Estamos a pocos días del 2022. Los ánimos se activan ante la festividad de año nuevo y las expectativas se elevan al máximo por el porvenir. Sin embargo, existen otras pasiones que se apaciguan, que se apagan, esperando a ser llamadas al ruedo. Me refiero a las aspiraciones políticas, a esas emociones movilizadas por los nuevos cargos públicos que se encuentran próximos a ser reemplazados o reafirmados.
Pero debemos conservar el norte, la emoción no debe eximir el raciocinio. Las expectativas del año que llega deben estar acompañadas de acciones que permitan el logro de las metas personales que estarán ineludiblemente ligadas a la realidad del país, a lo que suceda en Colombia.
El mejor agüero de año nuevo es hacer parte de las decisiones del país y no dejar el destino a la suerte. Debemos tomar el toro por los cuernos.
Pero antes de pensar en el futuro, de lo ocurrido en este año que culmina, hay varios asuntos que debemos evaluar. El año no termina bien. Nos enfrentamos a una nueva ola de COVID-19 que nos muestra ‘el tire y afloje’ en el que nos va a mantener la pandemia. Una nueva sepa aparece, es controlada y, con el avance en los planes de vacunación, se relajan las normativas generando una nueva ola de contagios.
Por otro lado, las protestas sociales destaparon la olla a presión del descontento social de los colombianos donde los jóvenes son los protagonistas. La juventud ve con mayor desesperanza el futuro. Los dirigentes del país no han sabido interpretar adecuadamente esta situación, siguen sin hallar respuestas ante la incertidumbre.
Pero el descontento social no solo se vive en Colombia. Los acontecimientos recientes en países de Latinoamérica y el resto del mundo muestran que una importante polarización social por motivos ideológicos, económicos o religiosos puede conducir al conflicto, afectando severamente el crecimiento económico y el desarrollo social.
Aunque es una tendencia en los países de América del Sur, en Colombia la polarización y los desajustes institucionales influyen en la evolución del conflicto social. Las instituciones más inclusivas y representativas de los distintos grupos sociales tienden a mitigar los efectos adversos de la polarización sobre la estabilidad política y social. Pero la sociedad colombiana no se siente representada ni invitada a participar en lo que acontece, agudizando el descontento.
Una manera de fomentar la inclusión de los grupos sociales y de los colombianos ignorados en la toma de las decisiones de política pública es mediante la aprobación de leyes que faciliten su presencia en el Congreso. Es necesario que el colombiano de a pie llegue a esta institución o quienes ocupan estas instancias realmente interpreten las necesidades de la gente. Estos vacíos en nuestro Congreso se hicieron sentir con fuerza este año.
En razón a lo anterior y para prevenir un 2022 inmerso no en el descontento sino en el desconsuelo social, debemos actuar, no permitamos que las festividades nublen nuestro juicio ni perdamos el norte de la verdadera vuelta a la manzana con la maleta al hombro. El ciudadano debe ejercer el poder, el ciudadano debe mandar ¡TÚ MANDAS!