La victoria de Donald J. Trump ha producido una ola de histeria en la izquierda mundial.
Cadenas estadounidenses como CNN, NBC y CBS en las que daban por segura ganadora a Kamala Harris no paran todavía de preguntarse por las diferentes causas de la estrepitosa derrota de quien querían coronar como presidente de los Estados Unidos.
Digo coronar porque en virtud de la situación, Kamala se saltó las primarias y fue “coronada” como candidata del Partido Demócrata para derrotar a Trump. Lo mismo querían hacer para llevarla a la Casa Blanca. En esos afanes, los demócratas olvidaron que Trump, alguna vez, había sido dueño de Miss Universo.
De hecho, los voceros de la ideología/religión de género promovieron que por ser mujer, hija de migrantes y negra debía ser quien liderara la Casa Blanca y no por su capacidad para gestionar la administración pública económica a nivel nacional y defender los intereses de los Estados Unidos a nivel global. Pensaron que esto era suficiente y no tuvieron en cuenta, por ejemplo, que había sido ella quién más había fustigado al Viejo Joe en las internas de 2020.
La histeria también la ha sufrido Nancy Pelosi (Crazy Nancy, según Trump) quien ha salido a culpar directamente a Biden, quien por demás se apartó de la carrera al ver que le retiraron todo el apoyo para “coronar” a Kamala. El Viejo Joe aceptó que el juego había terminado y, como un león senil, acepto su destino después de una larga y dilatada carrera en Washington.
De tal suerte, la inmensa cantidad de analistas se han dedicado a buscar las causas de la derrota al interior del Partido Demócrata. Sin entender que puede ser un buen momento para sacudir al partido de Pelosy, de Sanders, de los Clinton, de los Obama y hasta de Carter dirán los exagerados (por aquello de sus 100 años de existencia) a fin de encontrar una renovación en su liderazgo. Si quiere, y se lo propone, Kamala puede transformar el partido y en 2028 buscar que una democrática y legítima nominación la lleve a la Casa Blanca, previa una renovación de los cuadros demócratas.
No obstante lo anterior, no quiero ubicar mi reflexión en los linderos del Partido Demócrata. Quiero resaltar que Trump no ganó por ser hombre, millonario y blanco. Si bien no es de mi agrado, reconozco que el magnate de la Torre Trump ganó también porque tiene talentos.
Trump no es un gran pensador como John Quincy Adams y tampoco un héroe como Abraham Lincoln. Tampoco mostró, en su primer mandato, tener los dotes como estadista al estilo de Roosevelt o de Nixon. Trump simplemente es Trump. Y ahí está la causa de su éxito.
Insisto. No me ocupo de las fallas del Partido Demócrata sino en las cualidades que llevó a Trump a la victoria. Los libros escritos por él son las huellas que bien podrían ayudar a explicar, en parte, el retorno a la Casa Blanca. Estas huellas nos conducen a inferir que Trump ha vuelto porque es genuinamente un líder. Un líder en todo el sentido de la palabra.
Primero, gravitan sobre él la idea de hacer a Estados Unidos grande nuevamente (MAGA) lo cual supone una economía próspera y una sociedad con valores distintos a los que promueve la religión/ideología de género. Igualmente, una nación segura y, por lo tanto, blindada en contra de los flujos desordenados de migración ilegal. Una economía competitiva internacionalmente, aunque eso signifique proteccionismo y aislacionismo. Por si acaso, el trumpismo no se ha caracterizado por ser la expresión más bélica en política exterior (lo que explica los constantes desencuentros con hombres como John Bolton).
Segundo, como buen líder, Trump supo comunicar esa idea de manera sencilla y efectiva; basta revisar la cartografía electoral con los resultados finales de la elección y concluir que el mensaje llegó al alma del pueblo estadounidense.
Tercero, en “Trump: Surviving at the Top” (escrito en 1990) narró las experiencias negativas de sus negocios en la empresa del entretenimiento y la manera en que supo reponerse de eso. Podríamos decir, en efecto, que el magnate logró sobrevivir en la cima políticamente a pesar de la guerra judicial que los demócratas le plantearon. Del show mediático que sus enemigos quisieron sacar ventaja electoral, Trump hizo su auténtica defensa.
Cuarto, Never Give Up: How I Turned My Biggest Challenges into Success es un libro
de 2008 que cuenta la inspiradora historia de como los más grandes desafíos, errores y
momentos críticos demandaron de él una mezcla de tenacidad y creatividad para convertir
la derrota en victoria. Así, la derrota de 2020 fue una buena escuela para revertir ese
difícil momento y mantenerse, a pesar de todo, en la escena.
Por ultimo, The Art of the Comeback, publicado en 1997, explica cómo sobrevivió a la recesión de los 90´s, la historia del Atlantic City Casino y del concurso Miss Universo. Tal vez esas experiencias le permitieron hacer la analogía del mundo de los negocios al mundo de la política. Lo que podría explicar que su liderazgo terminó por fortalecerse. Al menos, las urnas así lo dijeron.
Ese instinto de batallador que se aprecia en sus libros se fue curtiendo en el difícil mundo de los negocios y supo extrapolarla a la sangrienta batalla política cuando decidió que era el momento de saltar a la arena política.