No todo ocurre en la ciudad y no todo ocurre en el campo: entre los dos espacios hay un sin número de flujos e interdependencias que atan al uno con el otro. Por lo mismo, no puede haber -pero la hay- una planificación para el campo y otra para la ciudad como si fueran dos espacios separados y desconectados.
Pecando de ser reiterativo con anteriores columnas, pero para claridad, es preciso anotar que los vínculos son flujos recíprocos de personas, bienes, servicios, dineros, tecnología entre lo urbano y lo rural que crean vínculos de diversa índole y una red de relaciones territoriales, económicas y sociales que difuminan los límites entre lo urbano y lo rural pero, no obstante, los gobiernos planifican por una parte lo urbano y por la otra lo rural. No los conecta.
Los vínculos urbanos rurales ayudan a integrar el territorio, propician la reducción de la pobreza y el cierre de brechas, generan dinámicas de crecimiento pero los vínculos no están en el “chip” de los funcionarios como tampoco en la cultura gubernamental. Siguen planificando lo rural y lo urbano como dos mundos diferentes.
Por lo mismo, sería plausible que en la planificación del territorio, los vínculos urbanos rurales se incorporen como un capítulo, en los planes de las instituciones gubernamentales en, por ejemplo, los más de 16 instrumentos de planeación del desarrollo territorial que tiene el Minagricultura (para esto solo basta una directriz presidencial) y, claro, en los planes gremiales y así mismo, en el próximo plan nacional de desarrollo como también el de los departamentos y municipios.
Igualmente, sería conveniente que los vínculos urbanos rurales se incluyan en el articulado de toda ley, decreto, resolución o acuerdo que adopte políticas públicas que planifiquen el desarrollo territorial.
Pero fortalecer los vínculos urbanos rurales necesita presupuesto y se podría destinar para impulsarlos: i) entre el 25% y 35% de los presupuestos de las entidades que tengan incidencia en los vínculos; ii) crear, como la asignación específica que tuvo el Ocad Paz, un recurso de X% del presupuesto de regalías para financiarlos y iii) incentivar que el 30% de las inversiones públicas se destinen fuera de la ciudad y el 70% dentro de ellas.
En el mismo sentido, sería recomendable, establecer un incentivo fiscal a las inversiones en aquellas zonas desconectadas que impulsen los flujos urbanos rurales.
Sería interesante, igualmente, impulsar la creación de asociaciones urbanas rurales para estrechar la cooperación de esos dos mundos y de esta forma, entre muchas otras, facilitar la conectividad. Las Regiones Administrativas y de Planificación -RAP- las Áreas Metropolitanas y las Ciudad- Región pueden ser vehículos para ello.
Por último, los vínculos urbanos rurales pueden ayudar, por la interdependencia, a construir comunidad, a interactuar entre distintos, con la otredad; y de esta forma hacer conscientes los importantes intereses que se comparten y aceptar que unos y otros tienen cosas -y propósitos- en común. Así se crean toneladas de capital social puente, identidades comunes y se promueve el contacto intergrupal para que la sociedad no se fragmente y construya un continuo.