La situación por la que atravesó el mundo en el 2020 era inimaginable para cualquier persona, para cualquier gobierno, para cualquier nación. En marzo de 2020 inició en Bogotá el simulacro contra la pandemia, justo para mi cumpleaños 37. Mi padre, Carlos Holmes Trujillo, como Ministro de la Defensa, en noviembre de 2019 y hasta principios de 2020, emprendió un recorrido por el país, región tras región, buscaba entonces el contacto directo con la gente. Viajaba incesantemente porque quería escuchar los planteamientos populares para liderar la formulación de soluciones conjuntas en materia de seguridad. Presencié muchos consejos de seguridad que lideró por Zoom, en su lenguaje corporal se notaba un deseo inmenso de regresar a las regiones y tener contacto con los colombianos. Nunca fue un funcionario de escritorio, siempre fue un todo terreno arremangado.
Recuerdo como si fuera ayer cuando, en agosto de 2020, reinició con ánimo y entusiasmo su agenda. Viajó nuevamente a cada región. Tuve la fortuna y oportunidad de acompañarlo en varios de esos consejos. Recuerdo, el segundo viaje de su agenda, en esa ocasión visitamos Nariño, cuando me dijo que, en medio de las circunstancias, era nuestro sagrado compromiso “usar el tapabocas, darnos la bendición y seguir trabajando por Colombia”.
El 26 de enero del 2021 a la 1:53 de la madrugada, recibí la llamada de la Mayor General Clara Galvis, directora del Hospital Militar, quien con la voz quebrada me comunicó que mi padre no había soportado un segundo paro cardíaco causado por congestiones derivadas del Covid. Me desvanecí en llanto y dolor. Mi padre ingresó a la penosa lista de las 51.000 víctimas de la pandemia. Hoy son más de 130.000. Vidas, sueños, propósitos de vida y proyectos que la pandemia se llevó para siempre. Lo atendió un cuerpo médico ejemplar, que sacrificó su propia vida para salvar la de otros en medio de la peor crisis sanitaria que hayamos vivido. A ellos y a sus familias, un homenaje permanente a la vida, son verdaderos héroes. Mi papá fue un hombre entregado a la gente, preocupado por sus necesidades. En mis recorridos por las diferentes regiones de nuestro país, cada persona con la que diálogo, así lo recuerda. El cariño recibido en su nombre es inmenso.
Una de las anécdotas que más recuerdo es que cada vez que nos sentábamos a reflexionar sobre los asuntos del país y de la política, como era usual, siempre me contestaba ante mis cuestionamientos con una misma y repetitiva pregunta ¿qué opina la gente?, ¿cómo ve el país la gente?, ¿cómo cree la gente que se debe atender una u otra situación? Sin duda es esta una lección de vida que llevo de forma permanente en cada momento. Nos debemos a la gente.
Mi papá aspiraba a la presidencia de la República, para nadie era un secreto. Y lo habría logrado. Era su sueño y tenía las condiciones para asumirlo.
Hoy se cumple un año sin ti, pero tu legado durará para siempre. Mi padre fue una de tantas vidas que se apagaron por esta calamidad que nos atropelló con furia. El coronavirus impidió cumplir los sueños de Carlos Holmes Trujillo García y de más de 129 mil personas que no sobrevivieron. Familias enteras quedamos devastadas por la irreparable pérdida. Nos alcanzó la tragedia. No sólo entiendo el dolor, lo comparto, y sé que cualquier mensaje se queda corto ante ese sentimiento. Pero hoy siento que la mejor manera de rendir homenaje a nuestros seres queridos es abanderar y no dejar morir las ilusiones que llevaban en sus corazones.
Hoy los invito a cumplir esos sueños, no permitamos que se apaguen. El sueño de mi papá no solo era ser presidente, era entregarse y trabajar por los colombianos. Yo quiero cumplirlo, por mí, por él y por todas las personas que tienen esperanzas en un mejor país. Lo haré desde el Senado de la República, con el favor del pueblo. Estaré a sus órdenes, a su servicio, porque los ciudadanos mandan. ¡TÚ MANDAS!