La sonrisa de Duchenne es uno de los clásicos de la semiología neurológica. Escribió la diferencia entre una sonrisa de auténtica felicidad y la simulada o voluntaria. La primera activa los músculos de la boca y de los ojos. Tan interesante su reporte que Darwin utilizo muchas de sus fotografías en su texto sobre las expresiones emocionales. Tenemos cuarenta músculos en la cara que a diferencia del sistema musculoesquelético no mueve articulaciones sino la piel del rostro.
Las expresiones faciales son universales e incluso las personas ciegas muestran estas manifestaciones. Pero encontramos algunas modificaciones: el sonrojo o la ruborizacion, que esconden o disimulan lo que llevamos dentro. Es muy espinoso, salvo que tenga un entrenamiento sostenido y prolongado -lo sabemos por experiencia- muy difíciles de reproducir. La naturaleza nos ha enseñado distinguir las sonrisas: el musculo que eleva los labios, cigomático mayor, se puede contraer voluntariamente, pero los orbiculares oculares sellan con autenticidad la sonrisa.
Nuestro cerebro es tan sensible que gestos de milisegundos pueden activar en forma intensa la amígdala del lóbulo temporal. Conocidas como micro expresiones permiten detectar al interlocutor cuando nos están engañando. Los pacientes deprimidos cuyo rostro refleja tristeza y desesperanza. La gente evita hablar con ellos y esto aumenta la sensación de soledad, el estado de ánimo se incrementa y la enfermedad de agudiza. Esto abre el camino de las neurociencias y muestra como los estados emocionales afectan los procesos cognitivos.
Se ha señalado que la cara es la cedula de ciudadanía de los individuos. La explicación es anatómica: en la base de nuestro cerebro reposa el giro fusiforme que se ha perfeccionado en reconocer rostros humanos. Esto rodeado de estas tres organizaciones: lugares, formas y palabras. Estas extensiones visuales permiten darle un concepto de superespecializacion y permite llevar a cabo sus funciones con delicada responsabilidad. Una lesión en esta área produce el fenómeno llamado prosopagnosia, el individuo es incapaz de reconocer rostros ya definidos e incluso no se identifica en las fotografías.
Cuando dos personas se miran mutuamente los ojos, sus cerebros se sincronizan. Esta particularidad es antigua, quizá desde los primeros meses de vida. Pero en los ojos hay características únicas que lo hacen tan especial para los humanos. Saber hacia dónde mira refleja grado de atención…por ejemplo, mirar una gaseosa: la va a coger, tiene sed. El iris, es otra fuente de comunicación que nos acerca al interlocutor.
Con razón mencionan los estudiosos que el cerebro es un espejo. Seguimos lo que hacen los otros y nuestras neuronas se activan. Ellas que están localizadas cerca de la corteza cerebral motora, son las neuronas espejo y se ubican en las zonas que programan los movimientos. Actúan los ojos: piense cuando tiene miedo: los parpados se abren y dejan ver una mayor cantidad de la esclerótica. Cuando estamos felices se cierran y la porción es menor.
Pero detengámonos en el iris. Este se crispa o estira dependiendo de la luz y la pupila (ese orificio en el centro) se contrae o dilata dependiendo de las emociones. Está regulada por el equilibrio del simpático y parasimpático y prepara para las reacciones que sean necesarias acordes a las circunstancias. Pelear, huir, evadir o correr. Es curioso como el tamaño de la pupila y el blanco de la esclerótica pueden enviar al cerebro social mensajes y señales que marcan nuestra reacción ante el interlocutor. Más aún, una reacción similar en nuestras pupilas indica el grado de atención en nuestra charla.
Hay dos elementos que ayudan al cerebro social: el llanto y especialmente las lágrimas. Estas obedecen el hipotálamo e incluso su composición química es diferente a las lágrimas reflejas. Lo otro son los arcos superciliares. Se especuló durante décadas que podía ser en conjunto las leyes de la evolución de la cara de los humanos, pero esto quedó descartado. Parece que con esta forma les permite a las cejas expresar emociones y facilitar la comunicación social.
Lo social y sus componentes viajan por todo el cerebro. Lo que motiva o nos ahuyenta, lo que atrae o condena. Lo que nos hace quedar bien y estar satisfecho con nosotros mismo. Esto calificaría a los humanos como una especie hipersocial.