En una organización que suele celebrar éxitos inmediatos y rentabilidades vertiginosas, la pérdida de más de 1.000 millones de dólares anuales por parte de un servicio propio es, a toda lupa, una rareza. El servicio mencionado es Apple TV+ que de acuerdo con datos de The Information estaría generando pérdidas económicas considerables en su servicio de streaming. La rareza de este panorama se configura no porque este tipo de servicios estén exentos de desafíos financieros, Netflix y Disney+ también han atravesado sus propios valles, sino porque Apple no está acostumbrada a perder. Y mucho menos a perder así.
Apple, una organización que ha hecho de la rentabilidad y la calidad su sello distintivo, parece moverse en un terreno inusualmente incierto con su servicio de streaming. Según estimaciones recientes, la compañía estaría subsidiando con enormes sumas un modelo que aún no encuentra su punto de equilibrio económico. Para una marca que ha revolucionado industrias y transformado hábitos de consumo globales, resulta desconcertante ver cómo un servicio que lleva su sello, se queda atrás en la feroz batalla por la atención.
¿A qué se debe esta anomalía? La respuesta no es simple. Apple TV+ apostó desde el inicio por un modelo distinto: menos contenido, pero de alta calidad y con rostros reconocidos. Series como Ted Lasso, The Morning Show y Severance han ganado premios y prestigio, pero la plataforma aún carece del volumen de catálogo que otras ofrecen. Mientras tanto, el público acostumbrado al scroll infinito parece seguir prefiriendo la abundancia.
La rareza, sin embargo, no solo está en los números, sino en la paciencia. A diferencia de otras empresas que giran bruscamente sus estrategias al primer signo de pérdida, Apple parece dispuesto a jugar una partida larga. No necesita que Apple TV+ sea rentable hoy; lo que necesita es estar en el juego del mañana. Y para ello, sacrificar miles de millones podría ser parte de una estrategia más amplia de consolidación de su ecosistema digital.
Lo curioso es que, aun con todo su músculo financiero, Apple no ha logrado todavía conquistar el mercado del entretenimiento como lo ha hecho con la telefonía, la música o los chips. Tal vez el streaming no se deje dominar tan fácilmente o tal vez estemos presenciando el prólogo de una historia más grande, escrita en capítulos lentos y costosos.
En ese sentido, Apple TV+ no está jugando el mismo juego que sus competidores. Mientras plataformas como Netflix producen en masa y ajustan algoritmos para satisfacer gustos inmediatos, Apple parece más interesado en construir una marca que trascienda las métricas de consumo del momento. Es un enfoque que privilegia la identidad sobre la inmediatez, la curaduría sobre el volumen, el legado sobre la tendencia. Pero ese tipo de apuesta requiere algo más que dinero: exige tiempo, visión y una fe casi obstinada en que el público, tarde o temprano, entenderá la propuesta.
Esa fe, por ahora, se expresa en números rojos. The Information sugiere que Apple habría invertido cerca de 5.000 millones de dólares cada año desde el 2019 en contenidos originales, pero con una reducción de 500.000 dólares el año pasado. El retorno, sin embargo, no es tan cuantificable. ¿Cuánto vale para Apple que su marca esté asociada con producciones que ganan premios Emmy o Globos de Oro? ¿Cuánto valor simbólico tiene una serie aclamada si eso refuerza la percepción de que Apple representa lo mejor? Tal vez, en la mente de sus estrategas, eso también es retorno: uno que no se mide con ingresos trimestrales sino con la permanencia en la mente del consumidor.
Pero la paciencia no es infinita. Aunque Apple puede darse el lujo de esperar, el mercado no siempre otorga ese mismo margen. Los inversionistas, los analistas, incluso los usuarios, tienen umbrales distintos para la esperanza. Y en un entorno donde la competencia lanza títulos cada semana, donde el algoritmo devora la atención y donde el contenido se vuelve obsoleto en días, construir algo duradero puede parecer un ejercicio quijotesco. Incluso para Apple.
Lo que está en juego no es solo el éxito de una plataforma de streaming. Es la capacidad de una empresa que ha dominado el hardware y el software para conquistar el alma del contenido. Apple TV+ es, en el fondo, un experimento de identidad: ¿puede una marca que nació del diseño industrial convertirse en una fuerza cultural? ¿Puede hablarle al corazón de las audiencias, como lo ha hecho a sus bolsillos y a sus sentidos?
Hay quienes sostienen que el streaming es apenas un anzuelo, un accesorio para mantenernos dentro del ecosistema Apple. Que no se trata de ganar la guerra del contenido, sino de hacer que el usuario nunca salga del jardín digital que la compañía ha construido durante décadas. Bajo esa luz, cada episodio de una serie original no sería solo entretenimiento, sino una herramienta de retención, una nueva hebra en la red que conecta dispositivos, servicios y datos. Si es así, la pérdida actual sería apenas el precio de mantener a sus audiencias cautivas.
Y, sin embargo, no deja de ser paradójico que una compañía tan acostumbrada a ganar esté apostando tanto en un terreno donde aún no puede mostrar medallas. Quizá Apple TV+ no es el producto estrella de hoy, pero sí el caballo de una carrera que se corre en silencio. Una carrera donde no gana quien llega primero, sino quien logra que los demás corran hacia su mundo. Y en eso, Apple sabe jugar como nadie.