpo optimista
Cuidar de nosotros mismos, es quizás, el elemento principal para afrontar los desequilibrios sociales que afectan la situación del mundo a causa del Covid-19. Es importante recordar que mediante el cuerpo experimentamos la totalidad de nuestras funciones físicas, mentales y emocionales, al igual que las actividades cotidianas y la forma en que percibimos la realidad.
Nuestro cuerpo es aquel con el que nacemos, morimos y convivimos las 24 horas del día. Por eso, cuando el cuerpo sufre o deja de responder a sus funciones vitales, nadie más lo sentirá. Si aprendemos a cuidar de forma optimista a nuestro cuerpo, sin lugar a duda, nuestro cuerpo cuidará de nosotros.
Ahora bien, si mejoramos nuestros hábitos como los de respirar mejor, masticar y comer más despacio, hacer ejercicios moderados acompañados de un adecuado reposo mental, estaremos gestionando nuestras emociones y frustraciones, especialmente, las producidas por el sobre estrés diario. De este mismo modo, el cuerpo va a responder de manera óptima ante cualquier circunstancia.
Entonces, sentirnos bien dependerá de las decisiones que tomemos para mantener una actitud mental positiva de adaptación, creatividad y optimismo, con el fin de resolver muchas de las circunstancias internas o externas que afectan nuestro equilibrio integral.
Dejar fluir el optimismo
Soltar es la premisa que nos orienta a vivir de una forma más sencilla sin intentar controlarlo todo y, desde la serenidad esperar siempre lo inesperado desapegándose con amor, pues todo en la vida es temporal.
Las cosas no siempre resultan como queremos y en determinadas ocasiones, los acontecimientos tampoco dependen del resultado de nuestras acciones.
A veces estamos a merced de las circunstancias, pero desde la sobriedad de mantener una actitud mental positiva, podremos cambiar a nuestro favor la realidad al adaptarnos a la adversidad del momento desde el optimismo.
Más allá del egoísmo
Al comprender que soy una unidad programada para sobrevivir a cualquier desafío de la cotidianidad, no necesitaré más excusas para no crecer ni madurar, pues como un adulto consciente puedo asumir la responsabilidad de los actos de mi vida, erradicando los disfraces de la culpa, la manipulación y la victimización.
Más allá de mi egoísmo, entiendo que nadie me cambia, redime, humilla, limita y destruye sin que consciente o inconscientemente yo lo permita. Estoy descubriendo que mi alma está compuesta de intuición e inteligencia espirituales, las cuales me permiten enfocar la fuerza interior para la consecución de las metas y objetivos trazados en una armónica interacción con el universo.
El premio es aprender a amarme tal y como soy corrigiendo de manera voluntaria cualquiera de mis defectos de carácter más tóxicos. Así podemos formar vínculos sanos, llegando a ser personas más humanas, amorosas y compasivas a través del orden, la bondad, el optimismo y el servicio a los demás.
Cada problema contiene en su núcleo la oportunidad de resolverlo. Por eso, insisto que el triunfo sobre cualquier adversidad en la vida es lograr una actitud que nos permita obrar desde la serenidad y el equilibrio.
De este modo, direccionamos nuestros pensamientos hacia la esperanza de erradicar no sólo el virus del Covid-19 sino también el virus del pesimismo, la ignorancia y la deshumanización.
Esta peligrosa indiferencia social junto con la falta de atención, generosidad y apoyo hacia el otro, son algunos de los factores desencadenantes de muchas de las crisis actuales que debilitan y enferman a la sociedad. La gran lección es que todos los errores cometidos se convierten en tierra abonada por el dolor y la sobriedad, para que nazcan nuevos frutos.
Es así como nuestra vida se volverá más alegre y amable, lejos del malestar cotidiano causado por ese desagradable habitante interior llamado pesimismo, el cual hace que el planeta siga igual o peor de lo que está.
Sin duda, las personas con una actitud optimista llena de vibraciones amorosas y compasivas son el amanecer de un nuevo mundo.